– Pues deberíamos volver a hablar. Yo estoy dispuesto a olvidar el pasado y a empezar de nuevo, Sophie. Y creo que seríamos felices juntos. Podríamos vivir y trabajar en la granja, tú podrías seguir haciendo objetos de cerámica en el viejo granero… Al menos sabemos que nos llevamos bien. Y seguiríamos siendo amigos, como lo somos ahora.
– Pero estar casados es más que ser amigos -protestó ella. Dos personas casadas lo compartían todo.
Sobre todo, la cama.
Siempre había podido hablar con Bram de cualquier cosa… aunque ahora que lo pensaba, nunca habían hablado de sexo. De relaciones, sí. De sentimientos también. Pero no de sexo. Sencillamente, nunca había salido esa conversación. Pero no había razón para que hablar de sexo fuera diferente.
El problema era que Bram la había besado y ahora todo era diferente.
«Qué tontería», pensó entonces. Bram era un viejo amigo y, aunque no lo fuera, los dos eran adultos. Ella tenía más de treinta años, por Dios bendito.
Entonces, ¿por qué temía sacar el tema, como una adolescente?
El sexo era un tema como cualquier otro y tenían que hablar de ello. Aunque sería más fácil si no se hubieran besado. Y si ella no hubiera fantaseado con lanzarse sobre él en el Land Rover. Y si pudiera dejar de pensar en él como un hombre y pudiera volver a verlo como Bram, su viejo amigo Bram.
Sophie se aclaró la garganta.
– ¿En qué clase de matrimonio estás pensando? No hemos hablado de cosas prácticas.
– ¿A qué te refieres?
– Bueno, ya sabes… si dormiríamos junto o no -contestó Sophie a toda velocidad.
– No, de eso no hemos hablado -asintió Bram-. ¿Quieres que hablemos ahora?
– No estoy segura -respondió ella con sinceridad-. Pero supongo que es lo mejor. ¿Tú qué crees?
Bram se sirvió una copa de vino mientras pensaba la respuesta, turbado al darse cuenta de que no tenía el menor problema para imaginarse haciendo el amor con Sophie.
Durante todos esos años, jamás se le había ocurrido. Siempre había pensado en ella como una amiga. Una amiga que, además, siempre llevaba ropa ancha que ocultaba su cuerpo. Pero ahora se encontraba a sí mismo pensando en lo suave que era, en lo cálida que le había parecido cuando la besó. Y en cómo sería meterse en la cama y tenerla a su lado…
Abruptamente, Bram dejó la botella sobre la mesa. Por primera vez en su vida, no podía ser sincero con Sophie. Ella quería que le dijera lo que pensaba, pero no podía hacerlo. ¿O sí?
– Si nos casamos, sería un matrimonio de verdad. Y, si quieres que te sea sincero, no me hace ninguna gracia la idea de pasar los próximos treinta años sin tocar a una mujer. Además, quiero tener hijos. Los Thoresby han vivido en Haw Gilí durante generaciones y me gustaría pasarle esta granja a mi hijo, pero…
– ¿Pero qué?
– Pero sé lo que sientes por Nick -suspiró Bram-. Y no me gustaría hacer el amor contigo si estuvieras pensando en él.
Sophie se puso colorada. -Ya, claro.
– ¿Entonces?
– No sé… yo creo que tienes razón. Si nos casáramos, tendría que ser un matrimonio de verdad.
Sophie se imaginó en la cama con él, abrazándolo, besándolo. De repente, se le quedó la boca seca y su corazón empezó a latir con una mezcla de pánico y emoción.
Por un lado, deseaba saber cómo sería hacer el amor con Bram, pero por otro… no le gustaría que la imagen de Nick enturbiase ese momento.
¿Y Bram? ¿Cómo podía estar segura de que él no iba a pensar en Melissa?
– Es que… no he estado con nadie desde que corté con Nick. Intento no pensar en él, pero no puedo evitarlo. A lo mejor cuando vuelva a verlo será diferente, pero ahora mismo no puedo…
– No estoy sugiriendo que nos acostemos ahora mismo, Sophie -la interrumpió Bram-. Si nos casamos, estoy dispuesto a esperar hasta que tú me digas. Cuando te hayas olvidado de Nick y desees mantener una relación conmigo, sólo tendrás que decirlo.
– Ah, genial -más ruborizada de lo que le gustaría, Sophie recurrió al sarcasmo para ocultar su confusión- Y sería muy fácil meter eso en una conversación normal.
Bram tuvo que sonreír al verla tan colorada, con los rizos por todas partes y ese jersey viejo… Pero no podía dejar de pensar en aquel beso. ¿Se olvidaría de Nick algún día?, pensó. Curiosamente, rezaba para que no tardase mucho tiempo en hacerlo.
– A lo mejor no tendrás que decir nada.
Entonces se miraron, en silencio. Y el silencio se alargaba mientras el reloj de la pared marcaba el paso del tiempo, ajeno a la turbación de la pareja.
– No tienes que pensar en ello a menos que decidas casarte conmigo -fue Bram quien habló por fin.
– No, ya lo sé -asintió ella, tomando un sorbo de vino.
¿Cuál era la alternativa? ¿Desperdiciar su vida pensando en Nick, que ahora era el marido de su hermana? ¿Volver a Londres y esperar que, algún día, apareciese su príncipe azul?
¿Ver cómo Bram rehacía su vida sin ella?
No, si él rehacía su vida, ella lo haría también. No pensaba dejar que se lo quitase Vicky Manning.
¿Que se lo quitase? ¿De dónde había salido eso?
– Muy bien. Acabo de tomar una decisión.
– ¿Cuál?
– Me casaré contigo.
