Victoria le cogió del brazo con expresión divertida y le condujo al vestíbulo.
– Es una buena idea -repuso. De pronto sintió la tentación de jugar un poquito con él para ver cómo reaccionaba-. De todos modos, ¿ estás seguro de que en realidad no soy Ollie? -preguntó con tono inocente.
– ¿Lo eres?
Charles se detuvo al instante, horrorizado ante la idea de haber actuado con excesiva familiaridad.
Victoria asintió y fingió ser su hermana, pero en ese momento Geoffrey apareció de la mano de Olivia.
– Hola, Victoria -saludó el niño con naturalidad.
Su padre se exasperó por la jugarreta de Victoria. ¿ O acaso se había equivocado su hijo? Charles miró a las gemelas, pero era incapaz de distinguirlas. Olivia apuntó a su hermana con un dedo y preguntó con tono reprobador:
– ¿ Has estado torturando a Charles? -Conocía bien a Victoria.
– Sí -respondió Charles, que agradecía que su futura cuñada hubiera puesto fin al juego con tanta celeridad-. Intentaba hacerme creer que eras tú. Me tenía totalmente desconcertado.
Geoffrey pensaba que su padre era muy tonto por no saber distinguirlas. Su padre se volvió hacia él e inquirió:
– ¿Cómo puedes estar siempre tan seguro de quién es quién?
Le asombraba que un niño de su edad pudiera diferenciarlas.
– No lo sé. -El chiquillo se encogió de hombros-. A mí me parecen diferentes.
– Eres la única persona, aparte de Bertie, que sabe diferenciarnos -afirmó Olivia con una sonrisa.
Charles se volvió hacia su prometida, que todavía se relamía por su hazaña; le gustaba hacerle sentir inseguro.
– Jamás volveré a confiar en ti, Victoria Henderson.
– Me parece muy sabio por tu parte.
En ese momento entró Edward Henderson.
– ¿ Qué pasa aquí? -preguntó, contento de ver a Charles ya su hijo.
Esa noche la cena fue muy animada. Hablaron de negocios y de la venta de la acería, que ya se había cerrado. Henderson estaba muy satisfecho de la manera en que Charles había llevado el asunto; era un abogado excelente.
Después de tomar el café Edward y Olivia se retiraron para dejar solos a los novios. Ella adujo que quería desear las buenas noches a Geoff, en tanto que su padre explicó que necesitaba acostarse temprano porque estaba cansado. Mientras subían por la escalera, comentaron lo bien que iban las cosas. Edward se sentía muy aliviado, y su hija asintió, aunque tenía sentimientos contradictorios.
Sin embargo se olvidó de todo cuando vio a Geoff. Ya estaba en la cama, pero aún no dormía. Tenía los ojos muy abiertos y abrazaba un mono de peluche zarrapastroso.
– ¿Quién es éste? -preguntó Olivia.
– Es Henry. Es muy viejo, tiene los mismos años que yo. Lo llevo a todas partes, excepto al colegio.
El niño parecía tan pequeño en ese lecho tan grande que Olivia sintió deseos de darle un beso, pero no le conocía lo suficiente para hacer eso.
– Es muy guapo. ¿ Muerde? Algunos monos muerden.
– Claro que no -respondió sonriente. Geoff pensaba que Olivia era muy guapa y divertida-. A mí también me gustaría tener un hermano gemelo y tomar el pelo a la gente como ha hecho Victoria hoy con papá. -Estaba convencido de que eras tú.
– ¿Cómo sabes tú quién es quién? -inquirió ella con curiosidad. Se preguntaba qué veía Geoffrey que no percibían los demás. Su inocencia infantil tal vez le procuraba mayor clarividencia.
– Pensáis de manera diferente, y lo noto.
– ¿ Lees nuestros pensamientos? -exclamó con asombro. En verdad era un chico muy listo para su edad. Se planteó si siempre había sido así o si la muerte de su madre le había hecho madurar.
– A veces -contestó, y para sorpresa de la joven añadió-: A Victoria no le gusto.
– Te equivocas. Lo que pasa es que no está acostumbrada a tratar con niños.
– Está acostumbrada a las mismas cosas que tú; el problema es que no le gustan los niños. No me habla como tú lo haces. ¿ Crees que de verdad le gusta mi padre?
Era una pregunta muy directa, y por un instante Olivia no supo qué responder.
– Creo que le gusta mucho, Geoff, pero todavía no se conocen bien.
– Entonces ¿por qué se casan? Es un poco estúpido.
