Llamaron a la puerta. Caroline le dio un rápido beso en la mejilla.

– Debe de ser Allie. -Le dedicó una mirada escrutadora-. Espero que todo vaya… bien.

Él no contestó. Después de todo, ¿cuán bien podían ir las cosas? Aunque ya nada amenazaba la seguridad de Allie, entre ellos nada había cambiado.

Caroline fue hasta la puerta y la abrió.

– Entra -dijo a Allie con una sonrisa.

La mirada inquieta de Allie encontró inmediatamente la de Robert, y el corazón de éste se aceleró al verla. Se la veía pálida y preocupada.

Allie hizo un gesto a Caroline y se apresuró a acercarse, deteniéndose junto a la cama. Robert no podía apartar la mirada de ella, pero oyó el débil sonido que hizo Caroline al cerrar la puerta.

Allie le tomó de la mano, y una calidez le subió a Robert por el brazo cuando sus palmas se unieron.

– ¿Cómo te encuentras? -preguntó Allie.

– Estoy bien. -Al ver el ceño de la joven, puntualizó-: La cabeza me martillea y el hombro me duele espantosamente, pero aparte de eso, estoy totalmente en forma. El médico me ha asegurado que con unos cuantos días de reposo estaré como nuevo. Claro que no tengo intención de decírselo a Austin hasta que le haya convencido de darme unos cuantos cientos de puntos de ventaja en el billar. -Fingió toser débilmente-. Por estar tan terriblemente débil, ya sabes.

Como esperaba, la expresión preocupada de Allie se relajó un poco.

– Robert, yo… -Tragó saliva audiblemente y luego se aclaró la garganta-. Me has salvado la vida. Y casi pierdes la tuya por ello. ¿Cómo podría agradecértelo? No sé qué decir, cómo expresar mi gratitud adecuadamente.

Robert sí que vio la gratitud brillando en sus ojos, y se obligó a no esperar más que eso, recordándose que ella no compartía sus sentimientos.

– Dices: «Gracias, Robert» -le sugirió con una media sonrisa. Los ojos de Allie adoptaron una mirada tierna y cálida.

– Gracias, Robert.

– Y bueno, si tienes ganas, también podrías decir: «Eres terriblemente valiente, Robert.»

Los labios de Allie estaban a punto de sonreír.

– Eres terriblemente valiente, Robert.

– Y fuerte y viril. -Robert se aclaró la garganta fingiendo modestia-. Y muy atractivo.

– Y fuerte y viril -repitió Allie en un tono suave e íntimo que hizo que Robert se la quedara mirando-. Y extraordinariamente atractivo. Es más, creo que eres un hombre hermoso, si no pones objeciones a la palabra.

Robert se quedó inmóvil.

– Humm, no. Ninguna objeción.

– Pero no sólo hermoso por fuera -prosiguió Allie con los ojos fijos en él-. Hermoso por dentro. Amable, generoso y tierno. El hombre más maravilloso que he conocido.

El corazón de Robert le golpeó las costillas con fuerza, latiendo con una súbita esperanza.

– Debo decir que has conseguido ser muy buena en este juego de las repeticiones.

Allie no sonrió. Lo cierto es que nunca la había visto tan seria.

– Te dije que tenía miedo de repetir mis errores, y lo tengo. Y el mayor error que jamás he cometido fue alejarte de mí, creer que podría vivir sin ti. -Se llevó la mano de Robert a los labios y la besó-. Hoy casi te pierdo, y eso es un error que no volveré a cometer. Te amo, Robert. C.T.M.C. -Y apretándole la mano, le susurró-: Con Todo Mi Corazón.

– Allie. -Sólo consiguió articular esa palabra. Le tiró de la mano y ella se inclinó. Robert le tomó la cabeza por detrás, acercándola hasta que sus labios se encontraron. ¡Por fin!

Intentó levantar el otro brazo para rodearla, y un dolor que le hizo gemir le recorrió el hombro.

Allie se apartó, mirándolo con ojos afligidos.

– Te he hecho daño.

– Al contrario, me has hecho muy feliz. -Le acarició la suave mejilla con la yema de los dedos-. Humm, sólo para asegurarme de que no me equivoco en los detalles, por eso de la herida en la cabeza y esas cosas. Acabas de decir que me amas, ¿correcto?

Una hermosa sonrisa iluminó lentamente el rostro de Allie.

– Correcto. -Puso la mano sobre la mejilla de Robert, y éste aspiró el delicioso aroma a madreselva.

