Después de unas semanas, la sensación de intranquilidad había desaparecido y había empezado a pensar que exageraba. Todo marchaba bien. Alice estaba feliz, Ellie parecía contenta y a los hombres les encantaba su comida. La sugerencia de Gray para que Ellie se uniera al grupo llegó justo en el momento en que Jack se estaba preguntando cómo recuperar la relación. Parecía una solución perfecta y no habría habido problemas si Ellie no hubiera sonreído de esa forma. ¿Qué era lo que le resultaba tan turbador? Jack tenía la sensación de no poder bajar la guardia, también se sintió ridículo por pensar eso de alguien que nunca había pretendido ser nada más que una amiga.
Estaba preocupado mientras bañaba a Alice esa noche. La niña estaba muy excitada por sus nuevas habilidades y no había forma de tranquilizarla. Se quedó un rato junto a la cuna, recordando la cara que había puesto cuando se dio cuenta de que podía andar y recordando la sonrisa de Ellie cuando la soltó. Jack frunció el ceño. No quería pensar en Ellie. Su mirada se detuvo en la fotografía de Pippa y la tomó con tristeza. En ese momento sabía bien lo que quería. Quería a Pippa, con su belleza y su pasión. Pippa lo había llevado a los extremos: de felicidad, de ira y de amargo arrepentimiento cuando se fue. Pero incluso en los momentos más negros sabía exactamente lo que sentía. No sentía la confusión y la duda que lo dominaban en esos momentos. Jack ni siquiera sabía de qué dudaba. Lo único que tenía claro era que no sabía si reunirse con ella en la cocina. Cuando entró, Ellie estaba cocinando.
– ¿Qué pasa? -preguntó ella después de una rápida mirada.
Jack había echo un gran esfuerzo por recomponer sus facciones en un gesto de indiferencia y lo molestó comprobar que había sido una pérdida de tiempo.
– Nada -respondió con tono cortante.
Ellie no dijo nada. Solo lo miró con sus ojos verdes y Jack sintió que la irritación que había sentido se le escapaba como el aire de un globo pinchado. Se sentó en la mesa mirándose las manos.
– Pensaba en Pippa -dijo en otro tono.
Ellie volvió a mirar lo que estaba cocinando.
– La echas de menos, ¿verdad?
– Echo de menos lo que pudo haber sido -dijo con un suspiro-. Echo de menos que no haya oído a Alice decir sus primeras palabras, que no haya estado hoy para verla dar sus primeros pasos. No debería haber muerto.
– No, no debería haber muerto. No fue justo.
Jack se levantó, incapaz de estarse quieto.
– Pensé que sería más fácil lejos de Bushman's Creek -dijo Jack mientras daba vueltas por la cocina-. En Waverley no hay recuerdos suyos, pero por algún motivo eso es peor. Pippa habría sido feliz aquí. Habría sido muy feliz con Alice y conmigo. Hay veces que me lo imagino tan claramente que puedo oír su risa -miró a Ellie casi a la defensiva-. Te parecerá estúpido.
– No, Jack. Significa que la amabas y que sufres por ella.
Jack se agarró al respaldo de la silla con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Ellie ni siquiera estaba segura de que la hubiese oído.
– Lo que siento es… -buscó las palabras precisas. Quería explicar a Ellie que el eco de la risa de Pippa estaba desapareciendo, que su imagen se estaba borrando, que se tenía que aferrar a su memoria porque se sentía culpable de que se estuviera marchando. Pippa le había dado a Alice y él estaba obligado a mantener su recuerdo tan vivo y diáfano como el día que se fue-. Siento como si ella debiera estar aquí, disfrutando de todo. Pero cuando miro, no está. Tú estás ahí…
Jack no pudo seguir, era incapaz de explicar lo que sentía hacia ella, que todo lo que había dado por supuesto, de repente, no estaba nada claro.
Ellie seguía cocinando. Qué estúpida había sido al pensar que el recuerdo de Pippa terminaría por desvanecerse. Deseaba tanto ayudar a reunir el ganado… Estaba convencida de que podría haber significado el principio de un cambio en su relación, de que podría acabar sustituyendo a Pippa. ¡Qué necedad pensar que él iba a olvidar a alguien como Pippa! El día de la boda buscó consuelo, pero nada más que consuelo. Era algo que ya sabía, pero no podía evitar sentirse herida, porque desde entonces la había apartado. El fantasma de Pippa estaba presente en todo momento.
– Lo siento, Jack -fue todo lo que pudo decir, sabía que no podía hacer nada para ayudarlo-. Me gustaría que todo fuese distinto. De verdad.
