– ¿Te refieres a que vivimos a mucha distancia?
Murat asintió.
– Ellos viven en la Costa Este, ¿no?
– Sí, yo me fui a vivir a Chicago porque es más fácil aguantar las críticas poniendo cierta distancia.
– ¿Acaso a tus padres no les hace gracia que seas veterinaria?
– Lo cierto es que no. Ellos preferirían que me hubiera casado con un senador, pero a mí no me interesaba lo más mínimo.
Daphne lo había dicho con naturalidad, como si lo que su familia esperara de ella no le importara lo más mínimo, pero Murat detectó dolor en sus ojos. Dolor por no cumplir con sus expectativas, dolor porque su familia no la aceptara tal y como era.
Daphne siempre había sido una mujer testaruda, voluntariosa y orgullosa y, por lo que se veía, nada de eso había cambiado. Su físico sí lo había hecho. Ahora tenía el rostro más delgado y los rasgos más definidos. Mientras que con veinte años había sido una belleza en ciernes, ahora era una belleza en todo su esplendor. Además, era una mujer muy segura de sí misma, algo que agradaba mucho a Murat.
– Durante los últimos dos años he estado estudiando psicología canina -le confío Daphne muy contenta.
– Nunca había oído hablar de eso.
– Te encantaría. Estudiamos por qué los animales actúan como lo hacen, qué circunstancias combinadas con su personalidad los hacen actuar, por ejemplo, de manera agresiva, comerse los muebles o no aceptar a un recién nacido.
Murat no se podía creer que aquella información estuviera al alcance de los humanos.
– ¿A eso te dedicas actualmente?
– Más o menos. He aprendido cosas muy interesantes para domesticar a los machos dominantes -comentó Daphne divertida-. Me parece que algunas de esas técnicas me van a venir muy bien para domesticarte a ti.
– ¿Y para qué quieres domesticarme? Yo creo que ninguno de los dos queremos que me domestiques.
– No sé… -balbuceó Daphne.
– Pues yo, sí.
– Pareces muy seguro de ti mismo.
– Ventajas de ser el macho dominante.
Daphne se quedó mirándolo intensamente. En ese momento, Murat sintió que la deseaba con todo su cuerpo y se sorprendió. ¿Después de tanto tiempo? Siempre se había preguntado qué ocurriría si la volviera a ver, pero no esperaba sentir aquella desesperada necesidad de tocarla, de besarla, de tomarla.
– Pareces un depredador -comentó Daphne-. ¿En qué piensas?
– Estaba preguntándome si todavía le dedicas tiempo a la escultura.
Daphne sabía perfectamente que no era cierto, que no estaba pensando en eso, pero contestó de todas maneras.
– Me sigue encantando esculpir, pero no siempre tengo tiempo.
– Ahora que lo pienso, voy a hacer que te traigan arcilla. Así, durante el tiempo que estés aquí, podrás dedicarte a ello.
– ¿Cuánto tiempo tienes pensado mantenerme encerrada aquí?
– Todavía no lo he decidido.
– Entonces, de verdad, tenemos que hablar de Brittany.
Justo en aquel momento, las enormes puertas doradas se abrieron y entró un ejército de criados con varios carros.
– La cena -anunció Murat poniéndose en pie.
Murat había dejado el menú a elección de su cocinero, que no lo defraudó en absoluto. A Daphne también le encantó la cena, a juzgar por el gusto con el que se había tomado el postre de chocolate.
– Estaba todo increíble -comentó-. Si viviera aquí, me pondría como una foca.
– No siempre comemos tanto -sonrió Murat.
– Menos mal. Mañana voy a tener que hacer cincuenta vueltas corriendo al jardín -contestó Daphne dando un trago al vino-. A menos que para mañana ya me hayas devuelto mi libertad.
– ¿Otra vez con eso?
– Por supuesto. No pretenderás tenerme aquí para siempre.
– No te creas que no se me había pasado por la cabeza volver a utilizar el harén -bromeó Murat.
Daphne lo miró con los ojos muy abiertos.
– Qué gracioso -comentó rezando para que estuviera bromeando-. Para que lo sepas, no tengo ninguna intención de presentarme voluntaria.
– Al principio, a casi ninguna mujer le hace gracia, aunque es un gran honor, pero, con el tiempo, llegan a disfrutar de esta vida de lujo y placer. ¿Qué más se puede pedir?
– ¿Libertad y autonomía, quizá?
– Saberse deseada por un hombre confiere mucho poder. Las mujeres inteligentes han aprendido a utilizarlo en su provecho para, así, gobernar sobre el gobernador.
