Vio el bostezo de aburrimiento fingido de Mitch y se echó a reír.

– Está bien, no más filosofía. Estás en esto y no hay más que decir -alzó una ceja oscura-. Todo por culpa de Britt, ¿no? -movió la cabeza-. Siempre andas metido en líos por culpa de alguna mujer.

– No puedes comprenderme porque no tienes corazón. No sabes nada del amor y nunca te ha importado una mujer lo suficiente para cambiar tu vida.

Kam desvió la mirada para que Mitch no viera ningún indicio de la emoción en sus ojos. Mitch no sabía nada de Elaine. Kam no solía desahogar su tristeza con otros, ni siquiera en alguien de su familia. No tenía sentido mencionarlo en ese momento. Elaine estaba muerta y toda esa parte de su vida también estaba muerta. Así debía quedarse.

– De cualquier manera, estoy haciendo todo lo que puedo y conozco a todos los jueces de ese tribunal de modo que hay muchas posibilidades de que pueda abogar por vosotros de manera efectiva. Sin embargo, hay un punto muy peligroso y creo que podría echar a perder todo el asunto.

– ¿Cuál es? -Mitch lo miró muy serio y Kam suspiró.

– Gemelas y el hecho de que Britt sea soltera -movió la cabeza-. No lo sé, Mitch. Si se tratara de sólo una criatura, la soltería de Britt sería un problema, pero podríamos resolverlo. Con gemelas… será muy difícil convencer a cualquier juez de que podrá criarlas y educarlas sola.

– Entonces, ¿la solución es…? -preguntó Mitch sin expresión.

– Tiene que casarse.

Mitch cerró los ojos y soltó una maldición.

– ¿Debo pensar que el matrimonio no forma parte de tu juego? -preguntó con sorna.

– Vamos, Kam -Mitch miró a su hermano con tristeza-. Todavía no estoy listo para casarme. Quizá algún día, ahora no -se contorsionó en la silla-. Britt es una mujer maravillosa y le tengo cariño, pero no puedo casarme con ella.

– Nadie te ha pedido que lo hagas.

Mitch y Kam se volvieron y vieron a Britt en la puerta observándolos con los ojos fríos y duros como una piedra. Mitch comenzó a levantarse, pero ella le indicó que se quedara donde estaba, sin dejar de mirar a Kam.

– Dime lo que realmente piensas -dijo tranquila-. ¿Qué posibilidades tengo?

– Soltera, quizá una entre diez -la miró de frente-. Casada, diría que tienes un noventa por ciento de posibilidades de que te den a las dos niñas.

– Muy bien, me casaré -asintió despacio.

Kam miró a Mitch y luego a Britt.

– Tienes a alguien en mente? -le preguntó Kam-. Cuanto antes se haga tanto mejor será.

– Tengo a varios en mente -asintió calmada. Miró a Mitch y no pudo evitar una puya-. No eres el único hombre que conozco. Ni siquiera eres el único que se ha mostrado interesado en mí.

– Lo sé -protestó Mitch con angustia-. Pero, Britt, no puedes casarte con alguien para quedarte con las pequeñas.

– Puedo -levantó la barbilla y lo miró con los ojos entrecerrados-. Y lo haré.

Mitch comenzó a decir algo, pero se mordió la lengua. Se volvió hacia su hermano y se sorprendió al ver que se estaba riendo de él.

– ¿Qué? -exigió resentido-. ¿Qué diablos te parece tan divertido?

– Nada -Kam levantó las manos y sonrió-. Nada en absoluto -se puso de pie y le habló a Britt-. Me voy. Quiero pasar por el juzgado. Te llamaré cuando sepa algo más.

– Hasta luego -respondió Britt-. Gracias por tu ayuda. No sabes cuánto la aprecio -lo siguió hasta la puerta.

Mitch no dijo nada. No se movió de donde estaba. Tenía la mirada fija en la mesa. Su mente trabajaba deprisa, aunque no lograba llegar a ninguna parte.


Mitch seguía igual de malhumorado tres días después mientras permanecía sentado en la sala de Britt y la observaba hacer los preparativos para la fiesta que iba a ofrecer aquella noche. Había invitado a Jimmy y a Lani para que la ayudaran a cuidar a las criaturas durante la fiesta y ellos se habían presentado temprano para tener todo listo. Faltaba sólo media hora para que los amigos de Britt llegaran.

– Es una idea terrible -gruñó Mitch mientras Britt guardaba la aspiradora en su caja-. Es como una audición para una obra de teatro.

– No tienes que estar presente -le recordó y apretó la boca-. De hecho, no recuerdo haberte invitado.

