Ryan escuchó sus palabras, pero no significaron nada. Su cuerpo se quedó helado y su cerebro dejó de funcionar.

– ¿Cómo?-preguntó antes de poder evitarlo-. No importa. Conozco la respuesta.

– Qué reconfortante.

Embarazada. No lograba comprenderlo. Claro, tener hijos era algo que sabía que ocurriría finalmente, ¿pero en ese momento? ¿Así? ¿Con una mujer que lo odiaba?

El momento no era el adecuado, pero descubrió que la idea no le disgustaba.

Julie se sentó. Habría preferido mantenerse de pie, pero últimamente siempre corría el riesgo de marearse. Algunas mujeres pasaban el embarazo entero sin síntomas. Ella había conseguido pasar casi el primer mes sin enterarse. ¿Sería su suerte?

Pero no podía estar disgustada. Incluso con Ryan allí mirándola, no podía sentirse infeliz. No con el hecho de tener un bebé.

– No estaba segura de si debía decírtelo -dijo ella- llevo debatiéndome los dos últimos días. Pero eres el padre y tienes derecho a saberlo. Para dejar las cosas claras, pienso tener el bebé.

– Me alegro.

– Puedes firmar y renunciar a tus derechos y yo asumiré toda la responsabilidad -dijo ella, preguntándose si él lo haría. Era el camino fácil, el más práctico. Muchos hombres saltarían ante esa posibilidad. Una semana antes, incluso ella habría saltado.

Pero algo había sucedido. En cuanto el doctor Greenberg le había dicho que estaba embarazada, su corazón prácticamente había explotado de alegría. Nunca antes había pensado mucho en tener hijos. Era algo lejano. Pero saber que había una vida creciendo dentro de ella había hecho que todo cambiara. En ese preciso momento se había dado cuenta de que su vida tenía sentido.Un bebé. No, un milagro.

– No -dijo él-. Yo seré el padre de mi hijo.

– No tienes que hacer esto para quedar bien -dijo ella- Nadie tiene por qué saberlo.

– Seré el padre de mi hijo -repitió Ryan-. Lo deseo.

Tenía buen aspecto. Demasiado bueno. Julie odiaba encontrarlo aún tentador. Quería inclinarse hacia él para besarlo. Quería aspirar su olor y tocar su cuerpo. Deseaba que la parte mala de su anterior encuentro desapareciera para poder volver a revivir lo bueno.

– Obviamente, tendremos que encontrar la manera -dijo ella-. Dado que estoy de menos de un mes, tenemos tiempo de pensarlo.

Se puso en pie y sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta. La había guardado ahí antes y había escrito su número de casa en el reverso. Por supuesto, había albergado la esperanza de que Ryan renunciase a su hijo, pero, teniendo en cuenta su suerte, no le había parecido muy probable.

Le entregó la tarjeta.

– ¿Ya está? -preguntó él.

– ¿A qué te refieres?

– ¿No tienes nada más que decir? ¿Nada más de lo que quieras hablar?

– No hay nada más – contestó Julie, encogiéndose de hombros -. Estoy embarazada. Soy yo la que tiene que ocuparse de eso. Cuando haya bebé, podrás involucrarte. Hasta entonces, supongo que hablaremos.

– ¿Quieres decir que yo te llamaré y tú ignorarás mis llamadas?

– Esta vez no las ignoraré.

– No sé si creerte.

– No soy yo la que miente -dijo ella, recogiendo su bolso.

– ¿Alguna vez olvidarás eso?

– No.

– Julie -dijo Ryan, dando un paso hacia ella-, vamos a tener un bebé. Alguna vez tendrás que perdonarme.

– De hecho, no -dijo ella antes de darse la vuelta y marcharse.

Capítulo Seis

Ryan pasó la tarde en su despacho sin trabajar.

Embarazada. Sabía que había estado allí y lo que había ocurrido, pero aún seguía pareciéndole imposible que una sola noche pudiera dar paso a un bebé.

Todd entró en la sala y se sentó en el sofá de cue ro junto a la ventana.

– ¿Qué es lo que quería? -preguntó-. No, espera. Quiero adivinarlo. Te lo ha perdonado todo y desea volver a estar contigo.

– ¿A ti te parece que estaba de humor para decir algo así?

Todd se encogió de hombros.

– Estaba enfadada, claro -dijo-. Pero no sabemos si era real o fingido. Venga. Ya hemos visto esto antes. Algunas son mejores que otras.

En otro momento, Ryan habría estado de acuerdo con su primo. Hacía poco había llegado a estar convencido de que no quedaban mujeres sinceras. Pero se había equivocado.

– Está embarazada.

