– Allie-dijo con la mirada clavada en la de ella, para que pudiera leer la sinceridad de sus palabras-. No puedo negar que despiertas mi lujuria. La pasión. Pero no estoy confundiendo eso con el amor. Quizá me he precipitado al decirte lo que siento, pero no podía ocultarlo por más tiempo. -Le acarició el rostro con la yema de los dedos-. Te aseguro que «te amo» no son palabras que digo a la ligera o con frivolidad. Es más, excepto a mi madre y a mi hermana, nunca se las he dicho a ninguna otra mujer.

– Se tarda más de una semana en enamorarse, Robert.

– No estoy de acuerdo. Existen mujeres a las que conozco hace meses, años incluso, y que nunca me han inspirado ni una fracción de lo que sentí por ti desde el momento en que te vi.

El rostro de Allie adquirió una expresión casi desesperada.

– Robert, créeme. No… no sabes nada del amor.

– Permíteme disentir. Lo sé todo del amor. He vivido con él, lo he sentido, todos los días de mi vida. Mira a mi familia, no puedes haber pasado una hora en su compañía y pensar que no sé lo que es el amor. Me parece que la pregunta es: ¿sabes tú lo que es el amor?

Los ojos de Allie perdieron toda expresión.

– Sí. Lo supe una vez. Y fue suficiente.

Robert negó con un firme movimiento de cabeza.

– Eso no era amor. Eso era una adoración unilateral hacia un supuesto héroe de la que alguien se aprovechó de la manera más despreciable. Eso eran mentiras y engaños. El amor es compartir. Es felicidad y risas.

– No, el amor es una agonía. Y no quiero volver a tener nada que ver con él. -Le temblaba el labio inferior y su actitud se volvió suplicante- Robert… por favor. No quiero herirte.

– Entonces acepta mi amor. Y ámame. -Le rodeó el rostro con las manos-. Cásate conmigo.

Allie lo miró en silencio, consternada, mientras sus palabras resoban en su mente como un canto de muerte. «Cásate conmigo. Cásate conmigo.»

Dios, ¿cómo podía haber permitido que las cosas llegaran hasta ese extremo? Robert la miraba con ojos oscurecidos y serios, y terriblemente expectantes. Terrorifícamente esperanzados. Allie intentó alejarse de él, de su mirada absorbente e implacable, pero él la agarró por los hombros y la detuvo.

La furia le corrió por las venas. Maldición, estaba cansada de hombres que creían poder controlarla en todos los aspectos. Sus movimientos o su futuro.

Alzó la barbilla desafiante.

– Te dije antes de embarcarnos en nuestra aventura que no tenía ningún deseo de volver a casarme. Quería un amante, nada más. No estoy pensado en «para siempre». ¿Por qué no podemos simplemente disfrutar el uno del otro mientras estoy aquí?

– Podemos. Pero yo sí estoy pensando en «para siempre». Y quiero que sea contigo. ¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que no sientes nada por mí?

El alma se le cayó a los pies. Quería negarlo. Desesperadamente. Pero ¿podía? Dios, no. De alguna manera, aún sabiendo que era un error y a pesar de todas las advertencias, había llegado a quererlo. Mucho. Una carcajada seca casi la ahogó. ¡Qué estúpida podía llegar a ser! ¿Cómo había llegado a creer que podía meter a ese hombre en su cama, en su cuerpo, y esperar que su corazón no tuviera nada que decir?

Pero no quería ni podía arriesgarse de nuevo. Dios bendito, era el mismo, exactamente el mismo error que había cometido con David: permitir que su corazón dominara su cabeza respecto a un hombre al que casi no conocía. Un hombre con secretos que se había abstenido de confesarle. ¿Cuántas veces más tendría que cometer exactamente el mismo error para aprender? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cinco? ¿Una docena?

«Cero.»

No volvería a cometer el mismo error. No importaba lo que quisiera su corazón. De su corazón, como había aprendido por las malas, no se podía fiar.

– Es evidente que no puedo negar que me resultas atractivo… -comenzó.

– No es eso lo que te he preguntado. -La mirada de Robert era en parte feroz y en parte confusa, y Allie sintió que su corazón se enternecía de una forma en que jamás lo había hecho-. ¿Puedes decirme sinceramente que no lo sientes? ¿La magia que hay entre nosotros? ¿Cómo es posible, cuando yo la siento cada vez que respiro, con cada latido?

– Me… me importas -dijo Allie-. Eres un amante generoso y excitante, Pero eso es todo lo que quiero. Y todo lo que puedo dar a cambio.

Robert sacudió la cabeza como si quisiera ordenar sus pensamientos.

