– Cierto. Pero superar lo de Garrett fue mucho más fácil de lo que debería haber sido. Tengo miedo de no poder superar lo de Ryan.
– Te estás enamorando de él -dijo su madre.
– Eso parece. Y no creo que lo desee.
– ¿Puedes evitar que esos sentimientos sigan creciendo?
No si continuaban pasando tiempo juntos, pensó Julie al recordar el fin de semana anterior. No era sólo sexo. Eran todas las cosas de las que habían hablado y se habían reído. Era el modo en que le hacía sentir y lo mucho que deseaba confiar en él.
– Me niego a enamorarme -dijo Julie.
– Pensé que decidirías eso. Por una parte, creo que has tomado una decisión increíblemente triste. Por otra, no creo que nadie, ni siquiera tú, tenga ese control. Ryan no va a desaparecer. Siempre será el padre de tu hijo y estará en tu vida. ¿Puedes resistirte a él para siempre?
Julie ya sabía que la respuesta a eso era no. Así que, si enamorarse era inevitable, ¿por qué estaba luchando por resistirse?
Julie escribió una nota en el cuaderno. Necesitaba un par de citas más y estaría lista para escribir su informe. Llamaron a la puerta, que estaba abierta, y levantó la cabeza.
– Adelante -le dijo al hombre que allí había.
Iba vestido con vaqueros y jersey, nada elegante.
– ¿Julie Nelson? -preguntó. -Sí.
– ¿Julia Marie Nelson?
No le gustaba que la gente utilizara su nombre completo. Le recordaba a cuando su madre se enfadaba con ella.
– ¿En qué puedo ayudarle?
El hombre le entregó un sobre, y dijo:
– Aquí tiene.
Y, sin más, desapareció.
Julie se quedó mirando el sobre y luego lo abrió. La carta que había dentro era de un bufete de abogados. Mientras examinaba el contenido, comenzó a sentir frío por todo el cuerpo. Su corazón gritaba y su cerebro murmuraba «te lo dije».
Ryan le estaba ofreciendo un acuerdo prenupcial y una proposición de matrimonio válida sólo después de que el bebé hubiera nacido y se hubiera demostrado su paternidad mediante una prueba de ADN. Si ella rechazaba la proposición o la prueba, entonces Ryan la demandaría por la custodia de su hijo. La custodia total y permanente. Él la tendría a ella, o Julie se quedaría sin nada.
Capítulo Doce
Julie entró hecha una furia en las oficinas de Aston & Bennett, ignoró a la recepcionista y se dirigió hacia el despacho de Ryan. Él estaba al teléfono.
La miró cuando entró y sonrió.
Julie le quitó el teléfono de la mano y colgó, tirándole los papeles a la cara.
– ¿Cómo has podido? -preguntó en voz alta-. ¿Cómo has podido? Confiaba en ti. Te creí. Eso es lo que me revienta. Estaba empezando a creer que me había equivocado contigo. Que te había juzgado mal. Que todo había sido un error. Pero no lo había sido, ¿verdad? Fuiste tú mismo aquella primera noche que estuvimos juntos. Fuiste una sabandija entonces y eres una sabandija ahora.
Ryan agarró los papeles y se puso en pie.
– ¿Julie, de qué diablos estás hablando?
– De eso -dijo ella, señalando los papeles-. Crees que has ganado, pero te equivocas. Soy mejor que cualquier abogado que puedas contratar. No conseguirás nada, ¿me oyes? Vas a perder. Vas a perder y no te quedará nada. Ni el bebé ni yo. Vamos a ver si me explico. Nunca me casaré contigo. Nunca. La próxima vez que te vea, estaremos frente a un juez. Voy a destriparte. Te dejaré destrozado y malherido y te apalearé cuando estés hundido. Eres un maldito mentiroso y no sabes lo mucho que desearía no haberte conocido nunca. No puedo creer que pensara que estaba enamorada de ti.
Y, con eso, se dio la vuelta y se fue.
Ryan se quedó mirándola, asombrado por el ataque. No entendía lo que estaba pasando. Abrió el sobre y leyó los papeles. Se sintió horrorizado.
– No -dijo, apretando los dientes-. Julie, no. Yo no he hecho esto.
Fue tras ella, pero era demasiado tarde. Las puertas del ascensor ya se habían cerrado.
¿Qué podía hacer? ¿Cómo explicar que él no había hecho eso? ¿Y quién diablos había sido?
Pero ya sabía la respuesta. Entró en el despacho de Todd y cerró la puerta.
– ¿Qué estás haciendo? -preguntó-. Esto es una locura. ¿Por qué has actuado a mis espaldas? ¿Sabes cómo lo has fastidiado todo?
Todd frunció el ceño y observó los papeles.
– Oh, Dios, no. Lo siento. Nunca quise que esto llegara a sus manos. ¿Lo ha visto Julie?
