Sin embargo, el beso de Luke fue muy diferente. Una caricia que la impactó por su intensidad. Minnie alzó una mano para protestar, pero la dejó caer al sentir los labios de Luke sobre los suyos. Había desterrado de su vida sensaciones tan cálidas como las que se apoderaron de ella en ese instante y que amenazaban con hacerle perder el control. Eran sensaciones puramente físicas que nada tenían que ver con la ternura y, sin embargo, intensamente excitantes.

Minnie pensó que era una locura devolverle la caricia, pero lo hizo. Incluso puso una mano en la nuca de Luke para besarlo con mayor plenitud.

Por lo demás, incluso si lo hubiera deseado ya no había vuelta atrás, aunque era lo que menos deseaba en ese instante. Toda la sensualidad suprimida durante tanto tiempo había aflorado a la superficie. Y esa sensualidad le gritaba que todavía podía vivir su vida, le recordaba la dulce sensación de volver a encontrarse en los brazos de un hombre, especialmente de un hombre como Luke, que sabía cómo utilizar la boca para complacer a una mujer hasta dejarla derretida.

Minnie separó los labios de un modo invitador, mientras sus manos le acariciaban la cabeza, los hombros y se deslizaban por la espalda. Cada caricia era una violación a las reglas que se había impuesto, pero no le importaba. Más tarde habría tiempo para arrepentirse, aunque no lo haría… nunca se arrepentiría.

De improviso, sintió que esas palabras gritaban en su interior sacándola de la dulce oscuridad en la que estaba sumida. Minerva vivía con un secreto que encerraba un arrepentimiento, y era tan amargo que en su vida casi no había espacio para nada más. Había sobrevivido gracias a la cautela, y en ese instante sintió que temerariamente la arrojaba lejos de sí.

Debía salir de la trampa que su propia locura había creado. Y había una sola forma de hacerlo.

Minnie intentó recuperar el control de sí misma y, cuando al fin lo logró, puso las manos sobre el pecho de Luke para apartarlo de ella. Entonces, él la miró con unos ojos en los que se leía interrogación y esperanza a la vez.

– No es una buena idea -murmuró la joven.

– Minnie… -susurró con urgencia.

– De verdad que eres un hombre muy valiente -comentó con la esperanza de controlar el temblor de su voz y de que sonara graciosamente ligera.

– ¿Me vas a golpear después de todo? -murmuró Luke con una mirada tan tiernamente burlona que Minnie casi anheló volver a sus brazos.

– Mucho peor que eso -dijo al tiempo que se reclinaba en el sofá con una mirada divertida-. Luke, para ser un hombre tan inteligente, me asombra que no te hayas dado cuenta.

– ¿Darme cuenta de qué?

– Del astuto plan de Netta. ¿Crees que fue una casualidad que sus parientes anunciaran repentinamente su visita cuando tú estabas allí?

– Me pareció un tanto extraño, especialmente porque no han aparecido por su casa.

– Y no lo harán. Esa visita fue cancelada en cuanto Netta logró lo que se proponía: que vinieras a mi casa. ¡Luke, entérate! ¿No ves lo que está tramando?

– ¿Te refieres a ti y a mí?

– Sí, intenta llevarnos al altar.

– ¿Qué?

– Sí, lo que oyes. Ella piensa que todos los problemas de la Residenza se resolverán con nuestro matrimonio. He intentado hacerle comprender que se equivoca, que eso nunca va a suceder. Pero en cuanto logro derribarle un plan, ella sale con otro.

– ¿Netta intenta…?

– Es una conspiradora llena de malicia. Pero no te aflijas, yo no tengo proyectos respecto a ti. Te he traído a casa porque estabas en tan mal estado que no podía dejarte a su cuidado. Aquí estás seguro. Lo que acaba de pasar entre nosotros… Bueno… no significa nada.

Los ojos de Luke se encendieron.

– ¿Nada?

– Oye, han sido cuatro años. ¿Cuánto tiempo crees que una mujer puede vivir como una monja? Y tú eres un hombre atractivo. De acuerdo, caí en la tentación. ¿Nunca te has sentido tentado aun cuando una parte de ti dice «mejor no»?

– Ah, sí -repuso en tono irónico-. Esas palabras describen exactamente mi estado mental desde que nos conocimos. Tienes un «mejor no» escrito en toda tu persona, aunque debo confesar que me atraen los riesgos.

– Bueno, te arriesgaste y fue agradable, pero ahora hemos recuperado la razón.

– ¿Sí?