Todd se enderezó y lo miró fijamente. Entonces maldijo en voz baja y volvió a recostarse en el sofá.

– Te han fastidiado de lo lindo -dijo-. Tiene sentido, Ella gana de todas formas.

– Nadie gana -dijo Ryan-. Vamos a hacer un trato. Me preguntó si quería renunciar a mis derechos.

– ¿Y no te ha pedido nada a cambio? -preguntó Todd-. No lo creeré hasta que no vea los papeles.

– Le he dicho que no.

– Claro que sí.

– No es así como yo lo habría planeado, pero, ahora que ha ocurrido… -no sabía qué decir.

– No me vengas con el cuento de padre e hijo -dijo Todd, frunciendo el ceño.

– No me importaría tener una hija.

Todd emitió un gemido.

– Mira el lado positivo -dijo Ryan con una sonrisa-. En alguna parte leí que un bebé saca casi toda su inteligencia de su madre. Julie es tan lista, que su bebé podrá ser capaz de salvar el mundo.

– Tú sí que necesitas que alguien te salve. Apenas conoces a esa mujer y ahora vas a tener un hijo con ella. Si te ofreciera la oportunidad de escaquearte, deberías considerarlo.

– No.

– Mira lo que ocurrió la última vez.

– Esto es diferente. No seré padrastro. Estaré implicado desde el principio. Tomaremos las decisiones juntos.

– ¿Estás seguro de eso?

– Julie tiene todo el derecho a estar enfadada conmigo.

– No estoy de acuerdo, pero bueno -dijo Todd-. Está enfadada, ¿pero crees que alguna vez se le pasará? ¿O jugará contigo? ¿Estás seguro de que el bebé es tuyo?

– ¿Siempre has sido tan cínico?

– Los dos lo somos.

– Ya no.

– Nada de eso -dijo Todd, reposando el tobillo en la silla contraria- No puedes decirme que esto cambie las cosas. La conociste, te gustó, te acostaste con ella, cosa que por cierto no me dijiste.

– No me pareció relevante.

– Todo apunta a lo contrario. No tienes manera de saber con quién estuvo la noche o la semana de antes de conocerte. De acuerdo, demos por hecho que es tuyo, pero protégete, Ryan. Tiene sentido.

Sí tenía sentido. Pero la cuestión era que Ryan sabia que no era necesario. En el fondo sabía que Julie estaba diciéndole la verdad.

– Tal vez lo planeó todo -dijo Todd-. Tal vez lo hubiera preparado.

– Claro -dijo Ryan-. Julie consiguió reconciliarse con una abuela que no sabía que tenía, segura de que Ruth insistiría para que una de las hermanas saliera contigo. Entonces esperó a una noche en la que estuviera ovulando, concertó la cita, me sedujo, me llevó a casa y se acostó conmigo sin saber si yo usaría preservativo, todo el tiempo con la esperanza de quedarse embarazada.

– Podría pasar -murmuró Todd.

– Haces que me replantee nuestra asociación.

– Miro por tu bienestar. Te conozco, Ryan. Tienes toda esa vena del honor. Lo ocultas, pero sé que está ahí. Mentiste y, aunque estaba justificado y estabas enfadado en aquel momento, odias haberlo hecho. Ahora ella está embarazada y te sientes responsable. No seas estúpido.

– No lo seré.

– Y yo me lo creo. Por lo menos no hagas nada hasta que no nazca el bebé y te hagas la prueba de paternidad, ¿de acuerdo? Puedo recomendarte algún buen abogado.

– Julie es una buena abogada.

– Me refería a un abogado que no fuese a fastidiarte. ¿Estás seguro de que no está en esto por dinero?

– Sí.

– Yo no lo estoy. Ryan, eres lo más cercano que tengo a un hermano. Recuerda lo que ocurrió la última vez. No quiero que te den otra paliza.

– Julie no haría eso.

– ¿Cómo lo sabes?

Ryan no tenía una respuesta. Era algo que sentía, no algo que pudiera demostrar o explicar.

De hecho, Todd tenía cierta razón. Ryan no sabía casi nada de Julie. Era posible que estuviera en eso por dinero. Tal vez fuera un juego para ella. Pero, sinceramente, le daba igual.

¿Qué decía eso de él?

– Ella no es así -dijo finalmente.

Todd negó con la cabeza, y dijo:

– Todas son así.


– ¿Por qué nos reunimos aquí? -preguntó Willow cuando salió de su coche y observó el centro comercial. Como Julie había pedido, había aparcado frente a la tienda de material de oficina-. ¿Hay rebajas en clips o en bolígrafos de colores?

Julie esperó a que su hermana se reuniera con ella en la acera.