– A juzgar por lo que acaba de decirme, sí. ¿En qué diablos estabas pensando?
– Quería protegerte. Fui a ver a nuestro abogado después de que viniese por primera vez. Antes de que supiera nada de ella. Le dije que quería que estuvieras protegido y que querías casarte con ella, lo cual me parecía una locura. Ya no hice más. Se suponía que él no tenía que hacer nada salvo redactar los papeles. Te lo juro.
Ryan lo creía. Todd sólo trataba de protegerlo. Si la situación hubiese sido al revés, puede que él hubiese hecho exactamente lo mismo.
Pero el plan se había vuelto contra él. En vez de cubrirle las espaldas, los papeles habían destrozado cualquier probabilidad de que Julie confiara en él. Se sentía vacío por dentro y tenía la sensación de que eso sería lo que le esperaría. Porque, cuando la realidad diese la cara, iba a dolerle.
– Contratamos a un tiburón a propósito -dijo él-. Simplemente ha devorado a su presa.
– Se suponía que no debía devorarte.
– Devorar a Julie tampoco es una buena idea.
Había dicho que estaba enamorada de él. Llevaba mucho tiempo queriendo oír esas palabras de su boca, pero no en ese contexto.
– Harás que comprenda que no fuiste tú -dijo Todd- Díselo. No, se lo diré yo.
– ¿Por qué iba a creernos? -preguntó Ryan- Yo no lo haría. ¿Tú? Le mentí cuando nos conocimos. Le mentí y le hice daño. Desde entonces he estado tratando de ganarme su confianza, y ahora esto. Va a pensar que se trataba de un juego.
– Tú la amas -dijo Todd-. No puedes dejar que se vaya.
– No lo haré -dijo Ryan-. Me ganaré su confianza… en cuanto descubra cómo hacerlo.
Julie estaba acurrucada en el sofá. Se había sentido incapaz de volver al trabajo, de modo que se había ido a casa. Había conseguido mantener el control hasta llegar a la puerta, pero entonces las lágrimas habían comenzado a resbalar por sus mejillas.
Lloró tanto, que pensó que pronto se partiría en dos. Aquello no podía ser cierto. Ryan no podía haberle mentido en todo… pero lo había hecho.
La traición de Garrett había sido dura e inesperada, pero, después de la sorpresa inicial, sólo había pensado en alejarse de él cuanto antes. Pero ahora, incluso aunque odiaba a Ryan y quería que fuera humillado, estaba triste porque no volvería a verlo jamás.
– Soy mentalmente inestable -dijo con voz rota-. Necesito ayuda profesional.
Alguien llamó a la puerta.
Se enderezó y se llevó la mano a la boca. No iba a abrir. Era probable que fuese Ryan y no quería hablar con él nunca más.
El timbre sonó y luego volvieron a golpear la puerta.
– Soy Todd. Sé que estás ahí, Julie. Tu coche está en la entrada y el capó aún está caliente. Acabas de llegar. Déjame entrar. Tenemos que hablar.
– No tenemos que hacer nada -gritó ella, poniéndose en pie-. Eres como él. Eres un bastardo. Lárgate o llamaré a la policía.
– No pienso irme. O me dejas entrar o gritaré tus asuntos personales tan alto, que tus vecinos hablarán durante semanas. Déjame entrar. Querrás oír lo que tengo que decir.
– Lo dudo -murmuró Julie mientras ponía la mano en la cerradura. ¿Dejarle entrar? ¿Por qué no? Nada de lo que dijese podría hacerle cambiar de opinión.
Abrió la puerta.
Todd entró. Se parecía tanto a su primo, que se le revolvió el estómago. Trató de controlar las lágrimas, no quería llorar delante de él. Se dio cuenta de que era absurdo, porque ya tenía un aspecto horrible.
– ¿Por qué estás aquí? -preguntó-. Lárgate.
– Acabo de llegar -dijo él-. Escúchame. Luego podrás darme una patada en el trasero. ¿Puedo sentarme?
– No.
– Estás enfadada y triste. Deberías sentarte. Yo me quedaré de pie.
– Estoy bien -dijo ella, cruzándose de brazos-. Empieza a hablar.
– De acuerdo, pero, cuando empiece, tendrás que dejarme terminar. Nada de interrupciones.
– ¿Perdón? ¿Quién te crees que eres? No eres tú el que pone las reglas. Tu primo me ha fastidiado. Así que no te creas con derechos.
– De acuerdo, hablaré deprisa. No fue Ryan, fui yo. Ryan no sabía que yo había ido a ver a nuestro abogado y no sabe que estoy aquí ahora. Tengo la factura para demostrarlo; lo del abogado, no lo de que estoy aquí. Resulta que estuve hablando con nuestro abogado sobre vosotros dos. Intentaba proteger a mi primo porque él no podía protegerse solo. Lo único en lo que podía pensar era en cómo la había fastidiado contigo. Se sentía fatal por lo que había ocurrido.
