– ¿ Qué puedo hacer? Haré lo que me pidas -afirmó Victoria. En esos momentos hubiera hecho cualquier cosa por complacerle.
– Me alegra oírte decir eso. Podrías casarte, Victoria, y así lo harás. Es el único modo de frenar los rumores, la gente tendrá otra cosa de que hablar y, aunque digan que has sido una estúpida, quizá incluso la víctima de un canalla, al menos serás una mujer casada y respetable, y al final se olvidará lo que hiciste. Sin la respetabilidad que proporciona el matrimonio, todos tendrán siempre pre- sente tu desliz y acabarán tratándote como a una prostituta.
– Pero no quiere casarse conmigo, ya lo sabes. Me mintió, lo ha reconocido, jamás tuvo la intención de desposarse conmigo, todo fue un juego para él. -Victoria explicó lo que Toby le había dicho la última vez que hablaron-. Además, Evangeline va a tener un hijo en primavera, no la dejará ahora.
– Eso espero -repuso Edward con tono sombrío-. No, Tobias Whitticomb no se casará contigo, no hay duda, pero Charles Dawson sí. He hablado con él. Es un hombre razonable, inteligente y bondadoso, que comprende tu situación. No se engaña en cuanto a tus sentimientos hacia él y, aunque desconoce los detalles, sabe que durante nuestra estancia en Nueva York tuvo lugar un incidente poco afortunado. Perdió a su mujer, a la que amaba con locura, y no busca una sustituta, pero tiene un hijo y necesita una madre para él.
Victoria le miró boquiabierta. -¿Quieres decir que debo solicitar yo ese puesto? Madre de su hijo pero no esposa amada. ¿Cómo puedes pedirme algo así?
– ¿Cómo puedo? -espetó Edward Henderson con gran irritación-. ¿ Cómo te atreves a preguntarme eso después de destrozar nuestras vidas, mantener relaciones con un hombre casado ante los ojos de todo Nueva York y conce- bir un hijo bastardo? Harás lo que te diga y sin rechistar, o te encerraré en un convento y te desheredaré.
– No me importa. Jamás me obligarás a contraer matrimonio con un hombre al que no amo y que no me ama, como si fuera una esclava, un mueble o un objeto cualquiera. No tienes ningún derecho a hacer conmígo lo que quieras, a acordar mi futuro con tu abogado, a forzarle a que se case conmigo. ¿Piensas pagarle por ese servicio? -Además, a ella no le gustaba Charles Dawson. ¿Cómo podía hacerle eso su padre?
– No voy a pagar a nadie, Victoria. Él comprende tus circunstancias, quizás incluso mejor que tú. No estás en situación de esperar que llegue un príncipe azul, ni siquiera de quedarte aquí, en Croton, conmigo y con tu hermana. Ninguno de nosotros podrá volver a poner un pie en Nueva York hasta que se haya resuelto el problema.
– Córtame el pelo, enciérrame, haz lo que quieras, pero no me vendas a un hombre para limpiar nuestro nombre. Estamos en 1913, no 1812.
– Debes obedecer, no hay nada más que hablar. Si no, te repudiaré y desheredaré, no permitiré que arruines tu vida ni la de tu hermana por tu testarudez. Dawson es un buen hombre, y tienes mucha suerte de que esté dispuesto a desposarte. Creo que, si no fuera por su hijo, jamás te aceptaría, de modo que considérate afortunada.
– ¿Hablas en serio? -preguntó Victoria con incredulidad. Olivia, sentada junto a ella, estaba, por diferentes razones, tan perpleja como ella-. ¿ Me repudiarías si me niego a casarme?
– Sí. Hablo en serio, Victoria. Es el precio que tienes que pagar por tu estupidez, y es bastante justo. Disfrutarás de una vida cómoda en Nueva York, Charles es un hombre honrado, con una buena profesión y excelente reputación, y algún día compartirás con Olivia vuestra herencia. De esta manera gozarás de mucha más libertad; si rechazas mi propuesta, te encontrarás fregando suelos, te lo aseguro. Debes hacerlo por mí, por todos, por tu hermana, que jamás podrá regresar a Nueva York si no aceptas a Charles.
Debes casarte con él. No tiene por qué ser de inmediato, puedes esperar unos meses, incluso hasta la primavera, para que nadie piense que te obligamos a ello por…razones obvias. En todo caso anunciaremos el compromiso después del día de Acción de Gracias. ¿ Lo has comprendido?
