– Estoy de acuerdo. Aunque hay una opción alternativa.
– ¿Las malas maneras?
Todd sonrió y la besó suavemente.
– Te deseo, Julie. Puedo darte una lista de buenas razones por las que esto es una mala idea, pero te deseo. Desesperadamente.
– Buenas maneras, un conversador inteligente y unos besos fantásticos -susurró ella-. ¿Quién podría negarse a eso?
– Yo no.
– Yo tampoco.
Julie sacó las llaves del bolso y condujo a Todd hacia la puerta principal. Una vez dentro, dejó las llaves y el bolso en la mesa que había junto a la entrada.
Todd se quitó lo que parecía ser una chaqueta muy cara y la dejó caer al suelo. Luego la acercó a su cuerpo y la besó con tal pasión, que hizo que se preguntara con qué intensidad podría hacer otras cosas.
Ella le devolvió los besos con la misma intensidad, deslizando las manos por su pecho, acariciando la suavidad de su corbata de seda y el algodón de su camisa. El deslizó una mano por sus nalgas, apretando con fuerza y levantando otra vez la mano para acariciarle un pecho.
Incluso a través del tejido del vestido y del sujetador, Julie sintió sus dedos fuertes explorando, torturando, acariciando. Se detuvo en el pezón, estimulándolo suavemente y dándole ganas de desnudarse por completo para que pudiera acariciar su piel desnuda.
Todd la echó hacia atrás. Ella agarró su corbata y consiguió quitársela antes de comenzar a desabrocharle los botones de la camisa mientras él se encargaba de la cremallera del vestido.
Llegaron al pasillo. Julie había dejado la luz del salón encendida, pero allí estaba oscuro. El la besó por el cuello, haciéndola gemir, llegando hasta el escote del vestido y hundiendo la boca entre sus pechos. Al mismo tiempo, Julie encontró el interruptor de la luz y él le bajó la cremallera. La luz se encendió a tiempo para ver cómo el vestido caía al suelo.
– Eres preciosa -dijo él mientras le acariciaba los pechos-. Caliente y suave, y no me importa que sea tóner de fotocopiadora; hueles muy bien.
Ella se rió mientras él le frotaba los pezones. Todo su cuerpo se tensó, mientras su parte más húmeda clamaba atención.
Sin dejar de tocarle los pechos, Todd se inclinó para besarla de nuevo. Ella cerró los labios alrededor de su lengua y absorbió hasta que él también se estremeció.
De pronto, aquello no era suficiente. Julie deseaba más; lo deseaba todo. Deseaba sentir su peso encima de ella. Deseaba que la penetrara una y otra vez hasta hacerle sentir el placer del orgasmo.
– La ropa -dijo ella-. Llevas demasiada.
– Buena observación.
Mientras Todd se quitaba la camisa, ella terminó de zafarse del vestido y lo condujo hasta su pequeño dormitorio. La luz del pasillo era más que suficiente para lo que iban a hacer. Se giró para mirarlo y vio que Todd la estaba contemplando.
– ¿Qué?
– ¿Estás intentando matarme? Eres una fantasía andante. ¿Saben tus compañeros del bufete lo que llevas debajo de tus trajes?
Julie observó su ropa interior de color rosa. Eran un tanto provocativos, pero nada especial. Los había comprado de rebajas.
– Probablemente sospechen que llevo ropa interior -murmuró ella mientras se quitaba los zapatos-. Prefiero que piensen eso a que no llevo nada en absoluto. Eso sería asqueroso -entonces se quitó uno de los tirantes del sujetador-. ¿Querías que me quitara esto?
Todd ya se había quitado los zapatos y estaba bajándose los pantalones. Mientras ella hablaba, pudo apreciar su erección palpitante bajo los calzoncillos.
– Eso sería fantástico -contestó él.
Sus pantalones cayeron al suelo, deteniéndose en sus tobillos. No pareció darse cuenta. En vez de eso, se quedó mirando sus pechos.
Ella se desabrochó el sujetador y lo lanzó sobre la cómoda.
Realmente no supo si lo había lanzado bien, pues estaba demasiado concentrada en la expresión de Todd. El deseo y la sorpresa se mezclaban en una mirada tan apasionada y masculina, que hacía que le costase trabajo respirar.
Había estado antes con hombres y había estado razonablemente segura de que la deseaban. Pero Todd la miraba como si fuese su última comida. Su apreciación hizo que se sintiera especial y exótica, y más que ansiosa por hacer sus sueños realidad.
