– Claro que quiero -dijo pensativamente.

Dentro de unos minutos iba a casarse con Jack, pero no era el Jack de sus sueños, el de los ojos vivos y seductores que tenía una sonrisa que la había atrapado. Se casaba con un Jack de ojos apagados y tristes y una sonrisa extraña, un Jack al que apenas había visto durante las últimas tres semanas.

La había recogido esa mañana cuando llegó con Lizzy y sus padres y, aunque sonrió, no hizo nada por hablar con ella a solas.

– Muy bien -Lizzy dio un último repaso al vestido-, ¿preparada?

Ellie respiró hondo.

– Creo que sí.

– ¿Cómo te sientes?

– Aterrada.

Era verdad. De repente se dio cuenta de lo que iba a hacer y sintió que el pánico se apoderaba de ella. Llevaba puesto un vestido de novia. Se iba a casar.

Lizzy se rio.

– Se te pasará -dijo mientras abría la puerta-. Tú solo piensa en Jack.

Acababan de dar las cinco cuando entró en el granero del brazo de su padre. Era un edificio que se había construido en los días gloriosos de Waverley. Tenía los muros de piedra y el tejado abovedado, y se había conservado mejor que el resto de edificios de la finca. Estaba lleno de mesas con manteles rosas; las flores cubrían las paredes y unas bandejas con copas relucientes esperaban a que se descorchara el champán una vez terminada la ceremonia.

Cuando entraron Ellie y su padre, el granero estaba lleno de invitados. Se volvieron todos a la vez y abrieron camino para que pudieran llegar hasta donde estaba Jack acompañado por su hermano Gray. Para Ellie todo discurría entre brumas. Tenía una sensación difusa de estar rodeada de caras sonrientes, pero separadas de ella por un velo. Se sentía distante, como en un sueño, y tuvo que detenerse en los pequeños detalles para convencerse de lo que estaba pasando realmente, de que iba a casarse con Jack. Podía notar la presión del brazo de su padre, la dureza del suelo que pisaba y la suavidad de la seda que rozaba sus piernas al andar. De repente apareció Jack, que se había vuelto para verla llegar, alto, increíblemente atractivo con su traje y con una expresión tan sombría que le dio un vuelco al corazón. Estuvo a punto de detenerse, y lo habría hecho si su padre no llega a seguir su camino. «No deberíamos hacer esto», pensó espantada, «es un completo error», pero ya era demasiado tarde. Lizzy la seguía, su madre ya se secaba las lágrimas con el pañuelo y su padre estaba radiante. Por fin llegaron donde la esperaba Jack, su padre se apartó y se quedó sola con él. Con cierta resignación tomó la mano que le ofreció y se atrevió a mirarlo.

Jack se había sentido ligeramente enfermo. Mientras esperaba a Ellie no paraba de pasarse el dedo por el cuello de la camisa y de preguntarse qué estaba haciendo allí, a punto de casarse con una chica a la que no quería, con una chica, que no lo quería a él. Miraba a Gray pidiendo ayuda, con la esperanza de que su hermano pudiese hacer algo para sacarlo de ese embrollo, pero Gray sonreía a Clare, que tenía a Alice en brazos. Jack se tranquilizó al ver a Alice. Ella era la razón de que estuviera ahí.

Cuando empezó el murmullo de la gente, Jack se dio la vuelta y vio acercarse a Ellie del brazo de su padre. Por lo menos se suponía que era Ellie. Parecía tan fría y serena, tan elegante, que dudó por un momento que fuese ella. Se había hecho algo en el pelo y las líneas de su rostro y su cuello se mostraban con una claridad sorprendente. Jack la miraba presa del pánico. No podía casarse con esa desconocida que se acercaba mirando al suelo. Cuando llegó, él alargó la mano sin saber lo que hacía. Ella tenía la mano helada, pero cuando lo miró sus ojos eran claros y sinceros, y preocupados. Eran los ojos de Ellie. Jack sonrió. No era una novia fría y hermosa, era la Ellie que había conocido siempre. La que odiaba eso tanto como él. Sostuvo su mano con firmeza y se volvió hacia el sacerdote. Fue una ceremonia larga. Ellie tenía la mirada perdida. El sacerdote habló del matrimonio, pero las palabras pasaron por encima de ella y, sin saber cómo, se encontró respondiendo las preguntas que le hacían. Jack debía de haber hecho lo mismo porque, acto seguido, le estaba poniendo el anillo en el dedo. Ellie pudo notar la calidez de su mano y cómo entraba el dedo en el anillo, mientras el sacerdote los declaraba marido y mujer.

Marido y mujer.

Ellie, desconcertada, se miraba la mano. Estaban casados. Era la mujer de Jack.