Victoria se acercó a la ventana y respondió sin volverse::-Sí, perfectamente. -Odiaba a su padre y a Charles casi tanto como a Toby. Todos los hombres eran iguales, tratantes de esclavos que se aprovechaban de las mujeres, a las que consideraban meros objetos. Cuando dio media vuelta, se sorprendió al ver a Olivia llorar. Seguro que sus lágrimas se debían a que sabía que ahora estarían separadas para siempre. Nueva York no estaba lejos, pero sí lo bastante para que apenas se vieran. Victoria estaba convencida de que su padre no permitiría que su hermana la visitara.
– Siento inmiscuirte en esto -dijo Henderson a Olivia con dulzura mientras le acariciaba el hombro; lamentaba haberla disgustado-, pero creo que puedes ayudar a tu hermana a entrar en razón. Quiero que entienda que no tiene alternativa.
– Lo comprendo. Sólo piensas en el bien de todos.
Curiosamente, el golpe que Edward había propinado a Victoria había causado mayor dolor a Olivia, pues se sentía atraída por Charles Dawson. Era irónico pensar que su padre las había herido de muerte a las dos con la misma es- pada y sin saberlo.
– Quizá prefiráis subir a vuestro dormitorio para hablar-sugirió.
Ya había dicho bastante por ese día, había dejado claras sus intenciones y, aunque sabía que Victoria le odiaba en estos momentos, estaba convencido de que al final accedería a sus deseos. Las gemelas salieron de la biblioteca sin añadir palabra, pero cuando se encontraron a solas en su dormitorio, con la puerta cerrada, Victoria dio rienda suelta a su rabia y comenzó a llorar. No se lo podía creer.
– ¿ Cómo puede hacerme una cosa así? ¿ Cómo se ha atrevido a venderme a ese gusano?
– No es un gusano. -Olivia sonrió con los ojos llenos de lágrimas-. Es un hombre honrado, amable e inteligente; te gustará.
– ¡Hablas igual que nuestro padre!
– Quizás esté en lo cierto al decir que no tienes elección. Sólo recobrarás tu respetabilidad si te casas con Charles Dawson.
– Me importa un comino la respetabilidad. Prefiero subir a un barco y largarme a Inglaterra esta noche; podría trabajar allí y unirme a las Pankhurst.
– ¿No iban a pasar los próximos tres años en la cárcel? O al menos una de ellas, si no recuerdo mal lo que me explicaste en verano. Además, ¿cómo vas a pagar el pasaje? Nuestro padre tiene razón, Victoria, no tienes alternativa.
– ¿ Qué clase de hombre accedería a tomar una esposa de esta manera?
– Ya has oído la explicación. Quiere una madre para su hijo. -A Olivia también le parecía extraño. Conocía mejor a Dawson, o al menos había hablado más con él que Victoria; quizás el problema era que ya no se sentía capaz de seguir adelante solo-. Haz lo posible por llevarte bien con él; te conviene.
Victoria no podía saber cómo había afectado la noticia a Olivia, pues ésta jamás le había comentado cuánto le gustaba Charles. Además, su autocompasión le impedía notar cuán disgustada estaba su hermana.
Esa noche Victoria se negó a cenar con su padre.
– ¿Cómo se encuentra? -preguntó Edward al sentarse a la mesa.
– Enfadada; aturdida…Estas últimas semanas han sido muy duras para ella, pero se acostumbrará a la idea. Dale tiempo.
El padre asintió y, al cabo de un rato, acarició la mano de Olivia mientras la miraba con tristeza.
– Sólo quedaremos tú y yo aquí. ¿Te sentirás muy sola?, -pregunto.
– La echaré de menos -,respondió la joven al tiempo que reprimía las lágrimas. No soportaba pensar en separarse de su hermana, y perder a Charles era una estocada mortal para sus sueños-. Pero yo nunca te dejaré, te Io prometo.
– Quizás algún día, cuando las aguas vuelvan a su cauce y Victoria se haya casado con Charles, podríamos aventuramos en Nueva York para ver si encontramos a tu príncipe azul…
Edward sonrió con dulzura a su hija ignorante del dolor que le habían causado sus palabras.
– No quiero un príncipe, ya te tengo a ti, y éste es mi sitio. No quiero casarme -afirmó con convicción.
Para Edward resultaba triste dejar que su hija se convirtiera en una solterona, pero una parte de él deseaba, egoístamente, que permaneciera a su lado. Llevaba muy bien la casa y su compañía era un consuelo para él.
– Siempre cuidaré de ti, Olivia, te lo prometo. Un día, todo esto será tuyo, podrás pasar el resto de tu vida aquí. A Victoria le dejaré la casa de Nueva York, tú no la necesitarás.