¿No había sido Ryan? Julie se acercó al sofá y se sentó. ¿Era posible? ¿Se trataría de un truco?
– Ryan nunca haría eso -dijo Todd- Y ahora yo tampoco, pero entonces no te conocía. Pensaba que sólo te interesaba el dinero y que habías engañado a Ryan para quedarte embarazada.
– Me siento halagada.
– Lo siento, pero ha habido muchas mujeres que habrían hecho eso. En ese momento tenía que estar seguro de que no eras una de ellas. Mira, Ryan es la única familia de verdad que tengo. Haría cualquier cosa por él. Sólo quería asegurarme de que estuviera bien. Pero la fastidié. Crees que es su culpa y no confías en él por lo que yo hice. No es él, Julie. Él es un gran tipo. Yo soy el bastardo. Odiame.
Lo que más odiaba Julie era lo desesperada que estaba por creer sus palabras. Ajuzgar por lo que sabía de Todd, eso era justo lo que haría para proteger a su primo. ¿Pero era posible que Ryan no supiera nada del tema?
– Es demasiado -dijo-. Todo. Todo ha sido demasiado rápido. Necesito tiempo.
En ese momento se abrió la puerta principal y Ruth entró en la casa.
– ¿Por qué dejas la puerta abierta? -preguntó la anciana mientras cerraba tras ella-. No es una manera segura de vivir -miró a Todd-. A ti no te esperaba.
– Yo a ti tampoco, abuela -dijo Julie, poniéndose en pie.
– Lo sé. Llamé a tu oficina, pero tu ayudante me dijo que te habías ido a casa porque estabas enferma. He venido a ver cómo estabas, y cómo estaba mi bisnieto.
– ¿Sabes lo del bebé? -preguntó Julie.
– Lo sé todo. Bueno, todo no. No sabía que ibas a salir con Ryan en vez de con Todd. Si lo hubiera sabido, habría intervenido. Todd es el mayor y quería que se casara.
A Julie le daba vueltas la cabeza. Le quedaba la energía justa para invitar a Ruth a sentarse y derrumbarse después en el sofá.
– ¿Cómo sabías lo del bebé? -preguntó.
Ruth miró a Todd, que estaba de pie frente al sofá.
– ¿Estás acechándonos? No nos mires así.
Todd se echó a un lado y Ruth se giró hacia Julie.
– La joven que viene a mi casa a hacerme las uñas tiene una hermana que trabaja en un bufete de abogados. Es el mismo en el que Ryan y Todd hacen negocios. La he utilizado de vez en cuando, sólo para mantenerme informada de sus negocios. Estos chicos no me cuentan nada. Me habló de esos papeles.
Julie no supo a qué reaccionar primero. Al hecho de que Ruth espiase a sus propios sobrinos o al hecho de que una secretaria en un bufete diese información privilegiada.
Miró a Todd, que parecía tan furioso como ella se sentía.
– Haré que la despidan -dijo él.
– Claro que sí -dijo Ruth-. Ya le he conseguido un trabajo mejor, así que lárgate y ocúpate de todo mientras yo hablo con Julie.
Todd vaciló. Julie tuvo la sensación de que iba a quedarse para asegurarse de que todo saliese bien.
– Estoy bien -le dijo-. Puedes irte.
– ¿Estás segura?
Ella asintió.
Todd se marchó, cerrando la puerta tras él, y Julie se giró hacia su abuela.
– Has estado ocupada.
– Tengo que mantenerme informada de los acontecimientos de mi familia.
– De acuerdo, abuela, ésta es la cuestión -dijo Julie- No puedes hacer esto. No puedes espiar y engañar a la gente. Así no se trata a la familia ni se consigue que la gente quiera estar contigo. Sé que eres mayor y debería respetar eso, pero no puedo perdonarte por lo que le hiciste a mi madre. Tenía diecisiete años y le diste la espalda.
– Tu madre eligió marcharse. Fue su decisión y sabía las consecuencias.
– Tú hiciste que tuviera que decidir. Mi padre fue el primer hombre al que ella había amado; aparentemente el único al que amará siempre. Y tú hiciste que tuviera que elegir. ¿Qué esperabas que hiciera?
– Su deber.
– ¿Y el deber de una madre no es querer a sus hijos por encima de todo? Pero aparentemente ése no es tu estilo. Supongo que, en tu mundo, si la gente se equivoca una vez, entonces le das la espalda. Pues no te molestes en preocuparte por mí porque voy a fastidiarla. Voy a decepcionarte. Es inevitable. Prefiero que sepas esto ahora y salgas de mi vida. Así será más fácil. No quiero preocuparme por ti y descubrir después que tu afecto es condicional.
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