Elevó los ojos lentamente y se encontró con la cálida y comprensiva mirada de su marido.

– Puede besar a la novia.

La sonrisa de Jack se torció. Tenía que besarla, aunque, probablemente, fuese la última cosa que ella deseara. Pero todo el mundo estaba esperando ese momento. Tenía que hacérselo lo más fácil posible. Tomó su rostro entre las manos y rozó sus labios con los de ella. Fue un segundo, apenas se podía llamar a eso un beso, pero cuando notó los labios de Ellie, Jack sintió que algo se desataba en su interior y experimentó la necesidad de tenerla entre sus brazos y seguir besándola. Fue un impulso tan fuerte que tuvo que separar su boca. Se sintió nervioso e incapaz de mirarla, sonrió, tomó su mano y se volvieron para reunirse con los invitados.

Ellie había visto la sonrisa de Jack y se imaginó el esfuerzo que había hecho para fingir que era el día más feliz de su vida. Apenas había sido capaz de besarla. Deseaba consolarlo, decirle que en realidad no tenía que pasar por todo eso, pero era demasiado tarde. Ya estaba hecho. Estaban casados. Lo único que podían hacer era recibir los abrazos y felicitaciones que acabaron por separarlos.

Para Ellie la fiesta fue tan nebulosa como la ceremonia. Todo el mundo le decía lo radiante que estaba, pero ella estaba convencida de que lo decían porque era lo que siempre se decía a una novia. No se sentía radiante. Se sentía sola y distante. Jack tenía a Alice entre sus brazos. Alice, impresionada por la multitud, se agarraba a él y escondía la cara detrás del cuello de su padre. La expresión de Jack, mientras intentaba tranquilizar a su hija, decía todo lo que Ellie necesitaba saber. Alice y él eran un conjunto indivisible. Ellie se giró y se encontró con la mirada comprensiva de Clare. No quería que nadie sintiera lástima por ella y no iba a sentir lástima de sí misma. Sabía perfectamente lo que hacía al casarse con Jack. Había hecho una elección e iba a sacar todo lo mejor de ella. Sonrió a Clare con una sonrisa franca y desafiante; sonrió a los fotógrafos y durante los discursos; y sonrió al cortar la tarta. Sonrió incluso cuando los invitados comentaban que acababan de enterarse de que Alice era la hija de Jack. Estaba segura de que lo decían con cierta lástima y con la tranquilidad de entender por fin el motivo por el que Jack había decidido casarse con ella. Naturalmente, necesitaba una madre para su hija. ¿Qué otro motivo podía haber? Nadie lo mencionó, pero Ellie estaba convencida de que era lo que todos pensaban.

Se encontraba sola y aprovechó la ocasión para retirarse a un rincón y dejar de sonreír. La fiesta seguía al margen de ella y el granero se llenó con el ruido de las risas, la música y el baile. Ellie vio a Clare y Gray en medio de la muchedumbre. Estaban de pie, ni siquiera se tocaban, pero por algún motivo parecían estar unidos, perfectamente equilibrados. Mientras los miraba, Gray pasó una mano por la espalda de Clare. Fue un gesto discreto, pero tan sensual que hizo que sintiese una envidia dolorosa. Había algo tan íntimo que Ellie se ruborizó, como si hubiese estado fisgando en su dormitorio. Apartó la mirada y se encontró con los ojos de Jack. Su corazón pareció detenerse.

Estaba en el otro extremo del granero, la miraba con una expresión grave y, cuando sus ojos se juntaron, la música se desvaneció y las parejas empezaron a bailar en medio de una bruma silenciosa. Estaban solos, mirándose el uno al otro. Jack se acercó sin prisa, sin importarle la gente que los rodeaba. De repente, Ellie se sintió muy cansada. Sabía que debía recomponer la sonrisa y seguir haciendo el papel de la novia feliz y radiante, pero no podía. Jack se paró delante de ella, protegiéndola del resto de invitados.

– Has tenido suficiente… -dijo con amabilidad y alargó una mano-. ¿Nos vamos?

CAPÍTULO 7

ELLIE NO respondió. Asintió con la cabeza y tomó su mano. Fuera, la noche era fría y estrellada. Ellie miró al cielo y suspiró.

– Gracias -dijo después de un rato.

– Vi cómo mirabas a Clare y Gray. Vi tu cara cuando creías que nadie podía verte -dudó al recordar lo vacío de su expresión-. Sé cuánto te ha costado mantener la sonrisa todo el día. Nadie podía imaginarse que no era la boda que querías.

– Tampoco era la boda que tú querías -dijo en voz baja.

– No -dijo después de una pausa.