Los rizos le cubrían la cara, pero Jack pudo notar la tristeza en su voz y se acordó de que tenía sus propias penas que soportar. Durante todo el tiempo que Jack había estado preocupado por el efecto turbador que Ellie tenía en él, ella habría estado pensando en otro hombre y deseando, como él, que las cosas hubiesen sido de otra forma. Jack se alegraba de no haberle dicho cuánto pensaba en ella. Lo habría complicado todo mucho.
Tardaron dos días en llegar al pie de la sierra. Era un terreno muy abrupto, lleno de cortados y de rocas inmensas, pero a Ellie le encantaba. Cabalgaba sin ninguna dificultad y disfrutaba del espacio y la luz que la rodeaban. Por la noche se metían en los sacos y dormían bajo las estrellas. Ellie era feliz. A primera hora de la mañana volvía a montar su caballo y a sacar el ganado de los desfiladeros para que se uniera al rebaño principal que se estaba formando en la llanura. Cuando la casa apareció en el horizonte, el rebaño era una masa gigantesca de bestias que bramaban en medio de una nube de polvo.
El último día, cuando Ellie se bajó del caballo, estaba agotada y le dolía todo el cuerpo, pero se sentía más feliz que nunca y la alegría de Alice al verla fue un bálsamo para su corazón herido. Jack no se había acercado a ella ni una vez mientras habían estado fuera, pero Alice la necesitaba. Ellie la tomó en brazos y le dio un beso y pensó que mientras tuviese a Alice y a Waverley, se daba por satisfecha.
Jack no había disfrutado nada de esos días. Se arrepentía de haberle dicho que fuese. Intentó no hacerle caso, pero era imposible, cada vez que miraba a algún lado, ahí estaba ella, cabalgando como si fuese su elemento natural, como si ese paisaje fuese su hogar. Quitó la silla con un suspiro. Por las noches, cuando se sentaban alrededor del fuego, él se ponía lo más lejos posible, pero eso también había sido un error. Desde su sitio, no podía apartar la mirada de ella mientras hablaba con los hombres o miraba pensativa las llamas. Habría querido poder pensar que su presencia había sido decorativa o una molestia, pero no había sido así. Se había integrado perfectamente en el equipo. Sabía instintivamente qué tenía que hacer. Había sido muy útil. Debería haberle dado las gracias por la colaboración, en vez de despedirse secamente cuando llegaron a la casa. La sensación de culpa lo irritaba.
– Todo ha ido bien.
Se giró y vio a Gray apoyado contra la valla.
– Sí -contestó lacónicamente.
– ¿Qué pasa?
– Nada.
Gray levantó las cejas, pero no insistió. Esperó a que Jack cerrase la verja y lo acompañó.
– Es fantástico tener a Ellie cerca, ¿verdad? -Jack gruñó. Gray lo miró oculto por el sombrero-. Y, además, es muy guapa -Jack emitió un sonido indescifrable. Quería que se callase. Para él todo era perfecto, tenía una mujer adorable que lo esperaba en casa. Gray no sabía lo difícil que era vivir con una amiga-. ¿Sabes Jack?, creo que tienes mucha suerte con ella.
Jack, harto, se giró.
– Tú…, ¿qué sabrás? -dijo en tono cortante.
– Solo lo que veo con mis propios ojos.
– Pues no puedes verlo todo, ¡y basta!
Su mal humor duró hasta avanzada la semana siguiente, hasta bastante después de que Gray y Clare se hubiesen marchado. Para Ellie, las esperanzas de que la reunión del ganado cambiase las cosas se desvanecieron pronto. Jack no daba señales de que pensase hacerla participar la gestión de la finca. Apenas le hablaba, tan solo se dirigía a ella para decirle cuándo llegarían los hombres a comer. Esta actitud la hería y enfurecía, y pensó que se conformaría con el trato amistoso que tanto la disgustaba antes. Prefería cualquier cosa antes de que la tratara como a un ama de llaves. La sensación de haber acertado que tuvo al volver del campo se había evaporado. ¿Estaba haciendo lo que tenía que hacer? Sí, estaba en Waverley en vez de en una oficina. Sí, Alice era adorable. Pero comprendió que no era suficiente, por mucho que hubiese intentado convencerse de lo contrario.
No quería ser un ama de llaves, quería que Jack la tratara como a una pareja.
Como a una mujer.
Como a su mujer.