– A mí nunca se me han dado bien esas cosas. Además, no me interesa estar en segundo plano. Yo quiero estar en el mismo escenario, ser una igual con mi pareja.
– Eso no podrá ser. Yo seré el rey de Bahania, con todas las ventajas y desventajas del puesto.
¿Desventajas? Daphne nunca había pensado que ser rey tuviera desventajas.
– ¿Qué tiene de malo ser rey?
– No es que tenga nada malo, pero tienes muchas limitaciones y normas que cumplir además de un montón de responsabilidades.
– Por ejemplo, estar siempre de cara al público y hacer siempre lo correcto.
– Exacto.
– Casarte con una adolescente a la que ni siquiera conoces no es lo correcto, ¿verdad?
– Mira que eres insistente.
– Y testaruda -le recordó Daphne-. Quiero mucho a mi sobrina y estoy dispuesta a hacer lo que sea por ella.
– ¿Incluso disgustarme?
– Por lo visto, sí -contestó Daphne encogiéndose de hombros -. ¿Me vas a cortar la cabeza por ello?
– Sabes que no, pero voy a tener que hacer algo para que te convenzas de mi poder.
– Tengo muy claro que tienes mucho poder, pero yo creo que deberías utilizarlo para bien – dijo Daphne inclinándose hacia él-. Venga, Murat, ahora estamos solos. Dime la verdad. ¿En serio te querías casar con una jovencita a la que ni siquiera conoces?
– ¿No se te ha ocurrido pensar que, tal vez, quisiera a mi lado a una jovencita descerebrada que siempre me obedeciera?
Daphne dio un respingo.
– Brittany no es una descerebrada y te aseguro que jamás hubiera obedecido tus órdenes. Estás intentando molestarme, ¿verdad?
– ¿Lo estoy consiguiendo?
– Más o menos -contestó Daphne arrellanándose en la silla-. No quiero que te cases con Brittany.
– No puedes impedírmelo.
– Te equivocas. Haré todo lo que esté en mi mano para impedírtelo.
Murat la miró divertido.
– Soy el príncipe heredero de Bahania. ¿Quién eres tú para amenazarme?
Buena pregunta.
Tal vez fuera la oscuridad o la compañía o, quizá, simplemente el alcohol, pero Daphne sentía la cabeza muy ligera. Había tomado un vino diferente con cada plato. Quizá fue, precisamente, el vino lo que le dio valor para ponerlo en su sitio.
– Eres un macho dominante y te dedicas a marcar tu territorio con orina. Eso es lo que Brittany es para ti. Un árbol en el que orinar -le espetó furibunda.
Murat la sorprendió echando la cabeza hacia atrás y estallando en carcajadas.
– Anda, vamos a dar un paseo -dijo poniéndose en pie-. A ver si se te baja el alcohol de la cabeza. Así, tendrás oportunidad de contarme todas tus teorías para domesticar a hombres como yo.
Daphne se puso en pie y lo miró.
– No estaba de broma. Te estás comportando como un pastor alemán con un problema territorial. No te vendría mal un adiestramiento de obediencia para mantenerte a raya.
– No soy yo el que debe mantenerse a raya.
– ¿Me estás amenazando? -dijo Daphne dando un paso hacia él.
Por desgracia, sus pies no obedecieron y Murat tuvo que agarrarla para que no perdiera el equilibrio.
– Hablas de domesticarme, pero no estoy seguro de que eso sea lo que quieres en realidad. Un hombre domesticado no haría esto -comentó Murat besándola.
Daphne se dijo que un beso no era nada, pero lo cierto era que sentía el cuerpo entero en llamas y una desesperada necesidad en las sienes que la hizo abrazarse a él para no perder el equilibrio.
Por supuesto, se habían besado antes, pero parecía que hubiera sido hacía una eternidad. Entonces, Murat la había abrazado con ternura y la había besado con suavidad, pero en esta ocasión no fue así.
Ahora la estaba besando con una pasión que a Daphne la estaba dejando sin respiración. Quería más. Murat la tomó entre sus brazos y la apretó contra su cuerpo.
Daphne se apretó contra él y saboreó el calor y la fuerza que emanaban de aquel hombre, besándolo con la misma fiereza que él la estaba besando a ella.
«Más, por favor, más», aprobó Daphne en silencio.
Sin embargo, no hubo más. Murat se apartó y Daphne no tuvo más remedio que abrir los ojos y recuperar el equilibrio.