Todd se movió hacia ella y estuvo a punto de caerse al tropezar con los pantalones.
– Soy un desastre -murmuró mientras se liberaba de los pantalones y se quitaba después los calcetines.
Julie pensó en decirle que le gustaba el hecho de que no fuera perfecto. Hacía que pareciese más accesible. Pero entonces la abrazó contra su cuerpo y hablar se convirtió en una actividad complicada.
Sus manos estaban por todas partes; en sus brazos, en su estómago, sobre sus pechos desnudos. No la besó mientras exploraba sus curvas y acariciaba suavemente sus pezones con los dedos. En vez de eso, se quedó mirándola a los ojos, y Julie estuvo a punto de rogarle que la poseyera.
– Todd -susurró.
El la echó hacia atrás hasta que sintió la cama tras ella. Luego la envolvió con sus brazos, se giró y los dos acabaron sobre el colchón.
Ella aterrizó sobre él, con las piernas abiertas y sentada sobre su erección.
– Ahora te tengo justo donde te quería -dijo él con una sonrisa- En mi poder.
– Yo estoy encima -dijo ella-. Yo mando.
– ¿Quieres apostar?
Todd le colocó las manos en las caderas y la movió hacia delante y hacia atrás. Incluso a través del tejido de la ropa interior, Julie sintió el calor y la fricción. Con un gemido, se dejó llevar por el placer.
– Justo así -murmuró él mientras comenzaba a masajearle los pechos.
La combinación de sensaciones era increíblemente sensual. La tensión se aferraba a sus músculos mientras sentía cómo se acercaba más y más al climax.
«Así no», pensó ella. No tan deprisa. No cuando aún llevaban ropa. Pero tampoco podía dejar de frotarse cada vez más rápido.
Sin previo aviso, Todd le giró con él hasta que acabaron los dos de lado. Le quitó las bragas con un movimiento suave y luego se despojó él de los calzoncillos. Antes de que Julie pudiera darse cuenta, estaba con la espalda sobre la cama y sentía su boca en el pecho izquierdo.
Todd lamió y jugueteó con su pezón hasta volverla loca de placer. Al mismo tiempo, deslizó una mano entre sus piernas y exploró su parte más húmeda.
Le llevó menos de tres segundos encontrar aquel punto tan mágico. Lo rodeó con los dedos antes de comenzar a moverlos con un ritmo suave y perfecto que hizo que el final fuese inevitable.
Julie se dejó llevar por las sensaciones hasta que apenas pudo respirar. Agarró la manta con los dedos y hundió los talones en el colchón. Todd se movió para besarla en la boca y, cuando sus lenguas se encontraron, Julie se perdió en las profundidades del orgasmo.
El climax pareció durar una eternidad, acabando con su voluntad con cada sacudida.
Sin embargo, finalmente fue consciente de su erección presionando su muslo. Abrió los ojos y encontró a Todd sonriendo.
– Ha estado bien -dijo él-. Al menos para mí. Creo que para ti ha sido mejor que bien.
– Lo ha sido -dijo ella mientras le acariciaba el labio inferior con el pulgar-. ¿Estás listo para algo mejor que bien para ti?
– Pensé que nunca me lo dirías.
Se colocó entre sus piernas y presionó hasta que Julie sintió cómo la penetraba. Arqueó las caderas hacia él, deseando sentirlo entero. Entonces Todd se apartó, volvió a penetrarla y ella lo rodeó con los brazos, acercándolo a su cuerpo, disfrutando del peso casi tanto como de lo que le estaba haciendo.
Porque había comenzado de nuevo. La sensación de necesidad y deseo. El calor aumentando en su interior mientras los músculos se tensaban. Cada vez más rápido. Sus respiraciones comenzaron a sonar entrecortadas. Ella sintió cómo sus brazos empezaban a temblar mientras buscaba ese momento de no retorno.
Se había sentido vacía durante tanto tiempo, que había olvidado la gloria de ser poseída por un hombre decidido a complacerlos a los dos.
Todd se inclinó para besarla mientras ella sentía las primeras sacudidas, y entonces gimió y la penetró con más fuerza. Julie sintió cómo se quedaba rígido antes de estremecerse.
Tras meterse bajo las sábanas, Julie reposó la cabeza sobre su hombro. Él tenía los brazos a su alrededor y ella el muslo apoyado contra el suyo. Ese era uno de los momentos perfectos de la vida. Esos momentos que más tarde recordaría como una noche fantástica.
– Gracias -dijo él mientras jugueteaba con su pelo- Ha sido…
– ¿Espectacular? -preguntó ella.