CAPÍTULO 9
PERO CUANTO más lo deseaba Ellie, más improbable parecía que lo quisiese Jack. Le espantaba notar que cada vez estaba más resentida con él, y se entregó a las tareas domésticas, como si barrer y fregar pudiesen aliviar su soledad y desengaño.
Un día estaba limpiando el suelo de la zona de estar cuando entró Jack. Era la primera vez que la buscaba intencionadamente desde que había vuelto de reunir el ganado y ella se enfureció al darse cuenta de que, a pesar de todo, el pulso se le alteraba.
– ¿Qué haces? -Jack frunció el ceño al verla de rodillas.
– ¿Tú qué crees?
Después de una mirada rápida volvió a su tarea con un suspiro. ¿Qué pasaba con Jack? La desdeñaba, la hería, era desagradecido, pero ella seguía queriéndolo. Todo sería más fácil si pudiese dejar de quererlo. Si pudiese dejar de preocuparse porque era infeliz, como lo era ella. Si pudiese dejar de tener la esperanza de que algún día la quisiera.
– ¡Debe haber cosas más importantes que hacer que fregar el suelo!
– Sí, las hay, pero no las puedo hacer ahora mismo -seguía exasperándola que le dejase todas las tareas de la casa y que, para colmo, criticase la forma en que organizaba su tiempo-. Alice está dormida, y tengo que estar en algún sitio desde donde pueda oírla. Ya que tengo que quedarme en casa, voy haciendo cosas que no puedo hacer cuando está despierta.
Jack ni siquiera notó el tono de su voz. Gruñó algo y se sentó en el borde de una silla con las manos en los bolsillos. Miraba el suelo, perdido en sus pensamientos, y no tenía ningún interés en lo que ella estaba haciendo.
Muy típico, pensó Ellie amargamente, y siguió frotando el suelo con ira. El ruido del cepillo chirriaba en medio del silencio, Jack levantó la cabeza.
– ¿No podrías parar un minuto? -dijo con irritación-. Hay algo que quiero comentar contigo.
Ellie se sentó sobre los talones y lo miró con cautela.
– ¿De qué se trata?
– No te va a gustar.
Ellie sintió un nudo en el estomago. Había llegado el momento, pensó aterrada. Iba a decirle que no podía soportarlo más y que quería dar por terminado el matrimonio.
– Dime.
Vio cómo Jack dudaba, ella se preparó para lo peor.
– He estado hablando con Scott Wilson.
El alivio fue tal que se le cayó el cepillo. Ella lo miraba sin saber si saber si reírse histérica o si creer las palabras que acababa de oír.
– ¿Scott…?
– Lo conoces, ¿no?
Ella se limpió las manos en los vaqueros dándose un tiempo para adaptarse a una conversación para la que no estaba preparada.
– Claro que lo conozco -dijo cuidadosamente, todavía sin creérselo del todo-. Estuvo en la boda.
– Desde luego que estuvo, también estuvo en la fiesta de compromiso, ¿no?
– Sí. ¿Por qué? No le habrá pasado algo…
– Viene a dormir.
– ¿A dormir? -Jack asintió con la cabeza y Ellie parpadeó intentando darle sentido a una conversación que cada vez le parecía más extraña-. ¿Cuándo?
– Esta noche.
– ¡Esta noche! ¿Por qué?
– Mañana vamos a reunir los potros del oeste. Es una zona perfecta para utilizar un helicóptero y Scott se contrata para ese tipo de trabajos. Con él en el aire y nosotros tres en tierra lo haremos más rápido. Scott dijo que vendría esta noche para empezar mañana. Pensé que debería avisarte de que esta noche hay una persona más para cenar.
¡Y todo para decirle que tenía que pelar un par de patatas más! El alivió que sintió en un principio estaba desapareciendo rápidamente y ella volvía a sentir que nada, absolutamente nada, había cambiado. Ni siquiera sabía que pensaba reunir esos potros. Podía haber ayudado… Pero no, soló servía para preparar comidas.
– Muy bien -dijo secamente.
– El asunto es que Scott viene como un favor. Tiene varios hombres trabajando para él, pero están muy ocupados, de forma que vendrá él personalmente. Me dijo que podíamos considerarlo como un regalo de bodas -dijo con un hilo de voz-. En estas circunstancias, creo que deberíamos ofrecerle una cama dentro de la casa.
Ellie lo miraba asombrada, sin saber dónde quería ir a parar.
– De acuerdo.
Jack se levantó inquieto. Estaba claro que había más. Fue hasta la ventana y miró fuera; sus hombros estaban rígidos por la tensión.
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