Ruth palideció.
– ¿Cómo te atreves a hablarme así?
– Alguien tiene que hacerlo. ¿Por qué te aferras tanto a Ryan y a Todd y a mi madre la dejaste ir tan fácilmente? ¿Acaso sientes…? -Julie abrió la boca y volvió a cerrarla. Entonces se dio cuenta de la verdad-. Sientes lo que ocurrió. Te arrepientes tremendamente. Pero nunca supiste cómo arreglar las cosas con ella; por tu orgullo o por tu dinero. Tenías miedo de que volviera a rechazarte, así que no lo intentaste. Pero tenías a Ryan y a Todd y ellos casi lo compensaban. Así que te aferraste a ellos, dividida entre quererlos y necesitar consolarlos para que no desaparecieran como tu hija.
Los ojos de Ruth se llenaron de lágrimas, pero su expresión siguió siendo reprobadora.
– No tengo ni idea de lo que estás hablando, pero veo que tu madre te educó fatal. Eres grosera y poco profesional.
– ¿Poco profesional? Se trata de una conversación personal. No tengo que ser profesional.
– Bien. Sé lo que quieras, pero escucha una cosa, jovencita. Vas a tener a mi bisnieto y te casarás con Ryan Bennett.
– No lo hará.
Julie levantó la cabeza y vio que Ryan había entrado en la casa. La ignoró y se dirigió a Ruth.
– Julie no hará nada que no desee hacer. Nadie va a obligarla. Ni tú, ni yo, ni nadie. Quiero que sea feliz, eso es lo único que deseo. Si puede ser feliz con otro, entonces me apartaré.
Julie se quedó mirándolo sin saber si debía creerlo o no, aunque estaba encantada de verlo.
– Estás siendo ridículo -dijo Ruth-. No toleraré esto.
– Pues hazte a la idea porque va a ocurrir.
– Pero si la amas -dijo Ruth-. Lo sé porque nunca has hecho tantas estupideces por una mujer. No es propio de ti ser tan tonto.
Ryan miró a Julie y le dirigió una sonrisa compasiva.
– No me importa. Sólo deseo que no sufras más. Parece que no puedo dejar de estropearlo todo.
Julie se puso en pie y se acercó a él. Realmente creía que Todd se había equivocado, y Ruth estaba allí entrometiéndose. ¿Pero acaso le importaba? ¿Acaso no eran Ryan y ella los que tenían que decidir lo que era bueno para ellos?
Entonces pensó realmente en las palabras de Ruth. ¿Amor? ¿Ryan la amaba? Su alma se iluminó al pensarlo. Su corazón se aceleró. ¿Era posible? ¿La amaba?
– Proponle matrimonio -ordenó Ruth-. Proponle matrimonio y acabemos con esto.
– No -dijo Ryan-. No me casaré con Julie. Es la única manera de asegurarme de que sea feliz.
– ¿Qué? -preguntaron ambas mujeres a la vez.
Le agarró las manos a Julie y la miró a los ojos.
– Te he hecho llorar. No quiero que eso vuelva a ocurrir. No quiero que dudes de mí ni de mis motivos. Sólo conozco una manera de hacer eso. No casarme contigo. Porque eso es lo que he deseado todo este tiempo. Que estuviéramos juntos. Al principio era por el bebé, pero ahora hay más. Se trata de ti. Odio cómo nos conocimos. Fue la mejor y la peor noche de mi vida. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo y de lo fantástica que eras, era demasiado tarde para empezar de nuevo. Luego te hice daño y supe que la había fastidiado. Pero el bebé nos dio una segunda oportunidad. Tuviste que llegar a conocerme y pensé que, con el tiempo, tal vez empezara a gustarte. Pero entonces te propuse matrimonio y volví a fastidiarla. Y otra vez como al principio. Te quiero y nunca te obligaré a hacer nada que no quieras. Nos alternaremos al bebé. Compraré la casa de al lado. Sólo dimeló y allí estaré. Te lo juro, Julie. Yo no tuve nada que ver con esos papeles. Nunca te haría una cosa así.
– Lo sé -dijo ella-. Lo sé. Simplemente reaccioné ante eso y luego no sabía cómo borrar mis acciones cuando Todd me contó la verdad.
– ¿Todd ha estado aquí?
– No había tenido a tanta gente en casa desde la fiesta de Navidad -los ojos le ardían por las lágrimas. Pero eran lágrimas de felicidad-. Os creo a los dos, Ryan. Cuando lo pasé tan mal pensando que me habías mentido, me di cuenta de que yo también te quiero.
Julie se preparó para el comentario de Ruth. Diría que, si los dos se querían, lo más lógico sería casarse. Pero no hubo sonido alguno.
Se giró y vio que su abuela había desaparecido. La puerta de entrada estaba cerrada y Ryan y ella e¬taban solos.
– Nunca hubiera pensado que pudiera ser tan sensible -admitió ella.
– Yo tampoco. Todd, Ruth y yo vamos a tener una larga charla sobre su manera de mantenerse en contacto.
– Está sola y se aferra con demasiada fuerza -dijo Julie- Sé amable.
– Lo seré -le dio un beso en los dedos-. Te quiero.
– Yo también te quiero. Lo cual me lleva a un punto interesante. Vamos a tener ese bebé juntos.
– Sí, en efecto.
– Tradicionalmente, las parejas prefieren estar casadas.
– Eso he oído -dijo Ryan, soltándole una mano para acariciarle la cara-. ¿Estás diciendo que estarías dispuesta a casarte conmigo? ¿A pesar de todo?
– De hecho sería un honor.
Ryan la abrazó y la besó. Ella le rodeó el cuello con los brazos y se aferró a él. Era el tipo de hombre que siempre estaría allí, al igual que ella siempre estaría cerca.
– Vamos a ser un gran equipo-murmuró ella.
– Bien por nosotros.
– Hablo en serio. Seremos una de esas parejas eficientes que lo hacen todo bien. Tendremos que mudarnos, claro. Este lugar es demasiado pequeño y tu piso, bueno, no puedo imaginarme viviendo allí. Necesitaremos una casa.
– Mis padres nos darían la suya si tú quisieras -dijo él.
– Tal vez sólo el desván. Me lo pasé bien allí.
– Yo siempre me lo paso bien contigo -dijo él antes de volver a besarla-. De hecho le debemos a Ruth el habernos conocido. Si tenemos una niña, podríamos llamarla como ella.
– Dime que estás bromeando.
Ryan la llevó hacia el dormitorio.
– ¡Ryan, espera! No vamos a llamarla Ruth. No lo permitiré. ¿Me has oído? ¿Qué ha sido de eso de lo que yo desee? ¿Qué ha sido de eso de que yo estoy al mando?
– Nunca he dicho que estuvieras al mando -dijo Ryan mientras le sacaba la blusa de debajo de la falda.
– Estaba implícito.
– Esto es una asociación. Nuestros votos son iguales.
– De acuerdo. Siempre que el mío cuente un poco más.
El se rió y volvió a besarla. De pronto, a Julie ya no le importaba estar al mando, ni los nombres del bebé, ni nada salvo el hombre que había ocupado su corazón y cambiado su mundo para siempre.
SUSAN MALLERY
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