– Bueno, a menos que quieras llegar al altar conmigo bajo la mira del rifle de Netta -comentó y luego se paró a pensar un instante-. Oh, Luke, lo siento. ¿Dices que quieres casarte conmigo? Nunca pensé que…

– Por supuesto que no -replicó al instante-. No quiero ser grosero, pero…

– Ni yo tampoco, pero… -lo interrumpió ella-. Ésa es la cuestión, Luke. ¡Pero! Dos personas se besan y eso no tiene mayor trascendencia-. Dejémoslo así. Sólo espero… -Minnie se paró en seco y con una convincente expresión de alarma se precipitó a la ventana para examinar las cortinas-. Afortunadamente estaban corridas. Nadie nos ha visto, así que podemos decir que nuestro secreto está a salvo.

– Gracias al cielo -dijo Luke imitando el tono divertido de ella-. Y gracias por avisarme.

El infierno se congelaría antes que permitirle sospechar que no tenía el menor deseo de reír.

Más tarde, ambos se alegraron de poner fin a la velada. Y tras asegurarse mutuamente que todo había sido una broma, escaparon del otro lo más pronto posible.

Luke se quedó largo rato en la sala, sumido en sus reflexiones. No estaba de humor para burlarse del plan de Netta. Más bien habría querido decir que era la mujer más sabia del mundo. Lo único que deseaba era entregarse a Minerva totalmente, en ese mismo momento y sin vuelta atrás.

Sin embargo, como hombre sensato que era, decidió resistirse a esa locura con la esperanza de que el sueño reparador le devolviera la cordura.


Cuando Netta supo que le iban a instalar un termo nuevo, loca de alegría anunció que lo celebrarían con una fiesta.

– ¿Y por qué no esperas que lo instalen primero? -preguntó Minerva.

– Porque cuando esté instalado habrá otra celebración.

– Por supuesto. Debí haberlo imaginado.

– Hasta yo lo pensé -intervino Luke, con una sonrisa.

Netta llevó a Minerva a la escalera para que nadie las oyera.

– ¿Cómo van las cosas?

– No van. Simplemente nos tratamos como hermanos -declaró en tono desafiante.

Netta la miró horrorizada.

– ¿Él no ha…?

– No.

– Porque no te empeñas lo suficiente -sentenció antes de marcharse.

Minnie se quedó a solas unos minutos. Habría sido imposible confesarle la verdad. No era una chica inexperta, sino una mujer que durantes largos años había vivido un amor apasionado. Sin embargo, el beso de Luke la había impactado dejándola desorientada, como si hubiese sido el primer beso de su vida.

Le parecía que relacionarse con Luke era como estar con dos hombres a la vez. Uno que podía llevarla a la ira y al rechazo y otro capaz de llevarla a las profundidades del deseo hasta hacerle anhelar fundirse en él.

Pero no eran dos seres. Era un solo hombre que la estaba volviendo loca. Desesperada, había optado por revelarle el plan de Netta con la esperanza de poder reír juntos de las artimañas de la mujer. Su idea había funcionado en parte, aunque no podía evitar las sensaciones que se apoderaban de su cuerpo cada vez que pensaba en él, especialmente por las noches.


La fiesta de Netta se celebró la noche siguiente y durante la primera hora, todo sucedió como Minnie había esperado. Luke fue recibido como el salvador de todos los vecinos.

Entonces, se acercó a ella con una sonrisa.

– Intenta no parecer como si te hubieras tragado un erizo -murmuró.

– No seas injusto. Te lo has ganado y no te guardo rencor por tu popularidad.

– Mentirosa -susurró en el oído de la joven y su cálido aliento le produjo escalofríos.

Más tarde, Minnie observó que algo le pasaba a Luke. La sonrisa se había convertido en una mueca y tenía la frente perlada de sudor.

Entonces se acercó discretamente y lo alejó de una chica que intentaba coquetear con él.

– Es hora de irse a casa.

– Tonterías, me encuentro bien.

– No es verdad, te duele mucho, y como buena madre que soy te llevaré a casa.

Luke asintió, incapaz de negarse. Minnie dijo unas palabras a Netta y luego bajaron al piso.

– Sabes lo que están comentando ahora, ¿verdad?

– ¿Porque nos hemos marchado temprano? -preguntó Minnie.

– Sí. Seguro que mañana Netta espera un anuncio formal. ¿Qué le dirás?

– Nada. Me limitaré a sonreír enigmáticamente. Eso la volverá loca.

Luke se echó a reír al tiempo que indicaba el brazo y la mano vendados.