Ya lo tenía todo pensado; ella se quedaría para cuidar de él, y Victoria tendría a Charles. Olivia se preguntó qué había hecho para merecer semejante destino. Jamás había soñado con conseguir a Charles, pero tampoco sospechó que se lo servirían en bandeja a su hermana para expiar sus pecados.
– ¿Me permitirás visitarla en Nueva York? -inquirió, y contuvo el aliento mientras esperaba la respuesta de su padre.
Sería demasiado cruel perder al hombre que le atraía y a la persona que más quería.
– Claro que sí, no tengo intención de separaros. Sólo pretendo ayudar a Victoria a arreglar el terrible lío en que se ha metido. -Mientras escuchaba a su padre, Olivia deseó haber podido alejar a Victoria de Toby, el canalla que había arruinado sus vidas-. Podrás visitarla cuando gustes, con la condición de que no me abandones por completo -añadió con una sonrisa.
Las lágrimas surcaron las mejillas de Olivia. Había visto frustradas sus ilusiones y ya no deseaba nada, no tenía nada con que soñar, ahora siempre pertenecería a su padre. Sintió que su vida se había acabado para siempre.
CAPITULO 8
Charles Dawson y su hijo Geoffrey llegaron a Croton- on- Hudson en un soleado día de otoño de finales de noviembre. Hacía frío, las chimeneas estaban encendidas y se notaba la proximidad del invierno. La cocinera acababa de sacrificar un pavo, pues era la víspera del día de Acción de Gracias…
Edward estaba en Tarrytown, y Victoria había salido a cabalgar sola, como solía hacer últimamente. La casa parecía vacía cuando llegaron, pero Olivia les divisó desde la ventana de la cocina. Se limpió las manos en el delantal y salió corriendo para recibirles sin ponerse un abrigo. Estaba tan contenta de ver a Charles que quería abrazarle y darle un beso. Se preguntó si podría hacerlo algún día, cuando fueran como hermanos. En lugar de besarle, le estrechó la mano y le dijo cuánto se alegraba de que por fin los visitara. Después miró a Geoffrey y sintió que el corazón le daba un vuelco. Era como si ya se conocieran, como si ya hubiera formado parte de su vida alguna vez. Se incli- nó para tenderle la mano con solemnidad.
– Hola Geoffrey, soy Olivia, la hermana de Victoria. -Al mirar de reojo a Charles, comprendió que todavía no había comentado nada al chiquillo. Era evidente que primero quería hablar con Victoria y cerciorarse de que podían seguir adelante con el plan-. Victoria y yo somos gemelas -explicó, y se dio cuenta de inmediato del efecto que habían causado sus palabras al muchacho-. Somos dos gotas de agua, no podrás distinguirnos.
– Seguro que sí -afirmó el niño con una mirada pícara.
– Si nos hacemos amigos, te contaré un secreto para que puedas diferenciarnos -prometió Olivia con tono de complicidad mientras lo conducía de la mano a la cocina para que probara unas galletas recién salidas del horno.
– Me hubiera ido bien conocer ese secreto en Nueva York -intervino Charles-; ¿por qué no me lo explicaste?
– Jamás se lo hemos revelado a nadie, pero Geoffrey es especial.
Miró al chiquillo y puso una mano sobre su hombro. No sabía qué le había impulsado a hacerlo, pero se sentía muy unida a él, como si hubiera venido a ella por alguna razón, Quizá fuera su premio de consolación, el pequeño que alegraría su espíritu ahora que sabía que nunca tendría hijos. Cuando falleciera su padre, sería demasiado tarde para casarse. Sí, siempre había afirmado que se quedaría en Croton para cuidar de él, pero no eran más que palabras; ahora, en cambio, tenía la certeza de que ése era el futuro que le aguardaba.
– ¿Nadie más lo sabe? El niño estaba muy intrigado y se sentía halagado.
– Sólo lo conoce Bertie -respondió Olivia, que acto seguido le presentó al ama de llaves.
Unos minutos más tarde condujo a los recién llegados a sus habitaciones y deshizo su equipaje. Media hora después Charles y Olivia se reunieron en el salón mientras Geoffrey ayudaba a Bertie.
– Es una criatura encantadora -comentó ella con una sonrisa.
Charles la miró un instante en silencio y se dirigió a la ventana para contemplar el jardín con expresión triste. Era difícil adivinar en qué pensaba.
– Se parece mucho a su madre -afirmó Charles con voz queda mientras se volvía hacia Olivia-. ¿Cómo va todo? -preguntó con verdadero interés, lo que era todavía más doloroso para ella.
"Una Imagen En El Espejo" отзывы
Отзывы читателей о книге "Una Imagen En El Espejo". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Una Imagen En El Espejo" друзьям в соцсетях.