No debía empezar a pensar en el beso de Lyall, se ordenó a sí misma desesperadamente mientras salía de la furgoneta y se secaba sus manos húmedas en los pantalones. Debía pensar en el contrato y en esos hombres que necesitaban mantener sus trabajos. Tomó aire y cruzó el terreno de grava de la entrada hacia la puerta.
La puerta fue abierta por la secretaria que había estado tomando notas durante la reunión. La muchacha la miró con aire de incredulidad.
– Me gustaría ver al señor Harding, por favor.
Lyall estaba de pie, cerca de la ventana de la biblioteca, hablando con Dennis Lang, pero se interrumpió inmediatamente cuando la secretaria abrió la puerta y anunció a Jane.
– Dennis, ¿te importaría dejarnos a solas? -preguntó, y esperó a que el hombre saliera antes de ir hacia Jane, que estaba en la puerta totalmente rígida y vulnerable a la vez.
– ¿Y bien?
Jane tragó saliva.
– He venido a disculparme. No tenía que haber salido de la reunión como lo hice.
– No, no deberías de haberlo hecho -declaró con ojos duros e indiferentes -Me dejaste como un estúpido.
– ¿Te dejé como un estúpido? -repitió con incredulidad.
– No estoy acostumbrado a que me traten así en las reuniones, ni a que me digan que molesto a los trabajadores. Según hablabas, parecía que mi juicio era equivocado.
– Lo siento -murmuró.
Lyall se volvió con una exclamación de impaciencia y se dirigió hacia la ventana.
– Creía que necesitabas el contrato -dijo bruscamente, mirando por encima del hombro-. En la carta que me enviaste, parecía que estabas desesperada por conseguir el trabajo.
– Y lo necesito -Jane estaba más cohibida de lo que quería admitir por el nuevo Lyall, pero permaneció con los dientes apretados-. Lo estoy.
– Tienes una manera un poco extraña de demostrarlo -apuntó, todavía con expresión enojada-. Si el contrato significa tanto, ¿por qué reaccionaste así?
– Sabes por qué.
– ¿Y si me lo dices tú?
La mirada del hombre era fría y casi despreciativa, y Jane, que hubiera querido mirarlo con desafío, apartó la vista.
– ¿Por qué no me dijiste quién eras? -preguntó.
Lyall se quedó mirándola desde el otro lado de la habitación.
– Tú sabes quién soy, Jane. Eres una de las pocas personas que lo saben.
– ¡Tú sabes lo que quiero decir! ¡Me podías haber dicho que eras el director de Multiplex!
– Y tú te podías haber dado cuenta. Si fueras la mitad de razonable de lo que afirmas ser, habrías investigado un poco para saber quién era tu cliente, así que no me culpes por tu falta de profesionalidad. Si hubieras investigado, habrías estado preparada para verme hoy aquí.
– ¿También tenía que estar preparada cuando viniste como si fueras un fontanero?
– No me hice pasar por fontanero -la corrigió Lyall-. Todo lo que dije es que había hecho muchos tipos de trabajos, y es verdad.
– Y el ser director de una gran compañía de material electrónico, y poseedor de Penbury Manor surgió de repente, ¿no?
– No, pero a diferencia de ti, yo soy capaz de diferenciar mi vida privada y profesional, y, además, francamente no pensaba que me hubieras creído si te lo hubiera dicho, ¿a que no?
– No es lo que tú crees, Jane -suplicó Lyall, antes de que Jane saliera del bosque.
– ¡Déjame en paz! -gritó Jane, limpiándose las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
– No, no hasta que me escuches -dijo, agarrándola del brazo, pero ella se apartó.
– Ya he escuchado bastante. Tenía que haber escuchado a mi padre en vez de a ti. Me avisó de que no saliera contigo. Todos sabían cómo eras, pero fui demasiado estúpida y te hice caso.
– Tú sabes cómo soy, Jane. ¿O no han significado nada las últimas semanas?
– ¡Parece que para ti no! ¡Creí que estabas enamorada de mí, y has estado viéndote a mis espaldas con esa bruja!
– ¡No tienes por qué hablar de Judith así! Ella no es una bruja, y yo no he estado viéndome con ella ni con nadie.
– ¿Esperas que me crea eso? -la escena bajo el árbol se había metido profundamente en la mente de Jane, Judith en los brazos de Lyall, su cabeza oscura pegada a la pelirroja de la chica. No entendía cómo podía seguir negándolo.
– Sí, lo espero. Espero que confíes en mí… ¿o prefieres confiar en los cotilleos de los que han estado hablando de mí desde que empezamos a salir?
