– De hecho, te gustaría mucho.
– Así que todavía me odias, ¿verdad? -preguntó él.
Julie ladeó la cabeza y su larga melena rubia le cayó por encima del hombro.
– No tanto como debería.
Ryan le dio la vuelta al pollo y negó con la cabeza.
– Ojalá nos hubiéramos conocido de otra forma. Ojalá me hubiera encontrado contigo en la playa, o en la tienda de ultramarinos, o en una fiesta.
– Ryan, no.
– ¿Por qué no? Nos llevamos bien. Nos llevamos bien aquella primera noche y nos llevamos bien ahora.
– No sé qué parte de aquella noche fue real y qué parte estaba planeada. ¿Quién eres realmente?
– Estoy intentando enseñártelo -intentando ser paciente. Las razones de Julie eran válidas. Aunque no quisiera, tenía que respetar su derecho a mostrarse recelosa.
– De acuerdo, me parece bien -dijo ella-. Lo estoy intentando, Ryan. No estoy siendo difícil a proposito.
– ¿Es sólo un alegre derivado?
– Más o menos.
– Háblame de tu vida -dijo él-. Ya sabes todo sobre la tragedia de mi infancia.
– Mis hermanas y yo éramos felices. No había mucho dinero ni escuelas privadas con o sin uniformes, pero nos parecía bien.
– ¿Vuestro padre murió?
Julie se detuvo y, por primera vez desde que había llegado, pareció incómoda.
– No, está vivo.
¿Cuál era el problema? El divorcio era algo común.
– Mis padres siguen casados -dijo-. Tienen una relación única. Mi padre es uno de esos hombres que no puede sentar la cabeza. Es encantador y divertido, y todo el mundo quiere estar cerca de él.
Todo el mundo menos ella, pensaba Ryan, viendo las emociones en su rostro. Obviamente, su padre le había hecho daño.
– Desaparece -continuó Julie-. Reaparece durante algunas semanas, para alivio de mi madre, que lo adora. Nos colma de regalos y nos cuenta historias, y se implica en nuestras vidas, y luego desaparece. Nunca avisa y, con frecuencia, vacía la cuenta bancaría de mi madre. Meses después, envía un cheque con una cantidad tres o cuatro veces mayor. Pocos meses después de eso, reaparece de nuevo.
– Eso tenía que ser duro para ti -dijo Ryan.
– No era mi manera favorita de vivir. Yo quería que se quedase y, si no podía, quería que desapareciese para siempre. Durante mucho tiempo me odié a mi misma por quererlo cuando estaba cerca y por lo mal que me sentía cuando se iba. Odiaba ver a mis hermanas tan tristes y escuchar a mi madre llorar. Ahora es mejor. Ya no me implico.
¿Era cierto? ¿Julie era capaz de distanciarse de su padre o simplemente evitaba cualquier emoción en lo que a él respectaba?
– ¿Cómo lo lleva tu madre? -preguntó él.
– Lo ama -la expresión de Julie era indulgente y confusa-. No lo entiendo, pero así es. Lo ha amado desde el primer momento en que lo vio. Se distanció de su familia sólo para estar con él. Se alejó de sus padres y de una vida privilegiada. Tu tío era su padrastro, pero había estado en su vida desde que ella era un bebé. En lo que a ella respectaba, era su padre. Por lo que cuenta, fue lo mejor. Nunca ha mirado atrás, nunca se ha arrepentido.
Ryan comprobó el pan y luego sacó el pollo de la sartén. La ensalada estaba lista. En cuanto terminara el pan, prepararía el pesto y estarían listos para comer.
– Admiro su habilidad para aferrarse a su decisión -dijo él-. Hace falta coraje.
– Creo que el hecho de estar completamente apartada de su familia ayudó un poco. No era como si ellos hubieran estado dispuestos a recibirla de vuelta.
– Su padre no lo habría hecho -dijo Ryan-, pero Ruth sí. Es una mujer de buen corazón. Es gruñona y dura por fuera, pero por dentro es un cielo.
– Aún no he visto esa parte de ella. Se mostró bastante intimidante cuando vino a vernos.
– ¿Tú? -preguntó él con una sonrisa-. ¿Intimidada? No me lo creo.
– De acuerdo, estaba nerviosa. Obviamente te preocupas por ella. Lo noto en tu voz. Lo digo en el buen sentido. Pero bueno, trató de conseguir que una de nosotras se casara con tu primo sobornándonos. Eso no es muy dulce.