– Iba a decir alucinante, pero espectacular también.
– He perdido práctica-dijo ella, cerrando los ojos con una sonrisa-. Muchas gracias por la lección.
– No te has comportado como si hubieras perdido práctica. Parecía como si hubieses leído el manual de cómo activar todos mis botones.
– ¿De verdad? ¿Todos?
– Bueno, tal vez te hayas dejado uno.
– Tendré que ocuparme de eso la próxima vez.
Todd se rió, y dijo:
– Palabras para convertir a un hombre en tu esclavo sexual. ¿Puedo quedarme?
Dos palabras que captaron su atención. Tal vez llevase tiempo sin tener citas, pero recordaba casi todas las reglas. Después del sexo, sobre todo después de un encuentro tan inesperado, la mayoría de los hombres preferían vestirse e irse. No tenía mucha experiencia personal, pero sí muchas amigas que lo habían sufrido.
¿Todd quería quedarse? ¿Allí? ¿Con ella? ¿Por la noche?
– Tenía planes para luego -dijo ella-. Supongo que puedo cancelarlos.
– Muchas gracias. ¿Roncas?
– No -contestó, riéndose-. ¿Tú?
– Duermo tranquilamente -se giró para poder besarla-. Aunque no creo que vayamos a dormir mucho esta noche.
Poco después de las dos de la madrugada, observó la luz de la luna reflejada en la cara de Julie y supo que lo había estropeado todo desde el principio.
No tenía que haber sido así. No tenía que sentirse atraído por ella. Por lo que le habían dicho, Julie Nelson era una chica bonita y codiciosa que necesitaba que le dieran una buena lección, y él era el hombre que se había ofrecido a enseñársela. Había esperado encontrar a una fresca insulsa y superficial.
En vez de eso, había encontrado a una mujer guapa, divertida, inteligente y sincera que le hacía reír y querer volver a creer en las posibilidades.
En ese momento debía sentir que le había hecho un favor al mundo. En vez de eso, se sentía como un completo imbécil. Lo había estropeado todo y no sabía cómo arreglarlo. Le gustaba Julie. Le gustaba mucho.
¿Cómo iba a explicarle que no era Todd Aston III y que la habían engañado?
Capítulo Tres
Julie estaba de pie en la cocina agarrada al borde de la encimera. Esperaba que en cualquier momento un rayo partiese el tejado de su casa por la mitad o, al menos, oír al fantasma de la Navidad.Había un hombre en su dormitorio.
En ese mismo instante, cuando se suponía que ella debía estar preparando café, Todd estaba dormido en su cama.
Hasta que él había entrado por la puerta la noche anterior, su casa había sido una zona libre de hombres. Después de lo que había ocurrido con Garrett, había deseado que fuese así. La había alquilado después de acabar la universidad, la había amueblado de manera femenina y su colchón había sido prácticamente virginal.
Pero ya no, pensó mientras alcanzaba con una sonrisa la lata del café. Tenía el brillo típico después de una noche de pasión y los músculos agarrotados a consecuencia de ello.
Encendió la cafetera y se apoyó contra la encimera. En teoría, debía estar arrepintiéndose. No era propio de ella. Era mucho más sensata, más cuidadosa, mucho menos impetuosa. Lo cual volvería a ser muy pronto. Pero, de momento, quería disfrutar de los cálidos recuerdos de lo que habían hecho.
Se sentía bien, demasiado bien para sentirse mal.
– Buenos días.
Levantó la mirada y vio a Todd de pie en la puerta de la cocina. Se había puesto los pantalones y la camisa, pero no se la había abrochado. Podía ver su piel desnuda y sus fuertes músculos. También parecía desaliñado, sin afeitar y demasiado sexy para explicarlo con palabras.
– Hola -murmuró ella-. Estoy haciendo café, lo cual probablemente ya sepas.
– Bien. Gracias.
No tenía ni idea de en qué estaba pensando él. Probablemente hiciera eso todas las mañanas, despertándose en una cama extraña. Podría dejar que él llevara las riendas, sólo que ése no era su estilo. Ella era más de estar al mando. Sus hermanas podrían dar buena cuenta de eso.
– He perdido práctica-dijo, encogiéndose de hombros-. Todo este asunto del hombre desconocido en mi cama y todo eso. No esperaba lo de anoche, así que no estaba preparada para esta mañana. ¿Qué quieres hacer? ¿Ducharte? ¿Marcharte? ¿Mi número de teléfono?
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