– Yo sé lo que he visto -insistió Jane, enfadándose cada vez más.
– No, Jane, no sabes lo que has visto. ¡Todo lo que sabes es que lo que eliges saber, y eso te hace ser tan llena de prejuicios y tan estrecha de mente como todo el mundo que hay por aquí! -Lyall soltó una exclamación de disgusto-. Creí que eras suficientemente valiente como para poder pensar por ti misma, pero no es así. Tú no quieres ser diferente, eres demasiado cobarde para ello. Tú quieres estar en tu mundo a salvo de todo, y dejar que los demás piensen por ti. Bueno, si eso es lo que quieres, quédate ahí, ¡pero no esperes que me quede contigo!
En esos momentos, se enfrentaban de nuevo el uno al otro, y en la vieja biblioteca el pasado se abría entre ellos mientras el silencio se prolongaba insoportablemente. Fue Lyall quien lo rompió. Se sentó detrás de la mesa y observó a Jane, que seguía de pie al lado de una de las estanterías. Su bonito pelo estaba recogido detrás de las orejas, y la barbilla estaba levantada en un gesto de orgullo. Su silueta resaltaba sobre los libros oscuros y la hacía parecer más delgada y más vulnerable de lo que ella creía. Lyall respiró profundamente.
– ¡Para ser una chica sensata, te comportas de manera bastante estúpida! Sólo Dios sabe cómo has podido conservar la firma todo este tiempo. ¿Te has comportado así con todos tus clientes?
Jane estaba derrotada, pero seguía luchando. Levantó más la barbilla y lo miró a los ojos con intensidad.
– ¿Y tú te comportas así con tus contratistas?
– Yo no soy el que ha salido de la reunión -recordó Lyall.
– Y yo no te besé ayer noche -añadió Jane, después de pensar un rato en las palabras que quería decir.
– ¿No lo hiciste, Jane? -preguntó con suavidad. De repente, apareció el brillo burlón en sus ojos-. Creía que sí.
Jane intentó seguir tranquila, pero lo único que sintió fue el color que subía a sus mejillas.
– Sabes a lo que me refiero -exclamó con firmeza-. Tú sabías perfectamente que me ibas a ver hoy aquí. ¡No creo que después de haberme dicho que nos comportáramos como desconocidos para luego besarme, sabiendo que hoy íbamos a discutir un asunto importante, te deje en una posición en la que puedas criticar mi comportamiento profesional!
La boca de Lyall se relajó.
– Ya, fue un impulso irresistible… y no es la primera vez que te beso.
– ¡Eso no tiene nada que ver!
– No -añadió Lyall-. Lo único que importa es si quieres el trabajo o no, ¿es así, Jane?
– Sí.
Lyall se levantó de la silla.
– Teníamos otras firmas que querían este contrato, y elegí Makepeace and Son por su reputación.
– ¿Entonces no fue porque…? -comenzó Jane sin querer.
– ¿Por qué razón?
– Porque… nos conocíamos.
– No. Ya te lo he dicho, Jane. Trato de separar mi vida personal de la profesional. Fue el trabajo de Dennis estudiar todas las posibilidades y elegir, y como sabía la relación especial que tenía con Makepeace and Son, estaba el primero de la lista. Reconocí el nombre, claro, entonces dije a Dennis que indagara un poco más. Creí que tendría que tratar con tu padre, pero Dennis dijo que tú estabas ocupándote de todo. Dennis me dijo que se suponía que eras fuerte, fría y se podía confiar en ti, aunque si te hubieran visto esta mañana, no lo hubieran creído.
– No suelo tener que enfrentarme con ex-amantes sin aviso previo -apuntó Jane enojada, antes de poder evitarlo. Ella había venido a suplicar, y era mejor que lo hiciera-. Mira, sé que me he comportado mal. No esperaba verte después de ayer noche… y no estaba preparada. Normalmente, me comporto como dicen -Jane vaciló un momento, pero Lyall no parecía que quisiera seguir escuchando, así que Jane lo miró directamente a los ojos-. Tienes todo el derecho de dar el contrato a cualquier otro, pero te agradeceré mucho si das a Makepeace and Son otra oportunidad.
Lyall no contestó inmediatamente. Estaba observando con curiosidad cómo luchaba en la cara de Jane el orgullo y la humillación. Jane tomó aire. Su futuro entero dependía de lo que Lyall dijera ahora.
– Con dos condiciones -dijo finalmente, y Jane se quedó tan aliviada que hubiera aceptado cualquier cosa.