– Jesús. Pensaba… no, sabía que en cuanto hiciéramos el amor lo verías… lo notarías… -Le soltó el hombro y se pasó las manos por el rostro. Con los ojos cerrados, echó la cabeza hacia atrás. Cuando la bajó, sus miradas se encontraron y sus ojos brillaron de furia.

– ¿Cuánto tiempo, Allie? ¿Durante cuánto tiempo vas a permitir que ese canalla controle tu vida?

Allie se tensó.

– Si te refieres a David…

– ¿Si me refiero a David? -Dejó escapar una carcajada seca y sin alegría-. Claro que me refiero a David. Ha controlado tu vida desde la tumba durante los últimos tres años, desde tus acciones hasta la ropa que vistes. Lo mismo podría estar sentado en esta maldita habitación con nosotros. Tal como yo lo veo, ya has pagado tu deuda. Has pagado sus deudas. ¿Exactamente cuántos años más estás dispuesta a darle? ¿Cuánta felicidad más le vas a permitir que te robe?

Allie apretó los puños contra los costados.

– Tú no lo entiendes…

– Tienes razón. No lo entiendo. -Avanzó un paso hacia Allie y ella retrocedió involuntariamente. Hazme entenderlo, Allie. Hazme entender por qué no estás dispuesta a dejar atrás el pasado y a vivir de nuevo. Por qué quieres dejar que un error del pasado con un hombre que está muerto arruine lo que podríamos tener juntos.

– Es mi error del pasado lo que no estoy dispuesta a repetir.

– ¿Qué significa eso?

– Casi no nos conocemos.

Robert dejó escapar un prolongado resoplido.

– Te conozco, Allie. Has vivido en mi mente, en mi corazón, durante toda mi vida adulta. Lo único que tenía que hacer era encontrarte. No es necesario que sepamos todo el uno del otro para enamorarnos. En cuanto a mí, sé todo lo que necesito saber de ti. Sé que eres amable, leal, honesta. Me haces reír, me haces feliz. Ésas son las cosas importantes. Tenemos toda la vida por delante para enterarnos de lo demás.

– Es evidente que no he sido lo suficientemente clara. Debería haber dicho que yo no te conozco a ti lo suficientemente bien.

– Eso tiene facil remedio. ¿Qué querrías saber?

– ¿Qué querrías contarme?

La pregunta y el tono en que la hizo le hicieron sospechar, y sintió una repentina inquietud.

– No tengo ningún inconveniente en escuchar cualquier pregunta que quieras hacerme.

A Allie le pareció una respuesta muy evasiva, muy al estilo de David.

– Muy bien. Quiero que me expliques lo del incendio.

La expresión desapareció de los ojos de Robert y un músculo le tironeó en el mentón. Un silencio ensordecedor cayó sobre ellos, hasta que finalmente él lo rompió.

– ¿Puedo inquirir quién te lo dijo?

– No veo de qué serviría. Lo que importa es que no me lo dijiste tú.

– Pensaba hacerlo.

– ¿Sí? ¿Cuándo?

– Algún día.

Pero Allie podía verle la verdadera respuesta escrita en el rostro, la culpabilidad que le nublaba los ojos. Era evidente que no había planeado contárselo hasta después de que se casaran, cuando fuera demasiado tarde para que ella lo rechazara.

– Pasó hace mucho tiempo, Allie.

– ¿Qué pasó hace mucho tiempo?

– ¿Qué quieres saber en concreto?

– Podrías empezar explicándome cuál fue tu papel.

Robert la miró en silencio durante unos instantes antes de responder.

– No es algo de lo que me guste hablar.

El dolor y la furia combatían en Allie. Robert no se lo iba a explicar. Bueno, pues no pensaba aceptarlo.

– Sólo quiero saber una cosa, y quiero que me digas la verdad. ¿Provocaste el incendio?

Robert no contestó durante lo que pareció una eternidad. Su preocupado semblante mostraba claramente el conflicto que mantenía en su interior.

– Sí, así fue.

– ¿Fue un accidente?

– No. -Parecía que esa única y seca palabra se la hubieran arrancado del pecho. Yo inicié un incendio en un pueblo cercano. Un edifio ardió. Un hombre perdió la vida.

Allie notó que el rostro se le vaciaba de sangre.

– ¿No te llevaron a prisión?

– No. Mi familia tiene mucha influencia. -Parecía estar a punto de decir algo más, pero cerró los labios con fuerza. Emociones indescifrables le cruzaron el rostro y apretó los puños-. Esto es todo lo que puedo contarte.