– Pero ella es así. Le encanta entrometerse, pero siempre ha sido una parte importante de mi vida. Nuestros padres viajaban constantemente y, cuando estaban fuera, Todd y yo vivíamos con Ruth. Tenía una mansión increíble en Bel Air. El terreno era impresionante, dos o tres acres por lo menos. Pasábamos los veranos perdidos en los jardines. Cuando estábamos en el colegio, ella aparecía sin razón alguna, nos sacaba de clase y nos llevaba a la playa o a Disneylandia.
– Suena bien -dijo ella con tono dubitativo.
– Era genial. Tendrás que llegar a conocerla.
– Estoy deseándolo. Al menos la casa estará bien, si me pide que vaya a visitarla.
– Ya no vive allí. Se la dio a su hija, que es la mayor de las dos hermanas, y ella se la cedió a Todd.
– ¿Todd vive en una vieja mansión de Bel Air? -preguntó Julie.
– ¿Eso cambia algo? ¿Te arrepientes de que no fuera él el de la cita?
Ella se rió.
– No. Eso hace que sea más risible. ¿Qué hace un soltero en una casa así? Debe de ser un museo.
– Lo es. ¿Por qué te parece tan divertido?
– No sé, pero estoy deseando decírselo a mis hermanas. Bien, soy una maleducada. ¿En qué puedo ayudar?
– Podrías poner la mesa.
– Genial. Dime dónde puedo lavarme las manos.
– Claro.
La guió hasta el cuarto de baño de invitados junto al salón. Julie miró a su alrededor, a los azulejos blancos, los suelos de mármol y las figuras blancas, y luego volvió a mirar a Ryan.
– Tienes que aprender a decirle que no a tu de corador de interiores.
– Lo sé. Es un desastre.
– Podría quedarte ciego aquí dentro.
– Si crees que esto es malo -dijo él-, deberías ver el dormitorio. Todo es negro y morado.
En menos de un segundo, la atmósfera cambió. La tensión fue palpable entre ellos. Ryan no podía apartar la mirada de su boca, y la necesidad de besarla y abrazarla le invadió al instante.
Julie abrió la boca y volvió a cerrarla.
– Esto es extraño -dijo finalmente.
– No tiene por qué serlo -aunque le costó trabajo, se apartó de ella. Había cedido a la tentación en el bufete y eso no había mejorado las cosas. No quería volver a cometer el mismo error-. ¿Ves? Todo bien.
No era cierto. Al menos no para él. Cuanto más estaba con ella, más la deseaba, pero, por el momento, ignoraría el deseo. Tenía que pensar a largo plazo. Julie y él tenían que establecer una relación cómoda para poder llegar a conocerse. Entonces, cuando ella se ablandara, volvería a proponerle matrimonio. Porque, de un modo u otro, iban a casarse.
Ningún hijo suyo nacería sin que sus padres estuvieran legalmente unidos. Así que estaba dispuesto a cualquier cosa para convencer a Julie de que le diera una oportunidad; incluso renunciaría a lo único en lo que podían estar de acuerdo. El sexo.
Capítulo Nueve
Aquel era el fin de semana de las comidas divertidas, pensó Julie mientras aparcaba frente a una inmensa finca de Beverly Hills. El día anterior había estado comiendo con Ryan una comida deliciosa y compartiendo una agradable charla. Al regresar a casa había escuchado un mensaje de Ruth invitándola a comer al día siguiente a su casa. La invitación había sonado más como una orden.
Julie había considerado la opción de negarse durante tres segundos, pero luego había llamado para confirmar. Quería llegar a conocer a su abuela. Ryan había descrito a una mujer muy distinta a la que ella había conocido. Tal vez esa visita le demostrara qué Ruth era la real.
Se acercó a las enormes puertas y llamó al timbre. Abrió una sirvienta. Cuando Julie le dio su nombre, fue acompañada por un vestíbulo tan grande como su casa hasta un inmenso salón.
Había varios sofás, unas doce sillas, mesas, armarios, obras de arte más típicas de una galería y un hombre de pie junto a la chimenea.
El corazón comenzó a acelerársele incluso antes de que el hombre se diera la vuelta, de modo que no se sorprendió tanto al encontrar a Ryan allí.
Obviamente él no había sido informado de su llegada, pues arqueó las cejas al verla y sonrió.
– ¿Julie?
El placer en su voz le produjo un escalofrío. El día anterior había tenido la oportunidad de conocerlo mejor. A pesar de todo, estaba empezando a causarle una buena impresión. Pero ver que se alegraba de su presencia hacía que ganase puntos.
– Ruth me invitó a comer -dijo ella.
– A mí también -dijo él, bajando la voz-. Era una orden.
– ¿Los dos juntos? ¿Debería preocuparme?