No andaba del todo equivocado, pero la vida era más complicada de lo que él pensaba.
– A veces las personas se casan porque saben que es lo mejor y que acabarán queriéndose con el tiempo. En ocasiones éstos son los mejores matrimonios, los que empiezan con una buena amistad.
A Olivia le parecía un argumento razonable, pero Geoffrey no estaba convencido.
– Mi madre decía que nos quería más que a nada en el mundo, que cuando se casó con papá le amaba más que a nadie, más que a sus padres incluso. Después me tuvo a mí y me quiso tanto como a él. -Geoffrey bajó la voz para agregar con tono de complicidad-: De hecho, decía que me quería más a mí, pero no se lo cuentes a papá; herirías sus sentimientos.
– Estoy segura de que tu madre te quería muchísimo.
– Sí -corroboró con una expresión de tristeza, y guardó silencio al recordarla. Pensaba en ella a menudo, y también la veía en sus sueños, en los que aparecía con un vestido blanco y caminaba hacia él sonriente; sin embargo siempre despertaba antes de que llegaran a acercarse-. Yo también la quería -afirmó al tiempo que apretaba la mano de Olivia-. Era muy guapa y se reía mucho…como tú.
Olivia se inclinó, le besó en la mejilla y le abrazó, Geoff era el niño que jamás tendría, un don inesperado que sustituiría a su hermana.
– Te quiero, Geoffy -dijo con ternura. El chiquillo sonrió.
– Mi mamá solía llamarme así…pero no pasa nada.., tú también puedes hacerlo. Creo que a ella le gustaría.
– Gracias.
Olivia le explicó entonces que una vez, cuando Victoria y ella eran pequeñas, organizaron una merienda para sus amigos del colegio, a los que confundieron haciéndose pasar la una por la otra. A Geoffrey le encantaba escuchar las anécdotas que le contaba. Charlaron durante más de una hora, hasta que el niño se quedó dormido con la mano de Olivia cogida y el mono sobre la almohada. La joven le dio otro beso antes de salir de la habitación. Pensó en él y en su madre, con quien sentía una extraña afinidad, como si la hubiera conocido.
Victoria estaba fumando en el dormitorio cuando entró Olivia. Esta vez ni siquiera se había molestado en abrir la ventana.
– Estoy deseando que te vayas -dijo Olivia con los ojos entornados mientras fingía estrangular el humo.
Su hermana rió.
– ¿ Dónde estabas?
– Con Geoff. Pobre niño, echa mucho de menos a su madre.
Victoria asintió pero no hizo ningún comentario al respecto.
– Charles ha accedido a ir a Europa de luna de miel -anunció con satisfacción.
Olivia meneó la cabeza.
– Pobre hombre, eres un monstruo. ¿Sabe que fumas? -Victoria negó con un gesto y se rieron-. Quizá deberías decírselo o, mejor aún, dejarlo.
– Quizá debería empezar él a fumar.
– Maravilloso -comentó Olivia mientras se desvestía.
– También le he dicho que te gustaría que Geoffrey se quedara aquí, y le ha encantado la idea. No quiere llevarlo a Europa, tiene miedo de que el viaje en barco le traiga malos recuerdos.
– Sí, me temo que así sería -repuso Olivia al recordar lo que Geoffrey le había contado de su madre. Era obvio que el recuerdo permanecía vivo en su mente-. ¿Habéis fijado ya la fecha de la boda?
Victoria asintió con expresión triste. La habían acordado esa misma noche.
– El 20 de junio. El Aquitania zarpa de Nueva York el 2I.
– ¿No crees que será traumático para Charles? -preguntó Olivia.
Su hermana titubeó un momento y se encogió de hombros.
– Él no iba en el barco. Susan regresaba de Inglaterra con Geoff.
– Sin embargo debió de sufrir mucho. Tendrás que ser amable con él durante la travesía.
A Victoria pareció molestarle el comentario.
– Quizá deberías ir tú con él; nunca notaría la diferencia.
– Tal vez él no -afirmó Olivia-, pero Geoff sí.
Al día siguiente Charles y Victoria salieron a pasear antes de comer. Se sentaron en un banco en la orilla del Hudson.
– Es tan bonito. No sé cómo puedes marcharte -preguntó Charles.
La joven se abstuvo de decir que era su padre quien la obligaba.
– La verdad es que prefiero Nueva York, esto es muy aburrido. Es a Olivia a quien le encanta vivir aquí. Yo necesito mas emociones.
