Cuando volvieron al hotel, acompañaron a los niños a la habitación. Todos estaban enormemente orgullosos. Jason llevaba a Isabelle dormida en brazos y Rupert parecía un sonámbulo. Le condujeron hasta su cuarto, le desvistieron y le metieron en la cama. Con Isabelle, tuvieron que hacer lo mismo. Los hijos de Tanya volvieron a abrazar a Phillip.
– Felicidades -dijeron al unísono.
Dieron un beso a su madre y Phillip y Tanya llegaron por fin al bungalow, donde ella le sirvió la última copa de champán mientras él caía rendido en el sofá.
– Jamás pensé que ocurriría algo así, ¿sabes? Ya me pareció una locura que me nominaran, pero te aseguro que no creía que ganara esta noche.
Mientras hablaba, se había deshecho el nudo de la corbata y se había quitado los zapatos con una sonrisa maliciosa. Tanya se sentó a su lado, le besó y le recordó que el mérito era suyo, no de los que daban el premio.
– Esta es tu victoria, cariño. Saboréala y disfruta de la noche. Tienes que estar muy orgulloso de ti. Yo lo estoy.
– Yo estoy orgulloso de ti -dijo él-, porque has convertido esta película en lo que es y porque eres una mujer extraordinaria.
Estuvieron media hora más hablando y recordando la velada. Después, se lavaron los dientes, se desvistieron y se metieron en la cama.
Aquella noche hicieron el amor y Tanya no recordó haber estado en aquella misma cama anteriormente. Todo era nuevo para ella. El pasado había desaparecido y habían renacido como personas nuevas en una vida nueva.
Cuando se despertaron por la mañana, pidieron el desayuno y, aunque reconoció al camarero, este no le dijo nada. No sentía que había estado allí antes. El bungalow 2 ya no era ni su hogar ni su habitación, porque ella tampoco era la misma persona que había llegado allí por primera vez para rodar Mantra, ni tampoco la que había vuelto para rodar Gone mientras salía con Douglas. Los días con Gordon eran agua pasada; el actor había seguido con su vida de película y teniendo aventuras con todas las mujeres con las que compartía plató. Peter estaba con Alice. Todos habían iniciado una nueva vida y para Tanya había llegado también la hora de hacerlo.
Ahora, el bungalow 2 tan solo era una habitación de hotel. Habría otra gente que se alojaría en él y que entre sus paredes viviría momentos felices y tristes, desilusiones, como la que ella había vivido con Gordon. Pero también verían que había sueños que se hacían realidad, como le había ocurrido a Tanya con Phillip.
A las doce del mediodía se reunieron con los chicos en la recepción del hotel dispuestos para marcharse. Todos volarían de vuelta a San Francisco excepto Jason. Y dos días más tarde, se marcharían a Florencia. Había empezado una nueva vida.
Phillip estaba de pie junto a Tanya, orgulloso de ella y de todo lo que había hecho con él. Tanya le sonrió y dejó la llave del bungalow 2 sobre el mostrador de recepción. La miró un instante y después se la entregó al responsable del hotel.
– Dejamos el bungalow 2 -dijo.
Había estado en él demasiado tiempo y ya no le causaba ni tristeza ni nostalgia marcharse. Cogió la mano de Phillip y salieron del hotel rodeados de sus hijos. Se despidieron de Jason y subieron a la limusina. Jason se reuniría con ellos durante las vacaciones de primavera en Florencia; el resto de sus hijos se iba con ellos. En algún lugar del mundo, fuera cual fuese, construirían un hogar. Pero de momento, pensó Tanya, sentada junto a Phillip y sonriéndole, decía adiós para siempre al bungalow 2.
Había cumplido su propósito y había sido su hogar durante más tiempo del previsto. Pero ya no lo necesitaba. Ahora su hogar estaba junto a Phillip y sus hijos, en Inglaterra, en Italia o en Marin. Ninguno de los dos sabía a ciencia cierta qué dirección tomaría su vida ni adónde les llevaría. Pero sabían que, siempre que se mantuvieran unidos, cualquier lugar sería bueno. Los paisajes familiares se iban difuminando para dar paso a un nuevo mundo lleno de luz que les abría los brazos. Mientras el coche se alejaba de Los Ángeles, el sol invernal de California, como si fuera una bendición, les iluminó. Para Tanya y Phillip, aquel no era el final, sino el principio de su historia.
Danielle Steel
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