– Dios sabe que no quiero decir nada que haga peligrar esta reconciliación, pero hay un punto que necesitamos aclarar. Ahora. Para que pueda estar tranquilo. -Buscó una respuesta en sus ojos-. ¿Y lo referente a mi pasado, Allie? No puedo cambiar eso. Y aunque no quiero que haya secretos entre nosotros, hay cosas de aquella noche que no puedo explicarte.

La sonrisa de Allie desapareció y sus ojos se volvieron serios.

– Yo tampoco quiero secretos. Pero puedo aceptar que tengas razones de peso. Creo en tu integridad. Y confío en ti. Por completo.

El corazón de Robert se encogió. Notaba sin lugar a dudas que Allie quería saber los detalles del incendio, y hubiera dado cualquier cosa por poder complacerla, pero, increíblemente, ella le amaba lo suficiente para no presionarlo.

– Muchas gracias -dijo.

Allie frunció el ceño.

– Hay algo más, Robert. ¿Serás capaz de aceptar que yo no pueda tener hijos?

– Sé que estás convencida de que eres estéril, pero yo no estoy tan seguro -respondió-. Pero si resultara ser así, entonces, sí. Lo puedo aceptar.

Allie bajó la mirada.

– Serías un padre extraordinario…

– Allie. -Robert le alzó la barbilla hasta que ella lo miró-. Si no podemos tener hijos, nos dedicaremos juntos a nuestros sobrinos. Y notarás que la palabra más importante de esta frase es «juntos». Mientras estemos juntos, no hay nada que no podamos hacer.

Una sonrisa curvó los labios de Allie.

– Ésa es una de las cosas que más me gustan de ti. Tu optimismo.

– ¿Una de las cosas que te gustan de mí? Me dejaría convencer para oír alguna más.

– Estaría encantada de complacerte, pero me temo que tardaría mucho tiempo en decírtelas todas.

– ¿De verdad? ¿Cuánto tiempo?

– Cuarenta años.

Se miraron fijamente durante varios segundos, y todo el amor que Robert pudiera haber esperado brilló en los ojos marrón dorado de Allie. Él le besó la palma de la mano.

– Por casualidad -bromeó-, resulta que estoy libre los próximos cuarenta años.

25

A la mañana siguiente, con un sol brillante bañando las ventanas de su cuarto, Allie se ajustó el chal color crema que le había dado Elizabeth y luego se contempló en el espejo. Deseó poseer un vestido que no fuera negro para poder llevarlo en esa feliz ocasión, pero como no lo tenía, al menos el encaje color marfil que le rodeaba el cuello animaba de alguna manera su severo atuendo. Estaba su hermoso vestido dorado, claro, pero no era adecuado para la mañana. Pronto… pronto tendría un vestido color pastel, y también pronto podría desprenderse de esas ropas fúnebres, junto con el resto de su pasado, y abrazar un futuro brillante,

Al salir de la habitación, tuvo que contenerse para no correr por el pasillo. La noche anterior, Robert y ella habían acordado anunciar su compromiso a toda la familia esa misma mañana durante el desayuno. Se maravillaba al pensar que sólo veinticuatro horas antes su futuro era tan triste y que en ese momento estuviera a punto de estallar de alegría e ilusión por empezar una nueva vida. Allí. Con Robert. Y una vez que hubieran hecho el anuncio, tenía pensado escribir una larga carta a su familia explicándoles las novedades e invitándolos a visitarla. Ver de nuevo a mama, papá, Katherine y los chicos… Sí, el futuro era sin duda radiante.

Había comenzado a descender por la amplia escalera cuando vio a Fenton que subía.

– Señora Brown -dijo éste cuando se encontraron a medio camino-. Me dirigía a entregarle un mensaje. Hay una tal señora Morehouse que desea verla. La espera en el salón.

Allie frunció el ceño.

– No conozco a nadie con ese nombre.

– Vive en el pueblo. Su esposo trabajó en los establos de Bradford Hall hasta su muerte.

– ¿Para qué desea verme?

– No me ha informado. Sólo me indicó que era importante que la viera inmediatamente.

Sorprendida y curiosa, Allie siguió a Fenton hasta el salón.

– La señora Brown -anunció éste, abriendo la puerta, y luego se fue, cerrándola detrás de Allie.

Allie entró en la sala y sonrió a la mujer que se hallaba junto a las cristaleras. Era una mujer baja y gruesa, con pelo canoso recogido bajo el sombrero a conjunto con su capa. Apretaba el bolso y parecía nerviosa.

La mujer se humedeció los labios e hizo una inclinación de cabeza.

– Buenos días, señora Brown. Me llamo Sara Morehouse.