– ¿ Ah, sí? Jamás la hubiera pensado -bromeó él. Victoria se rió. Charles era un hombre inteligente y tenía sentido del humor. Además, no se hacía ilusiones sobre su relación, o al menos eso afirmaba.
– Se me ha ocurrido una buena idea para distinguirte de Olivia -añadió el abogado-. Espero que te guste.
Victoria pensó que le hablaría de usar lazos de distintos colores y estaba a punto de protestar cuando Charles le cogió la mano y, sin pronunciar palabra, le deslizó en el dedo un anillo. Era muy fino, con un diamante no demasiado grande; había pertenecido a su madre, que había fallecido hacía algunos años. Todavía guardaba todas sus joyas, algunas de las cuales había regalado a Susan, pero jamás le había dado esa sortija, pues su madre aún vivía por aquel entonces. Victoria la contempló con asombro. La medida era perfecta. Charles miró a la joven esperanzado, pero no se atrevió a abrazarla y decirle lo mucho que la quería.
– Era de mi madre -se limitó a decir.
– Es precioso…gracias. -Se volvió hacia él y por un momento deseó que las cosas hubieran sido diferentes.
– Espero que seas feliz algún día. Un matrimonio entre buenos amigos puede ser maravilloso.
– ¿No es necesario algo más que eso? -preguntó ella mientras recordaba el amor y la pasión que había sentido por Toby.
Charles era consciente de que su unión con ella sería muy diferente de la relación que había vivido con Susan, pero tenía la esperanza de que si la conquistaba, si lograba domarla, se convirtiera en una buena esposa. Estaba dispuesto a intentarlo, por Geoff.
– El amor es algo extraño, en ocasiones lo encuentras cuando menos lo esperas. Jamás te haré daño, Victoria -susurró con ternura-. Siempre me tendrás a tu lado. -Le dolía que su prometida se mostrara tan distante, pero confiaba en que algún día cambiara de actitud. Por el momento era como un potro salvaje, y no podía acercarse más-. No te asustaré.
– Lo siento, Charles.
La pena que reflejaban sus ojos era sincera. Victoria se preguntaba cuánto tiempo tardaría en superar el sufrimiento que Toby le había causado.
– No te preocupes. -Ambos conocían las condiciones de su compromiso y no se hacían ilusiones al respecto-. No me debes nada todavía.
Pero ¿ qué pasaría más adelante?, se preguntó Victoria. ¿Sería diferente? ¿Le desearía algún día como había deseado aToby?
– Así pues, ahora es oficial, estamos prometidos.
– Sí, y en junio te convertirás en la señora de Dawson. Tienes seis meses para acostumbrarte a la idea. -Se acercó a ella y puso las manos sobre sus hombros-. ¿ Puedo besar a la novia antes de la boda?
Sin saber qué decir, Victoria asintió. Charles la rodeó con los brazos y, mientras la besaba con delicadeza, no pudo evitar recordar a Susan. Desde su muerte no había abrazado a ninguna mujer, y se sintió sobrecogido por sus sentimientos, pero Victoria no comprendía nada. Ella sólo sentía los labios de un hombre al que no amaba y con el que estaba obligada a casarse. Charles la mantuvo un instante entre sus brazos; sabía que no sentía nada por él, pero estaba convencido de que con el tiempo llegaría a cobrarle cariño. Era una buena idea que pasaran el verano en Europa.
– ¿ Regresamos? -preguntó al cabo de unos minutos, y cogió a Victoria de la mano.
La joven no hizo comentario alguno sobre el anillo, pero Olivia reparó en él durante la comida y comprendió de pronto que el compromiso y la boda eran reales. Al pensar que Victoria se marcharía y ella se quedaría sola con su padre, se le llenaron los ojos de lágrimas y bajó la vista avergonzada. Su hermana intuyó que algo le sucedía y se miró la mano con un sentimiento de culpabilidad. Cuando se levantaron de la mesa, abrazó a Olivia, y Charles las observó sin comprender qué ocurría.
– Te echaré mucho de menos -susurró Olivia. -Tienes que venir conmigo -repuso Victoria con firmeza.
– Sabes que no puedo.
Charles, que las contemplaba a cierta distancia, se preguntaba de qué estarían hablando.
– Jamás querré a nadie más que a ti -afirmó Victoria con convicción.
Su hermana negó con la cabeza.
– Debes quererle, estás en deuda con él. Tienes que aprender a querer a Charles y su hijo.
Olivia se acercó al abogado para felicitarle, y poco después los tres salieron al jardín cogidos del brazo para disfrutar del sol invernal.
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