– Te devuelvo el libro. Genial. De lo más divertido que he leído… -y añadió dirigiéndose a ambos-: Feliz día de Acción de Gracias.

Tanya se sintió de nuevo invisible en su propia vida, como si hubiera muerto y regresado en forma de fantasma. Por un instante, sintió como si Alice la hubiera mirado sin verla.

– ¿Quieres que te prepare el desayuno? -se ofreció Tanya procurando no sentir ni rabia ni envidia por la profunda conversación que a todas luces estaban manteniendo Alice y Megan.

– No, gracias. Ya he desayunado. James y Melissa se han despertado antes del alba.

Jason y Molly se habían quedado despiertos hasta tarde y seguían durmiendo. Al parecer, Megan había tenido una horrible conversación con Donna, su ex mejor amiga, a primera hora de la mañana y ya no había vuelto a dormirse. Cuando Alice se acercó a casa de Tanya y de Peter con la intención de dejar el libro en la puerta, Megan la había visto y le había pedido que entrase para contarle su conversación con Donna.

– El pavo que tienes en el horno es impresionante, Tan -dijo Alice con admiración-. Yo no he podido encontrar nada decente este año. Ya los habían vendido todos.

Estuvieron charlando animadamente mientras Tanya servía un café a Peter, se preparaba un té y se sentaba a la mesa junto a su hija y su vecina. Peter le preguntó a Alice sobre el libro y esta repitió lo mucho que le había gustado y lo divertido que le había parecido. Se la veía encantada.

– Ya te dije que era de tu estilo. Ha escrito otro que es aún más divertido. Ya lo buscaré, debe de estar arriba, en alguna estantería. Te lo daré más tarde -dijo Peter con absoluta familiaridad.

Mientras escuchaba hablar a su marido, Tanya se preguntó si un observador externo habría sido capaz de distinguir con cuál de las dos mujeres estaba casado. Aparte del pequeño detalle de que acababa de hacer el amor con ella, parecía perfectamente cómodo con ambas; entre él y Alice había un tono íntimo que, de pronto, puso a Tanya de los nervios. Sabía que no estaba acostándose con ella, pero estaba claro que se sentía cómodo y a gusto con Alice. Incluso demasiado a gusto, al parecer de Tanya. Parecían haber desarrollado una relación más estrecha desde que Tanya se había ido a Los Ángeles. Alice se pasaba el día entrando y saliendo, comprobando que las chicas estaban bien, llevándoles comida, o invitándoles a cenar a su casa. Había pasado de ser una amiga a convertirse en parte de la familia de sus hijos. Y de Peter.

Tanya se dio cuenta de que el nombre de Alice salía prácticamente en todas las conversaciones: o les había llevado algo o había hecho algo para ellos o había ido a algún sitio con alguna de sus hijas. Era una ayuda enorme para Peter, pero Tanya se sentía irritada.

Mientras la observaba aquella mañana, Tanya se hizo una pregunta. Creía saber la respuesta, pero no estaba tan segura como habría estado en septiembre. Pensó que era mejor preguntárselo más tarde a Peter, así que se quedó sentada a la mesa de la cocina, escuchándoles.

Finalmente, Alice se levantó y volvió a su casa con sus hijos. Megan se fue prácticamente a la vez que Alice y subió arriba. Hubo un momento de silencio durante el cual Tanya miró a Peter con la esperanza de que sus temores fueran infundados. Nunca había dudado de él hasta entonces; ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Y ahora se sentía culpable por dudar. Sabía que todo aquello era culpa suya y de nadie más. Pero estaba claro que Alice estaba a gusto en su casa, y con Peter, mucho más de lo que nunca antes había estado.

– Sé que esto va a parecerte una locura, casi paranoico -dijo Tanya despacio mirando a su marido.

Hacía apenas una hora que habían hecho el amor y todo había ido bien. Pero nunca se sabía, la gente hacía cosas de lo más extrañas. Tal vez Peter se sentía solo y sabía que Alice llevaba dos años, desde la muerte de Jim, buscando a otro hombre.

– No estás teniendo una aventura con ella, ¿verdad? Te pido disculpas por el mero hecho de preguntártelo, pero empieza a parecer como si se hubiera trasladado a vivir aquí.

Por muy amigas que fueran, Alice nunca había estado tan presente en sus vidas. Y nunca había sido particularmente amiga de Peter. Sin embargo, ahora estaba muy presente.