– ¿Bromeas? Esas criaturas todavía no son tuyas. Siguen siendo de los dos y me aseguraré de que no hagas ninguna locura.

– No voy a hacer ninguna locura. Esta es la única manera. Necesito casarme con alguien y quiero examinar todas las posibilidades que tengo antes de tomar una decisión -empujó a Mitch para poder quitarle el polvo a la mesita para el café. Mitch la miró con resentimiento.

– No comprendo nada. Pareces una mujer racional. Insistes en decir que te gusta estar a cargo de todo, pero estás dispuesta a que algún hombre a quien ni siquiera amas, comparta tu vida y te la arruine -se enderezó echando chispas por los ojos-. Y rechazas mi estupenda idea.

– ¿Qué? ¿Te refieres a tu patético plan de que contrate a un extraño para que finja ser mi esposo? ¡Por favor!

– Tiene lógica. Si contratas a alguien, recibirá un sueldo y no tendrá derecho a decidir cómo has de vivir tu vida.

– Ése es precisamente el problema -lo miró a los ojos antes de desviar la cabeza para evitar que Mitch la hipnotizara con sus maravillosos ojos azules-. Necesito algo más que un nombre en un documento. Voy a educar a dos niñas y ellas necesitan un padre.

– Pero yo siempre estaré aquí, justo al otro lado del pasillo.

– Por supuesto -giró los ojos-. Hasta que empieces a salir con otra mujer y desaparezcas -se inclinó y lo tocó el pecho con un índice-. Y no te enfades ni insistas en que no eres un donjuán. Sé quién eres, Mitch y también sé que les tienes mucho cariño a las niñas. Pero soy realista y sé que las buenas intenciones pierden fuerza con el paso del tiempo.

Se encogió de hombros y se enderezó.

– El matrimonio es un compromiso. Esas niñas necesitan un padre para siempre, no un tío amable de vecino. Además, nos cambiaremos de casa porque necesitamos una casa con jardín.

– Una casa con jardín -gruñó y se dirigió al bar para sacar una botella de whisky.

– Oye, no dejes que Britt te vea bebiendo -dijo Lani al salir de la habitación con un florero lleno de flores recién cortadas-. Esa es una de las cosas que vamos a usar para calificar a los posibles padres. Se servirá vino, pero se borrará de la lista al que trate de beber más de una copa.

– Muy bien -dijo y se sirvió bastante-. Danna y Danni no necesitan un padre borracho -añadió después de darle un trago-. Estoy totalmente de acuerdo en eso.

Lani le sonrió con conmiseración y él asintió. Mitch se dijo que era una joven muy atractiva cuando se arreglaba. Aquella noche no llevaba puesta la gorra de béisbol acostumbrada y llevaba un vestido suelto amarillo que mostraba sus piernas y brazos bien torneados. Mitch dio su aprobación al aspecto más femenino de la chica.

– Eso quizá signifique que soy un machista -murmuró para sí cuando ella salió de la habitación.

Los invitados fueron llegando uno a uno y pronto la habitación se llenó de conversaciones.

– ¿De dónde has sacado a todos estos tontos? -le preguntó Mitch a Britt cuando ella pasó frente a él con un plato lleno de champiñones rellenos.

Ella se detuvo y le sonrió. Estaba despampanante.

– Se me ha ido de las manos -aceptó contenta-. Pensaba invitar sólo a los hombres que me habían invitado a salir este año, pero otros se enteraron y pidieron que los invitara -rió-. No sabía que había tantos hombres interesados en mí. ¿No te parece gracioso?

Por supuesto -murmuró aunque ella no esperó a que le contestara.

Por lo menos había una docena de hombres que rodeaban a Britt como si fueran buitres. Desde luego, Gary era el peor, sobre todo porque estaba muy seguro de que iba a ganar sin el menor problema.

– No es una competición -le dijo a Mitch con orgullo masculino-. Sé que me quiere a mí. Es decir, yo ya le he dicho que quiero casarme con ella. Pero ya sabes que ella tiene que seguir con esta farsa para que crean que es imparcial.

– Tengo que decir lo contrario -protestó Adam Arnett, otro candidato que Britt había sacado del club de catadores de vino y queso al que estaba afiliada-. Tengo el ojo puesto en esa mujer desde que compartimos nuestro primer Beaujulais hace meses. Observa su estilo, su gracia -suspiró con la cabeza ladeada-. Estará fabulosa en mi casa recién renovada de la playa. Y en calidad de anfitriona para la cena anual que ofrezco cuando se inicia la temporada de ópera. Todos los amantes de la música clásica brindarían por ella.