Allie sintió que se le rompía el corazón. Era obvio que eso no era todo, que había aspectos del incidente que Robert no estaba dispuesto a compartir con ella. Dios, ¿cómo era posible sentirse tan insensible y al mismo tiempo tan dolorosamente herida? ¿Y por qué sentía esa ridícula pena por él? ¿Sería por la mirada torturada que había en sus ojos? ¿Por la manera en que parecía suplicarle en silencio algo que ella no acababa de entender?

Bueno, pues no debería sentir lástima de él. Acababa de admitir que había cometido un crimen. Y que no tenía intención de hablar con ella del asunto. Allie se sintió como si reviviera su peor pesadilla. Sí que era como David. «Exactamente igual a David, exactamente igual a David.»

Apartó la mirada de los tristes ojos de Robert y miró hacia la puerta en un claro gesto.

– Creo que sería mejor que salieras de mi dormitorio. Y que no regresaras.

Robert la agarró por los hombros y la obligó a mirarle. El dolor que sus palabras le causaba era evidente.

– ¿Quieres acabar nuestra relación?

– No puedo compartir estas… intimidades contigo por más tiempo. -A causa de un error en mi pasado. -A causa del tipo de error. Y porque no me hablaste de él. Me has pedido que pase el resto de mi vida contigo, y sin embargo me ocultaste deliberadamente información que tenías que saber que era muy importante, sobre todo en vista de mi propio pasado.

Robert dio un paso hacia ella y le tomó el rostro entre las manos, con su propio rostro tenso de emoción.

– Allie. Por favor. Dejemos nuestros respectivos pasados atrás, donde deben estar. Te amo. Tanto que duele. -Sus ansiosos ojos escrutaron el rostro de Allie-. ¿Me amas? -La pregunta pareció estallar desde su interior-. Si así es, si sientes lo mismo que yo, si confias en mí, juntos podremos conseguirlo todo. Si no me amas… -Se interrumpió y tragó saliva-. ¿Me amas?

¿Lo amaba? ¡No lo sabía! Tantas emociones encontradas se removían en su interior que sintió que le iba a estallar la cabeza. Había estado totalmente decidida a no amarle, a no sentir nada hacia él, pero de algún modo Robert había conseguido burlar sus defensas. Necesitaba tiempo para pensar, y no podía hacerlo con él allí, aumentando su confusión. Las dos únicas cosas de las que estaba segura eran que no quería amarlo y que no volvería a permitir que la hirieran.

Las manos de Robert se apartaron de su rostro.

– Supongo que ya tengo la respuesta.

– Robert. -Allie se apretó el estómago con las manos. Sentía la necesidad de decir algo, pero no sabía qué, ni siquiera estaba segura de por qué, a pesar de todo, experimentaba una necesidad inexplicable de consolarlo. De hacerle entender-. No sabes lo que se siente. Que te rompan el corazón, total y absolutamente.

Robert pareció mirar a través de ella.

– Estás equivocada, total y absolutamente -repuso en tono neutro. Se inclinó hacia delante, hasta que sus labios casi rozaron la oreja de Allie-. ¿Ves?, lo acabo de averiguar -le susurró. Su cálido aliento contrastaba con las frías palabras. Luego se volvió y cruzó la sala. Sin mirar atrás, salió de la habitación. La puerta se cerró tras él con un sonido que reverberó en el dormitorio con fúnebre irrevocabilidad.

Se había ido, y Allie supo que Robert había dejado algo más que su dormitorio, algo más que su sensual paréntesis. Se había marchado definitivamente. De su vida. No habría más noches colmadas de pasión, ni más días llenos de risas.

Un dolor angustioso, como no había experimentado nunca, la aplastó, dejándola sin aliento. Nada, jamás, había sido tan doloroso. Ni siquiera la traición de David. Le empezó a temblar todo el cuerpo se dirigió tambaleante hacia la cama. Se metió entre las sábanas como un animal herido, estremeciéndose y sintiéndose más perdida y sola que nunca en su vida.

Había hecho lo correcto. Para ambos… Había jurado no volver a casarse, no entregar nunca su corazón a alguien que pudiera pisotearlo. A un hombre que le ocultara cosas. Que fuera capaz de cometer un crimen.

E incluso si estuviera lo suficientemente loca como para dejar de lado todas las razones por las cuales él no era el hombre adecuado para ella, no podía pasar por alto el hecho de que ella no era la mujer adecuada para él. Una imagen de él jugando con sus sobrinos le pasó por la mente, y le causó un agudo dolor. Fueran cuales fueran los fallos de Robert, no se podía negar que era maravilloso con los niños. Y no podía olvidar que era un hombre que algún día querría, necesitaría, tener hijos propios.