– No seas ridícula -le dijo Peter, tal como era de esperar y utilizando la respuesta más apropiada. Se levantó a por otra taza de café mientras Tanya le miraba a los ojos-. ¿Por qué piensas eso?

– Veis mucho a Alice entre semana y vas mucho a su casa. Prácticamente ha adoptado a Megan. Cuando hemos entrado en la cocina, me ha parecido que estaba en su cocina. Nunca antes me había sentido así con ella. Como si las chicas y tú le pertenecierais a ella y no a mí. Las mujeres se vuelven así, posesivas con respecto a los hombres con los que se acuestan y con respecto a sus familias.

Tanya hablaba con evidente preocupación, pero Peter negó con la cabeza.

– Ha sido una gran ayuda mientras has estado lejos -dijo-. Pero no creo que se haga ilusión alguna con respecto a los chicos o con respecto a mí. Sabe que volverás.

Hubo algo en la forma de hablar de Peter que hizo que Tanya se sintiera incómoda.

– ¿Qué quieres decir? ¿Qué sabe que tiene que dejar que te marches cuando acabe la película o que no ha ocurrido nada?

Había una diferencia no precisamente sutil entre las dos situaciones y Tanya había percibido algo en la forma de hablar de Peter que no le había gustado.

– No me estoy acostando con ella. ¿Te parece suficiente esta respuesta? -dijo Peter tajantemente dejando la taza en el fregadero.

No se estaba quieto y Tanya no sabía por qué, aunque, evidentemente, aquella conversación no era agradable para ninguno de los dos.

– Bien. Es suficiente. Me alegro -dijo y se acercó a darle un beso en los labios-. Me molestaría muchísimo que estuvieras acostándote con ella. Solo para que lo tengas claro.

Él la miró con un gesto extraño y le preguntó:

– ¿Y tú, Tan? ¿No tienes tentaciones en Los Ángeles? ¿No te has cruzado con nadie con quien te gustaría tener una aventura fugaz o una aventura más larga, que durase lo que tardéis en rodar la película? Sé que durante los rodajes se hacen muchas locuras. Y eres una mujer hermosa.

Tanya le sonrió y no vaciló un solo instante antes de responder:

– No, en absoluto. Para mí no existe más hombre que tú. Comparados contigo, todos me parecen una birria. Estoy enamorada de ti.

Todavía lo estaba, después de veinte años.

– Yo también estoy enamorado de ti -dijo dulcemente, sin disimular la satisfacción que le habían producido las palabras de Tanya-. No te enfades con Alice. Simplemente, está sola y es amable con las chicas.

– De acuerdo, pero no quiero que sea demasiado amable contigo. Cuando estás tú, ella actúa como si yo no existiera -comentó de nuevo Tanya.

– Es una buena amiga. De verdad que aprecio su ayuda. A veces, no sé si me las podría arreglar sin ella. Cuando no consigo llegar pronto a casa, se preocupa de que todo esté bien. Y las chicas la quieren mucho. Siempre la han querido.

– Lo sé, yo también la quiero. Solo estoy preocupada. Es duro estar lejos cinco días a la semana.

Había resultado ser mucho más duro de lo que habían creído. Después de dos meses, las cosas se habían puesto difíciles. Y a Tanya le preocupaba no poder ir a casa los fines de semana durante el rodaje. Estaba decidida a ir lo más a menudo posible pero sabía que no siempre podría, como había sucedido recientemente. Desde luego, de lo que estaba segura era de que no quería que, como consecuencia de su ausencia, Peter tuviera una aventura. Ambos tenían que ser fuertes. Ella lo era. Y tenía que dar por sentado que Peter también lo sería, por muy sola que se sintiera Alice o por muy amable que fuera con las chicas. Tanya había sentido malas vibraciones en su presencia y había notado que Alice estaba incómoda. Se preguntó si no sería fruto de su sentimiento de culpa. Por lo que le decía Peter, estaba equivocada, pero se alegraba de haberlo preguntado, para aclarar las cosas. Se sintió aliviada con la respuesta de Peter y no iba a volver a hablar de ello. Una sola vez era suficiente.