– ¿Cómo está usted, señora Morehouse? Fenton me ha dicho que deseaba verme. -Allie estudió el rostro de la mujer, pero no la conocía-. ¿Nos conocemos?

– No, señora. Pero necesito hablar con usted de todos modos.

– Claro -repuso Allie, totalmente intrigada-. ¿Quiere sentarse? La señora Morehouse asintió con la cabeza.

– Es acerca de lord Robert -comenzó, después de que se sentaran en el sofá de brocado-. Está usted cometiendo un error terrible. Allie enarcó las cejas, desconcertada.

– ¿Qué quiere decir?

– Ayer recibí una carta de la duquesa. Una mujer encantadora y amable, la duquesa, siempre con tiempo para escribirme, contándome cosas de la familia. En esa carta mencionaba que lord Robert se había enamorado de usted y le había pedido su mano, pero que usted lo había rechazado. A causa del crimen que cometió. Por lo del incendio. -La señora Morehouse toqueteó nerviosa las cuerdas de su bolso de rejilla-. Lord Robert no le explicará la verdad sobre aquella noche porque es un hombre de honor y está atado a su palabra. Hizo una promesa a mi marido, y la ha cumplido durante todas estos años, para protegernos. Pero no puedo permitir que ello le prive de una esposa y de la familia que se merece. -Se irguió y alzó la barbilla-. Usted necesita saber la verdad y yo no estoy ligada a ninguna promesa.

– Señora Morehouse -Allie extendió el brazo y tocó la mano de la mujer-, le agradezco mucho esto, pero le aseguro que no es necesario que me explique nada. Anoche acepté la proposición de lord Robert. Lo amo profundamente y su pasado no importa.

La mujer asintió lentamente.

– Me alegro de oírlo, señora Brown. Y me siento muy feliz por lord Robert y por usted. Que usted diga que no hace falta que se lo explique prueba que tengo razón al confiarle la verdad. Tanto lord Robert como la duquesa la aman a usted, y eso ya es suficiente prueba de que usted es una persona de honor. -Su voz tomó un tono enérgico-. Sé hasta qué punto los secretos pueden roer el alma, y no quiero que haya secretos entre lord Robert y su esposa. Él lo arriesgó todo por mi familia. Ya es hora de que le compense con algo. Sólo le pido que no se lo diga a nadie más. Por el bien de mi hija y de su familia.

– De acuerdo.

Los dedos de la señora Morehouse aferraron el bolso hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

– Señora Brown, aquella noche lord Robert no inició el incendio en la herrería. Lo hizo mi marido, Nate.

Allie frunció el ceño, totalmente confusa.

– Lord Robert cargó con la culpa del incendio para salvar a mi esposo y a mi familia, pero fue mi Nate quien encendió la cerilla e hizo arder la herrería.

A Allie se le ocurrieron mil preguntas, pero sólo consiguió que una surgiera de sus labios.

– ¿Por qué?

– Hace cuatro años, Cyril Owens, el herrero del pueblo, violó a mi hija Hannah. Nate y yo… no sabíamos qué le pasaba a Hannah y estábamos muy preocupados por ella. Entonces tenía dieciséis años, y de la noche a la mañana pasó de ser alegre y risueña a ser retraída y taciturna.

Allie sintió lástima y de nuevo tomó la mano de la señora Morehouse.

– Lo siento muchísimo. Qué terrible desgracia para cualquiera.

La señora Morehouse asintió y los ojos se le humedecieron.

– Lord Robert descubrió la verdad una noche que oyó por casualidad a Cyril fanfarroneando en un pub de Londres. Fue directamente a ver a Nate y se lo contó, prometiéndole que lo acompañaría al día siguiente a hablar con el duque, para que el duque hiciera justicia. Pero Nate… no pudo esperar. Era un buen hombre y respetuoso con la ley, pero después de oír lo que Cyril le había hecho a Hannah fue como si algo se rompiera en su interior. Fue a la herrería. Soltó los caballos, luego roció el lugar con el aceite de la lámpara y le prendió fuego.

– Dios mío -exclamó Allie.

– A la mañana siguiente, después del incendio, Cyril fue a ver al duque, para pedir que castigara a Nate por incendiario. Quería que lo ahorcaran. Dijo que había visto que Nate soltaba los caballos y luego incendiaba su herrería. Y así estábamos. Nate postrado en la cama, luchando por respirar, porque se había dañado los pulmones con todo el humo. Ambos esperando que se lo llevaran cargado de cadenas y lo deportaran o lo ahorcaran. Por mucho que quisiera acusar a Cyril de violar a Hannah, sabía que sería su palabra contra la de él, y pasara lo que pasara, la reputación de Hannah quedaría arruinada.