– Qué me dices de las criaturas? ¿Qué piensas hacer con ellas?

– ¿Bebés? -Adam frunció el ceño un momento-. ¿Ah, esas gemelas adorables que mencionó? Imagínalas vestidas igual con encaje blanco. Estarán fabulosas…

Las pequeñas aparecieron en ese momento en brazos de Jimmy y de Lani quienes circularon entre los invitados para que todos tuvieran la oportunidad de verlas.

– Brin tiene que ver si realmente les gustan los niños -le murmuró Lani a Mitch-. Dale una oportunidad. Sólo está intentando hacer lo mejor.

Mitch hizo una mueca, después vio que Bob Lloyd, el contable de Britt, tenía una cajetilla de cigarrillos en el bolsillo de su camisa.

– Mira. Él fuma -señaló al culpable para que Lani lo viera-. Táchalo de la lista. No permitiré que Danni y Donna queden expuestas al humo.

– Muy bien, se lo diré a Britt -Lani asintió.

– Ya me había dado cuenta -comentó Britt a sus espaldas-. En este momento tengo otras preocupaciones -le murmuró a Mitch y le dio un golpecito en las costillas-. Estás bebiendo mucho.

– Puedo beber todo lo que quiera. Recuerda que yo no estoy solicitando el empleo.

– En caso contrario, serías el último en la lista -lo miró con enfado.

– ¿De verdad? -la retó a que lo confirmara.

Britt titubeó, luego se volvió y saludó a otra persona. Mitch se quedó atrás y la observó mientras intentaba dominar su irracional enfado.

No tardaron en volver a acostar a las gemelas, pero parecía que la fiesta nunca iba a terminar. Mitch llenaba su vaso con frecuencia y conforme pasaba el tiempo más enfurruñado estaba. Había demasiados hombres y todos trataban de impresionar a Britt, todos, con excepción de Gary que se había declarado el ganador desde el principio y que en ese momento acompañaba a Lani. Le hablaba de los planes que tenían para. montar una nueva ala en el museo que dedicarían a la historia de los viajes por aire. Lani parecía más interesada de lo normal, acababa de reñir con Jimmy.

Mitch había presenciado el desarrollo de la discusión. Había presentido la explosión, pero lo más gracioso era que él habría hecho justo lo que Jimmy había hecho y habría dicho lo mismo a pesar de que era consciente de lo equivocado que su sobrino estaba. Era como si los papeles que Jimmy y Lani representaban hubieran estado escritos en las estrellas.

¿Eso había ocurrido entre él y Britt? Había él seguido algún patrón que tenía desde hacía demasiado tiempo? ¿Era el momento de romper el molde y pensar de manera diferente? No lo sabía. Era hora de beberse otro whisky.

Debería dejar de beber. No solía hacerlo, pero ese era un caso especial. La mujer que él amaba estaba a punto de elegir a otro para que fuera su esposo.

¿Qué? Movió la cabeza. ¿Realmente había pensado lo que creía? No, no era el momento de dejarse llevar por tonterías. Estaba ahí para asegurarse de que Britt hiciera lo correcto. Deseó averiguar qué era lo correcto.

Vio que Britt sonreía y reía con los otros hombres y quiso incorporarse al grupo, agarrarla y llevársela de allí.

– Me gustaría amarrarte a una liana, soltar un grito de la jungla y salir de aquí -dijo en voz alta.

– No permitas que yo te detenga -dijo alguien a su espalda.

Se volvió y vio a Rick Sudds, un joven al que Britt debía haber conocido en su gimnasio. Mitch lo había catalogado como un hombre de muchos músculos y poco intelecto.

– Anda, vete -dijo Rick-. Cuanto antes os vayáis todos, antes tendré la oportunidad de demostrarle lo que tengo que ofrecerle -se contoneó-. Pero mis talentos resaltan en la intimidad, creo que sabes a qué me refiero.

Mitch masculló una obscenidad y se volvió, pero Rick todavía no había terminado.

– Desde hace tiempo he estado impaciente por estar a solas con esa mujer, pero ella me ha mantenido a cierta distancia. Sé que me desea. Todas quieren lo mismo, ¿comprendes? Hasta ahora ha actuado como una puritana, pero en cuanto le enseñe lo que tengo, me suplicará que le dé más. Si puedo alejarla un minuto deslizaré la mano por debajo de su blusa y podrás oír sus gemidos desde aquí. Yo…

Mitch lo hubiera golpeado antes si no hubiera bebido tanto. Pero tal como estaba tuvo que equilibrarse antes de atacar.