– Mírame. ¿Cómo se imagina Netta que yo podría…?

– Como lo hace un erizo, con mucho cuidado.

Luke volvió a reír, pero a Minnie no se le escapó la mueca de dolor.

– ¿Por qué no dijiste que no te encontrabas bien?

– Supongo que por un estúpido orgullo. He estado ejercitando el brazo y posiblemente me excedí un poco.

– Más que un poco. ¿Has tomado los calmantes?

– No, pensé que ya era hora de empezar a prescindir de ellos.

– Deja que los médicos lo decidan.

Minnie le llevó un vaso de agua mineral y dos calmantes que Luke tomó de inmediato.

– Creo que debes irte a la cama. Vamos, yo te ayudaré -dijo la joven.

Luke le pasó el brazo por los hombros y entraron en el dormitorio. Con una expresión absolutamente impersonal, le quitó la ropa hasta dejarlo en calzoncillos. Luego lo acomodó sobre las almohadas y lo cubrió con la colcha.

– Lo siento -suspiró Luke.

– No seas tonto -replicó ella al tiempo que se sentaba en la cama, junto a él-. No debí haber permitido que fueras a la fiesta. ¿Quieres que me marche para que puedas dormir?

– No, quédate y cuéntame algo -murmuró.

– ¿Como qué?

– Dime, ¿fue cierto lo que dijiste? -preguntó de improviso.

La joven lo miró intrigada.

– ¿Decir qué?

– La noche de la explosión dijiste: «¡Oh, Dios, otra vez no!» ¿O lo soñé?

En ese instante, Minnie comprendió lo que quería decir. Desesperada al verlo en el suelo y cubierto de sangre, lo había acunado en sus brazos con una intensa sensación de haber vuelto al pasado. A ese día. Y durante un instante terrible, Minnie no supo a cuál de los dos estrechaba contra su pecho.

Un nudo en la garganta le impedía contestar la pregunta de Luke. Tras dejar caer la cabeza entre las manos, se quedó inmóvil con los ojos cerrados hasta que sintió que una cálida mano le acariciaba suavemente los cabellos.

– Cuéntame.

– No puedo -dijo con la voz enronquecida.

– Minnie, tienes que contárselo a alguien o vas a enloquecer. ¿Qué es lo que has estado ocultando tanto tiempo? ¿Por qué no puedes hablar de ello?

– Porque no puedo. ¡No puedo! -exclamó con vehemencia.

– Confía en mí, carissima. Puedes contarme cualquier cosa. Soy tu amigo.

Luke pensó que volvería a rehusar, pero Minnie alzó la cabeza con un estremecimiento.

Sus ojos estaban anegados en lágrimas. Y, tras una larga pausa, comenzó a hablar.

CAPÍTULO 9

– AMABA a Gianni -dijo suavemente-. Con todo mi corazón. Estábamos muy unidos, de todas las formas en que un hombre y una mujer pueden estarlo. Nos reíamos de las mismas cosas, veíamos el mundo con una misma mirada y todo era perfecto cuando hacíamos el amor. Pero el último año las cosas comenzaron a estropearse. Mi carrera de pronto había despegado y tuve que dedicarle mucho más tiempo. A él nunca le había importado, pero empezó a irritarse por mis continuas ausencias. Incluso cuando estaba aquí tenía que continuar con mi trabajo. Gianni se resintió y empezaron las discusiones.

– Comprendo -murmuró Luke.

– Al final, parecía que no sabíamos hacer otra cosa más que reñir -prosiguió la joven-. Tras una de esas peleas, acordamos hacernos un espacio sólo para nosotros; un acuerdo que intenté respetar. Un día decidimos pasar la mañana en la cocina preparando una comida muy apetitosa que disfrutaríamos juntos. Pensábamos que algo tan sencillo como eso ayudaría a solucionar nuestros problemas. Pero a última hora me llamaron para que representara a un cliente en un caso de urgencia.

»Tuvimos una horrible pelea. Gianni dijo que si me marchaba sería el fin de lo nuestro y que no me volvería a ver en la vida. Le dije que me parecía muy bien porque ya estaba harta de él. Entonces salí apresuradamente para llegar a tiempo a la reunión con mi cliente. Él me siguió a la puerta y me llamó a voces, luego bajó la escalera y salió corriendo a la calle. Yo oí que me llamaba, pero estaba tan furiosa que ni siquiera me volví a mirarlo. Así que no supe cómo sucedió, solamente oí un ruido como un golpe sordo, el chirrido espantoso de los frenos de un vehículo y los gritos de la gente en la calle.