Todavía sujetaba su mano y Ellie notaba mucho su presencia, era una figura oscura y sólida a la luz de las estrellas. Su camisa blanca brillaba en la oscuridad y, a medida que su visión se iba adaptando, pudo apreciar más detalles: la corbata suelta, el cuello de la camisa desabrochado, la firmeza de su mandíbula. Sus ojos se posaron en su boca y pudo sentir la calidez del beso que le había dado, como si sus manos todavía sujetaran su rostro. Ellie separó la mano y se dirigió hacia la fiesta.

– ¿No… no crees que nos pueden echar de menos? -preguntó con la esperanza de que Jack no se diese cuenta del tono agitado de su voz.

Negó con la cabeza mientras avanzaban juntos.

– La fiesta está en su mejor momento. A nadie le parecerá extraño, aunque nos hayan visto salir. Estamos casados.

– Así es. Todavía no me lo puedo creer.

– Me lo imagino. Les dije a Gray y Kevin que no quería jaleo, así que espero que nos ahorren todas las típicas bromas. Con un poco de suerte, si alguien nos ha visto salir, pensará que estamos deseando irnos a la cama.

– Seguro…

Había tal desolación en la voz de Ellie que Jack se arrepintió de no haber pensado un poco lo que iba a decir. Ellie estaba en el último escalón del porche y Jack la detuvo.

– No tienes que preocuparte, Ellie -dijo bruscamente.

– ¿De que…?

– De dormir juntos. Hoy tendremos que compartir el dormitorio. Pero solo será por una noche -su sonrisa brillaba en la oscuridad con un gesto extraño-. No te tocaré. Y mañana, cuando se haya ido todo el mundo, me pasaré al dormitorio que hay al lado del de Alice.

– Entiendo.

– Supongo que deberíamos haber hablado de esto antes -Jack parecía desanimado por la falta de respuesta-. Simplemente me imaginaba que no querrías dormir conmigo.

Su afirmación no daba lugar a una respuesta. ¿Qué quería que dijese? «Oh, no Jack quiero que me hagas el amor toda la noche, todas las noches. Quiero estar en la cama a tu lado y acariciar tu cuerpo. Quiero besarte hasta que me quede sin respiración y entonces quiero que me beses tú», ¿eso quería que dijese? No podía decir la verdad, pero si no decía algo a lo mejor no volvía a tener la oportunidad.

– Bueno yo…

– Sé que te resulta difícil -dijo Jack rápidamente al notar que no sabía qué responder-. Estás enamorada de otro hombre y, naturalmente, no querrás meterte en la cama conmigo. No quiero que pienses que alguna vez he creído lo contrario.

– Nunca lo pensé -Ellie se recogió la falda y volvió a subir los escalones para alejarse de la presencia de Jack y de la tentación de no resistir y decirle la verdad. El esfuerzo por parecer tranquila hizo que su voz sonase fría-. Nunca pensé que quisieras acostarte conmigo.

– ¿No?

Lo seco de la réplica la detuvo en el segundo escalón, se giró lentamente, casi con temor, y lo miró. Estaba al pie de la escalera, aparentemente tranquilo. Tenía la chaqueta echada sobre los hombros y una expresión burlona que la desconcertó.

– No… bueno… quiero decir… quedamos en que seríamos amigos…

Jack la miró. Ella se mantenía sobre los escalones como en equilibrio, con una mano sujetaba su vestido de novia que caía en delicados pliegues. La seda se reflejaba sobre su piel dándole un tono parecido al de las estrellas y sus ojos eran como dos profundos estanques en su pálido rostro.

– En efecto, eso es lo que dijimos, ¿no? -dijo con media sonrisa-. Y eso es lo que seremos -Ellie lo miró sin saber qué pensar. ¿No quería que fuesen amigos? Dudó, pero antes de que pudiera preguntarle por el tono de su voz, Jack había subido las escaleras y la esperaba con la puerta de la casa abierta de par en par, como si no hubiese nada más que comentar-. Lizzy quería saber dónde íbamos a dormir -Jack siguió en tono seco e impersonal-. Sabe que todavía no nos hemos mudado del todo y creo que quería estar segura de que el dormitorio te iba a gustar.

Abrió la puerta del dormitorio principal e hizo un gesto a Ellie para que entrara. Se podría decir que ella entró dando un rodeo, en un intento exagerado de no rozarlo ni hacer nada que se pudiera interpretar como una sugerencia no deseada. Era una de la últimas habitaciones que habían decorado juntos. Ellie se acordaba de cuando la pintaron y de que ella se preguntaba si alguna vez sería la habitación que compartirían. Pues bien, lo iba a ser, aunque fuese por una noche. Además, Lizzy había puesto algo de su parte para crear un ambiente romántico. Había flores sobre la cómoda, una lámpara iluminaba levemente la cama y un camisón de encaje esperaba sugerente sobre la almohada.