Volvió a vigilar el pavo, que tenía buen aspecto, y subió a ducharse y vestirse. Oyó ruido en la habitación de Jason y se alegró de tenerle de vuelta en casa. Sonrió mientras se dirigía a su habitación. Al cabo de una hora reapareció en la cocina donde padre e hijo estaban charlando. Se ofreció a prepararle un desayuno ligero, para que no le quitara el hambre para el almuerzo. Tenían previsto empezar a comer un poco después de la una. Jason le dijo que ya se había servido él mismo de la nevera y que había desayunado tarta de queso y el chile que había sobrado de la víspera; un almuerzo perfecto para él.

A la una y media, todos estaban en el salón dispuestos a celebrar el día de Acción de Gracias y a las dos en punto pasaron al comedor. Peter empezó a trinchar el pavo y todos comentaron que aquel año toda la comida parecía mejor que cualquier otro año. Tanya miró a todos sus seres queridos y dio las gracias, como solía hacer, particularmente por estar todos juntos, por quererse y por tener tanto de lo que alegrarse, un año más.

– Gracias por la familia que tenemos -dijo suavemente antes de decir amén. Y en silencio, pidió a Dios que los protegiese en su ausencia.

Capítulo 10

El momento de marcharse el domingo después de Acción de Gracias fue uno de los más duros que Tanya había vivido en mucho tiempo. Le parecía que acababa de llegar e instalarse y sin embargo ya tenía que volver a irse. Ella y Molly habían compartido algunos momentos deliciosos y había sido un placer disfrutar de nuevo de la presencia de Jason en Marín. Además, el sábado por la tarde, finalmente, Megan había confiado en ella y le había contado todo lo que le había pasado con Mike. Al ver la evidente decepción en los ojos de su hija y comprobar que volvía a abrirse con ella, Tanya casi se echó a llorar. Peter y ella parecían más unidos de lo que habían estado en mucho tiempo. Por todo ello, había sido un maravilloso largo fin de semana. Tener que hacer las maletas el domingo por la tarde para volver a Los Ángeles casi le partió el corazón. Cuando Peter la acompañó al aeropuerto bajo una lluvia constante, ambos se sentían muy desgraciados.

– Dios mío, odio tener que volver -dijo cuando se aproximaron al aeropuerto.

Quería pedirle a Peter que diera la vuelta, volver a casa y abandonar la película. Estaba completamente arrepentida de haber adquirido semejante compromiso. Sentía que Peter y las chicas realmente la necesitaban y que ella también les necesitaba muchísimo.

– ¿Qué crees que pasaría si lo dejo? -preguntó a Peter, una idea que le rondaba la cabeza desde el principio del fin de semana.

– Probablemente te demandarían. Por todo lo que ya te han pagado y por los perjuicios que podrías ocasionar a la película. No creo que sea una buena idea. Como abogado, debo aconsejarte que no lo hagas -dijo sonriéndole con tristeza mientras se paraba delante de la puerta de salidas del aeropuerto-. Como tu marido, debo admitir que me encanta la idea, así que, en esta ocasión, creo que es mejor que hagas caso al abogado y no al marido. Esa gente no se anda con tonterías, Tanya, y probablemente hundirían para siempre tu carrera de escritora, te hundirían en la mierda.

A Tanya no le parecía un gran sacrificio y realmente creía que merecía la pena.

– No merece la pena que te metas en un litigio, Tan. Sería un infierno.

Tanya hizo esfuerzos para no romper a llorar.

– Conseguiremos que todo salga bien. No durará para siempre. Solo quedan seis meses -la alentó Peter.

Sin embargo, a ambos les parecía cadena perpetua. La película ya no parecía tan buena idea, pero la única opción que tenía Tanya era resistir y hacerlo lo mejor posible. Era maravilloso volver a casa, pero la hora de marcharse era insoportable. Las mellizas se habían echado a llorar al decirle adiós y Tanya se había quedado con el corazón en un puño. Peter ponía cara de funeral y Tanya se sentía como si fuera a asistir a uno. ¡Qué gran error había resultado todo aquello! No quería volver a Los Ángeles.

– Gracias a Dios, las vacaciones de Navidad empiezan dentro de tres semanas. Tendré tres semanas libres.

Coincidiría con las tres semanas de vacaciones de los chicos -las de Jason eran más largas, pero se iba a ir a esquiar con sus amigos, así que podría estar con ellos durante aquel tiempo y todavía le quedarían unos días más.

– Si puedo, estaré en casa el próximo fin de semana.

– A lo mejor podría ir a pasar al menos una noche si te resulta imposible venir. Las chicas podrían quedarse con Alice -propuso Peter, que prefería no dejarlas solas.