– ¿Cuáles?
– Primero, que no te vuelvas a comportar como esta mañana. Quiero que la gente que trabaja conmigo sea profesional en todo momento, y si tú no estás preparada para hacerlo, entonces no dudaré en dar el contrato a otra empresa, aunque haya empezado la tuya.
– Eso no será necesario -dijo Jane, ruborizándose. Había ido a pedir eso, después de todo. Se puso seria y se preparó para el resto-. ¿Y lo segundo?
Lyall la miró a los ojos con una expresión inescrutable.
– Que cenes conmigo esta noche.
Capítulo 4
Jane lo miró. ¡No esperaba eso!
– ¿Lo dices en serio?
– ¿Por qué no?
– Me parece una condición un poco extraña para alguien que se supone que es un profesional -contestó Jane, incapaz de evitar un tono hostil-. Creía que querías mantener separadas tu vida profesional y tu vida privada.
La expresión enigmática de los ojos de Lyall se convirtió en la conocida expresión divertida, lo cuál dejó a Jane más desconcertada.
– ¿Qué puede ser más profesional que cenar con la directora de la empresa a la que contrato?
– ¿Vas a hacerlo con todas? -preguntó Jane con suspicacia.
– Sin duda, pero como las demás no pueden empezar a trabajar hasta que tú hayas terminado, me parece razonable empezar por ti.
– Ah -la expresión de Jane era de desconcierto. Lo que menos le apetecía era salir a cenar con Lyall, sin embargo, no estaba segura de querer ser tratada de una forma meramente profesional. ¿Por qué Lyall siempre la desestabilizaba? En un momento la estaba regañando, y al siguiente la invitaba a cenar, aunque no se pudiera decir los motivos por los que lo hacía. La experiencia, sin embargo, le había enseñado a ser cuidadosa con Lyall.
– ¿Las otras empresas tienen que cenar contigo como parte del contrato?
– Ninguno de ellos ha cometido el error de tirar sus contratos por la borda -le recordó Lyall-. Tú, por el contrario, quizá necesites aceptar las condiciones si quieres conservarlo.
– ¡Eso es chantaje! -protestó indignada.
– Eso es ser un buen negociante -insistió Lyall, sin importarle lo más mínimo la acusación-. Tú ya has estropeado todo una vez, Jane. Si tienes algo de sentido del negocio, es mejor que me invites a cenar.
– ¿Por qué demonios debería hacerlo?
– Creo que es evidente -dijo Lyall, levantando las cejas sorprendido-. Si yo tuviera que tratar con un cliente cuya decisión afectara a mi empresa, lo haría con mucha delicadeza. ¡Lo que no haría sería tomarme una simple invitación a cenar como si fuera un caso de esclavitud!
– Lo harías si supieras de él tanto como yo se de ti -replicó Jane enfadada, olvidando por completo su decisión de mostrarse tolerante.
Por un momento, pensó que había ido demasiado lejos. La boca de Lyall se endureció, y la expresión de sus ojos hizo que su corazón diera un vuelco, pero al momento se convirtió en una sonrisa amarga y de hastío.
– ¡No me puedo, creer que haya nadie que se arriesgue a perder el contrato dos veces en un mismo día sólo por una cena! Estoy empezando a preguntarme si de verdad quieres ese contrato o no.
– Lo quiero -reconoció Jane, dándose cuenta de la amenaza implícita en sus palabras-. Quiero decir que si es tan importante, iré a cenar contigo.
– He escuchado respuestas más agradables a una invitación a cenar -añadió Lyall, y Jane se sintió aliviada cuando vio que intentaba disimular una sonrisa-. ¿Serás más amable esta noche?
– ¿También está escrito en el contrato que sea amable?
– ¿Crees que debería estar?
– No -contestó Jane con rapidez, antes de meterse en aguas más profundas-. Como será una cena de negocios, estoy segura de que seremos agradables el uno con el otro.
– Eso espero -dijo con una mirada burlona-. Creo que puede ser una manera de darme el trato atento que prometiste en tu carta. Te recogeré a las siete -terminó, abriendo la puerta para que Jane saliera.
Era claramente el fin de la entrevista. Lyall de repente se convirtió en un ejecutivo duro y frío. Jane no sabía si sentirse aliviada o enfadada por el hecho de que le abriera la puerta.
– Ponte algo elegante -fue todo lo que dijo cuando pasó a su lado, y antes de que le diera tiempo a tragarse el orgullo y agradecerle la aceptación del contrato, Lyall había cerrado la puerta y ella se quedó en la oscuridad pensativa.
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