– Tengo algo que contarte.

– ¿Ya no quieres ser abogada? ¿Vas a dedicarte a vender al por menor?

– Casi.

– No tomes decisiones importantes ahora, mientras sigues recuperándote de ese bastardo. No merece la pena.

– Gracias por el apoyo.

La pequeña y delicada Willow se mostraba apasionada con todo. Por desgracia, cuando los hombres la miraban, la veían como a una amiga o compañera. Pero algún día el hombre adecuado abriría los ojos y se dejaría conquistar. Julie sólo esperaba que estuviera preparado para lo que le esperaba.

– En fin, tengo algo que decirte -dijo mientras conducía a su hermana hacia la tienda de ropa de bebé de al lado-. Me había reservado un pequeño detalle de mi noche con Ryan.

– ¿Es hermafrodita? -preguntó Willow con una sonrisa-. Porque eso habría hecho que fuese un poco raro.

– Más raro de lo que piensas -dijo Julie, mirándola a los ojos- Me acosté con él.

– Ya me lo imaginaba.

– ¿Qué? ¿Cómo? No dije nada -Julie siempre había pensado que se le daba bien guardar secretos-. Ni siquiera lo dejé entrever.

– No era necesario. Estabas más triste de lo que era necesario, y ése suele ser un defecto mío o de Marina. Pero no tuyo. Así que imaginé que debía de haber una razón. Acostarte con Ryan era la razón más lógica.

Julie suspiró. Sus hermanas la conocían y ella las conocía.

– Estaba esperando que te escandalizaras.

– Me puedo poner así ahora, si eso te ayuda.

– Gracias, pero estoy bien. Aun así, hay algo más -señaló hacia la tienda de bebés.

En esa ocasión consiguió la reacción que había estado esperando. Willow se dio la vuelta lentamente y se quedó de piedra con la boca abierta.

– Estás embarazada-dijo-. Oh, no. ¿Embarazada? ¿De verdad? ¿De Ryan?

– Sí. Fue una noche ajetreada.

– Embarazada -repitió Willow-. ¿Qué te parece? ¿Estás contenta?

– Sí, la verdad es que sí. Nunca antes había pensado en tener hijos más que como algo futuro, pero, cuando me enteré, supe que lo deseaba.

– ¿Se lo has dicho a Ryan?

– Ayer.

– ¿Qué dijo?

– No mucho. Pareció sorprendido, pero luego dijo que teníamos que hablar. Nos intercambiamos las tarjetas.

– ¿Ya está? ¿No debería haber habido más? -preguntó Willow.

– No sé -Julie se sentía inquieta a raíz de su conversación con él, pero no sabía por qué-. No esperaba volver a verme, así que, dadas las circunstancias, se comportó bien. Ya nos encargaremos del asunto cuando tengamos que hacerlo. Le ofrecí la posibilidad de renunciar a sus responsabilidades, pero se negó.

– Así que estáis juntos en esto -dijo Willow.

– Más o menos. Hasta que no haya bebé, no pienso verlo mucho.

– Un bebé -dijo Willow, apretándole el brazo- ¿Estás excitada?

– Sí, lo estoy. Y también asustada. Pero principalmente excitada.

– Seré tía y le compraré regalos, y haré de canguro-dijo Willow, apretándole el brazo con más fuerza -Tal vez estuviera destinado a ser así. Tal vez sea tú…

– No lo digas, por favor. Ryan no es mi destino.

– Pero eso nunca se sabe.

– Lo sé. Ahora vamos. Vamos a mirar cosas para el bebé. Tenemos que preparar una habitación.


– Tu cita de las once está aquí -dijo Leah, asomando la cabeza por la puerta del despacho de Julie- Es mono.

Julie le dirigió una sonrisa a su ayudante, la que compartía con otros dos socios de segundo año.

– ¿Les dices ese tipo de cosas a Mark y a James?

– A Mark no -dijo Leah-. Pero hay rumores sobre James, así que tal vez él esté interesado si no lo estás lú.

– Eres mala.

– Sí, lo soy. En todos los aspectos posibles.

Leah era una abuela de cincuenta y pico años y también una ayudante excelente. Llevaba en la compañía más tiempo que la mayoría de los socios establecidos y se negaba a trabajar para ellos, diciendo que los nuevos la necesitaban más.

Julie miró su agenda y vio que la próxima hora estaba ocupada por un «cliente potencial», como ella misma había escrito. No aparecía el nombre ni el motivo de la cita. Interesante. Normalmente Leah le daba los detalles.

Julie agarró una libreta, un bolígrafo y su agenda electrónica, y caminó por el pasillo hacia el vestíbulo principal.