– No creo -Ryan se acercó y le agarró una mano antes de darle un beso en la mejilla-. Sin importar por qué estés aquí, me alegro de verte. La comida ayer fue excelente.
El también lo era, pensó Julie, mirándolo a los ojos y sintiendo cómo se le erizaba el vello. Sus dedos eran cálidos y la mejilla le ardía por el leve roce de sus labios.
– Me lo pasé bien -admitió ella, deseando de pronto que no los interrumpiera nadie.
Había salido antes con hombres, incluso había estado prometida, pero nunca había tenido una relación tan visceral con nadie.
– Oh, bien. Los dos estáis aquí.
Ruth Jamison entró en el salón con los brazos abiertos y una sonrisa en los labios.
– Ryan, cariño, qué bien que hayas venido -dijo, abrazándolo antes de girarse hacia Julie-. Sigo sin creer que tenga unas nietas tan adorables.
Julie recibió el abrazo de su abuela y luego Ruth los condujo del brazo a uno de los sofás. Cuando estuvieron sentados, ella ocupó la silla de enfrente.
– Sé que esto ha sido muy precipitado -les dijo, así que muchas gracias por concederle este placer a una anciana.
– Una anciana muy astuta -dijo Ryan- ¿De que va todo esto, Ruth?
– ¿Es que tiene que ir de algo?
– Conociéndote, sí.
Ruth le dirigió una sonrisa y luego miró ajulie.
– No le hagas caso -dijo-. Hará que pienses que soy una persona horrible, y no es verdad. Soy muy dulce. Y también estoy preocupada. He oído que saliste con Ryan en vez de con Todd. ¿Es cierto?
La pregunta fue tan inesperada, que Julie no supo qué decir. ¿Cómo diablos se había enterado? ¿Se lo habría dicho Ryan? Ruth continuó hablando.
– Mientras que Ryan es un hombre maravilloso y estoy deseando que siente la cabeza, Todd es el mayor. Debería casarse primero.
– Es sólo dos meses mayor -dijo Ryan-. No te importarán ese tipo de cosas, ¿verdad?
– Generalmente no, pero esto es diferente. Se trata de la familia. Tu tío abuelo tenía unas ideas muy particulares y yo quiero que se cumplan. Que Todd se casase primero era una de esas ideas. ¿Qué ocurrió?
– Ruth, esto no es asunto tuyo -dijo Ryan amablemente, contestando a la pregunta de Julie sobre si habría sido él la fuente informadora de Ruth. Pero, si no lo era, ¿quién entonces?
– Claro que sí.
Julie sintió el peligro. No quería que Ryan admitiera la verdad sobre su primer encuentro por muchas razones. Tenía la sensación de que estaba dividido entre querer contestar a su tía y querer protegerla a ella. En vez de esperar a ver lo que pasaba, decidió Intervenir.
– Yo organicé la cita con Todd como tú sugeriste dijo Julie- Entonces le surgió un asunto y Ryan apareció para decirme que iba a llegar tarde. Se quedó a tomar una copa y acabamos cenando juntos.
Ryan le dirigió una mirada de agradecimiento.
– Eso es. Todd no pudo llegar a tiempo.
– Entiendo -dijo Ruth con un suspiro-. ¿Y ahora qué? ¿Saldrás con Todd?
– No -contestó ella.
Ruth se quedó mirándola.
– Es un millón de dólares, Julie. ¿Sabes lo que podrías hacer con ese dinero?
– Me hago una idea, pero estoy bien. Gracias por preguntar.
Más tarde, cuando terminaron de comer, Julie y Ryan se marcharon juntos. Cuando salieron a la calle, Julie se giró hacia él.
– No sé si sólo es una vieja loca o el diablo en persona -dijo.
– Normalmente me pondría de su lado, pero está actuando de forma extraña. ¿A qué venía ese interrogatorio? ¿Y cómo se ha enterado de que cenaste conmigo en vez de con Todd?
– No tengo ni idea. Aunque yo pensé que habías sido tú.
– Yo no fui.
– Ya lo sé.
– Normalmente no se comporta así. Quizá lo de tener nietas se le ha subido a la cabeza.
– Mis hermanas y yo no tenemos poderes especiales. Parecía triste cuando le he dicho que no iba a sa lir con Todd. Tendré que advertir a Marina y a Willow de que irá a por ellas después. Aunque no tendrá suerte con Willow. Mi hermana se muestra muy protectora conmigo estos días. Lo único que quiere de Todd es la oportunidad para gritarle.
Ryan se detuvo junto al coche de Julie.
– Tenemos un gran lío.
– Oh, sí. Y la culpa es tuya, por cierto.
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