– Supongo que en estos momentos Brittany ya estará en Nueva York -comentó Murat.
El repentino cambio de conversación tomó a Daphne por sorpresa. ¿Acaso no iban a hablar del beso? ¿Tal vez no iba a haber más?
Por lo visto, no.
– Lo que te dije de que me iba a casar con una mujer de la familia Snowden lo dije muy en serio.
– Pues vas a tener que cambiar de planes porque Brittany no se va a casar contigo.
– ¿Estás segura de eso? -preguntó Murat mirándola con intensidad.
– Completamente -contestó Daphne muy segura de sí misma.
– Como quieras -dijo girándose y yéndose.
Daphne no pudo conciliar el sueño hasta pasadas las dos de la madrugada, pues no podía relajarse.
Aunque se repetía una y otra vez que debería estar contenta porque, por fin, Murat parecía haber entrado en razón en lo que a Brittany se refería, no se fiaba de él.
¿Había dejado que se saliera con la suya así de fácil? Aquello no era propio de Murat.
Cuando se levantó a la mañana siguiente, se dio cuenta de que estaba bastante cansada. Cuando olió café recién hecho, se puso la bata y se apresuró a ir al salón, donde, efectivamente, encontró preparado su desayuno.
Dejando para más adelante la fruta y el pan, se sirvió una buena taza de café y se dispuso a leer la prensa.
Bajo el Usa Today estaba el periódico nacional de Bahania. Al retirar el de su país, gritó horrorizada, pues en la portada del local aparecía una fotografía suya y debajo un titular en el que se anunciaba su compromiso de boda con Murat.
Capítulo 4
Lo voy a matar! -gritó Daphne dejando la taza de café sobre la mesa-. ¿Cómo se atreve? ¿Pero quién se cree que es?
No se lo podía creer. La noche anterior Murat se había mostrado agradable, divertido y sensual, pero en realidad la había estado engañando.
Daphne se puso en pie furiosa. La había besado. La había tomado entre sus brazos y la había besado y ella se había derretido pensando en el pasado mientras Murat tenía muy claro lo que iba a hacer.
– Canalla.
Al fijarse detenidamente en el artículo de prensa, comprobó que estaba escrito en perfecto inglés y que daba todo lujo de detalles sobre su anterior compromiso con Murat.
– Estupendo, ahora voy a tener que revivir todo aquello -murmuró tirando el periódico-. ¿Me estás escuchando, Murat? -gritó-. De ser así, quiero que sepas que has ido demasiado lejos. No me puedes hacer esto. No te lo voy a permitir.
Nadie contestó.
En aquel momento, sonó su teléfono y Daphne contestó convencida de que era Murat.
– ¿Sí?
– ¿Cómo has podido hacerme esto? -dijo una voz conocida al otro lado.
– ¿Laurel?
– Sí, soy yo -contestó su hermana-. Daphne, siempre tienes que fastidiarlo todo. Lo has hecho adrede, ¿verdad? Lo querías para ti.
Daphne tardó unos segundos en darse cuenta de que su hermana ya lo sabía todo.
– ¿Te has enterado de lo de la boda?
– Por supuesto. ¿Te creías que ibas a poder mantenerlo en secreto?
– Por supuesto que no. Para empezar, porque no va a haber ninguna boda.
¿Cómo demonios se había enterado su hermana con la diferencia horaria que había entre Bahania y Estados Unidos?
– ¿No deberías estar durmiendo?
– Claro, como si pudiera dormir después de esto -contestó Laurel furiosa-. No entiendo cómo le has podido hacer esto a Brittany. Yo creía que la querías.
– Claro que la quiero -contestó Daphne sinceramente-. Por eso precisamente no quería que se casara con Murat.
– Ya veo que lo tenías muy claro, ¿eh? Ahora lo tienes para ti sólita. No me puedo creer que mi propia hermana me haya dado semejante puñalada por la espalda.
Daphne agarró el auricular con fuerza.
– Esto es una locura. Laurel, piensa con la cabeza, por favor. ¿Por qué demonios iba yo a querer casarme con Murat? ¿Acaso no lo dejé plantado hace diez años?
– Sí, pero supongo que te arrepientes de haberlo hecho y estabas esperando la oportunidad para volver a aparecer en su vida.
– Aquello fue hace diez años. ¿No te parece que he tenido todo el tiempo del mundo para volver a aparecer en su vida cuando me hubiera dado la gana?
"Un Oasis de Placer" отзывы
Отзывы читателей о книге "Un Oasis de Placer". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Un Oasis de Placer" друзьям в соцсетях.