Por un momento, Sophie recordó que le había dicho esas mismas palabras a Nick, en circunstancias muy diferentes. Nick había reservado mesa en un restaurante, con velas, música de violines, incluso una rosa roja… ¿No mostraba eso cierta falta de imaginación por su parte?
Se sorprendió ante tan traidor pensamiento. Hasta ese momento no había podido recordar la proposición de Nick sin llorar y ahora, de repente, estaba criticándolo. ¿Qué había pasado?
Por supuesto, ella le había dicho que sí. Nick era un sueño hecho realidad y había perdido la cabeza por su sonrisa, por su atractivo rostro, por su sofisticación. No creía que ella pudiera ser tan afortunada. Siempre le pareció que era demasiado bonito para ser verdad.
Y, por supuesto, lo había sido.
Mirando a Bram, no sentía la incrédula sensación de felicidad que había sentido con Nick, pero decir esas palabras le había quitado un peso de encima. Se sentía aliviada por haber tomado una decisión.
– Nos casaremos -repitió con una sonrisa en los labios.
Bram sonrió también, apretando su mano.
– Muy bien. Me alegro mucho, Sophie.
– ¿Aun conociendo a tu suegra?
– Aun así.
¿Siempre se había reído de esa forma? ¿Sus ojos siempre habían sido tan azules? ¿Siempre le habían salido arruguitas alrededor de los ojos cuando sonreía?
De repente, todo en Bram le resultaba nuevo. Pero era absurdo. Él era Bram, su Bram, su amigo de siempre.
– Al menos no tendremos que decirle a mi madre que hemos roto… eso habría sido una tragedia.
– No, es verdad.
Sophie tomó su copa, horrorizada al comprobar que le temblaba la mano.
– Le diré que puede organizar la boda para el día de Nochebuena… si a ti te parece bien, claro.
– Me parece perfecto -contestó Bram-. De todas maneras, iba a hacerlo, ya la conoces.
– ¿No te importa casarte el día de Nochebuena?
– ¿Por qué iba a importarme? Pero si no estás segura, dile a tu madre que espere hasta primavera.
– No -dijo Sophie, dejando su copa sobre la mesa-. Esta vez estoy segura. Nos casaremos en Navidad. No quiero esperar más.
Sophie estaba en la cama de la habitación de invitados, oyendo el viento soplar sobre el páramo y sacudir furiosamente las contraventanas.
Era una noche para dormir abrazada a alguien, pensó. Bram estaba al final del pasillo y sería muy fácil meterse en su cama y abrazarse a él, tan fuerte, tan calentito. Sería tan agradable… ¿o no?
Sophie se volvió de lado, confusa e inquieta. Hasta ese momento, no se había preguntado de verdad qué quería. En fin, lo que quería era que no hubieran pasado algunas cosas. Que Melissa no hubiera ido a Londres, que Nick no se hubiera enamorado de ella. Le gustaría rebobinar y volver al momento en el que Nick y ella estaban en aquel restaurante, cuando le pidió que se casara con él.
¿O no?
Ahora… ahora, de repente, no sabía muy bien lo que quería. Se sentía rara, insatisfecha, sin saber muy bien quién era Bram o lo que ella esperaba de ese matrimonio. Unos días antes, si alguien le hubiera preguntado qué quería, la respuesta habría sido muy sencilla: volver con Nick.
Pero ahora no estaba tan segura.
¿Sería el cansancio?, se preguntó. ¿O sería el beso que se habían dado para la fotografía? ¿Volvería Bram a ser el Bram de siempre por la mañana? ¿O seguiría siendo el extraño en el que, de repente, se había convertido? ¿Era Bram quien había cambiado o ella misma?
Sophie no confiaba en sí misma en ese momento. Había querido a Nick con tal desesperación, con tal ilusión… ¿Estaba buscando en Bram alguien que lo reemplazase? No quería hacerle daño. Ya se lo había hecho su hermana, sin querer, y ella no pensaba hacer lo mismo.
Tendría que ir despacio, se dijo, usando la cabeza por una vez en su vida. Bram había dicho que estaba dispuesto a esperar hasta que ella quisiera mantener relaciones con él, y Sophie no daría ese paso hasta que estuviera segura de que Nick había salido de su corazón para siempre. Y de que Bram también se había librado de sus fantasmas.
Sería la esposa de Bram Thoresby y tendrían mucho tiempo para hacer que aquel matrimonio funcionase, pensó. Sophie se quedó dormida pensando en ello.
– Al menos la cocina está limpia -dijo la madre de Sophie, mirando críticamente alrededor-. Que es más de lo que puedo decir de ti. ¿Se puede saber qué has estado haciendo?
– Limpiando uno de los viejos graneros -contestó ella, quitándose una telaraña del jersey-. Bram me va a regalar un tomo de alfarero en Navidad. Quiero volver a trabajar la arcilla.
Llevaba una semana en Haw Gilí, después de dejar Londres para siempre, pero le parecía como si hubiera transcurrido mucho más tiempo. Aliviada, había descubierto que vivir con Bram no era tan incómodo como temía al principio. No habían tardado nada en volver a portarse como viejos amigos y Sophie empezaba a pensar que los extraños sentimientos que experimentó la primera noche habían sido provocados por el cansancio y los nervios.
Aunque había pensado muchas veces en la idea de acostarse con él. En realidad, pensaba demasiado en ello. Especialmente por la noche, cuando estaba sola en su habitación.
Ella, su amiga, tenía su particular punto de vista sobre el asunto:
– ¿Y qué si sigue enamorado de tu hermana? -le había dicho cuando fue a Londres a recoger sus cosas-, Cuando esté contigo se olvidará de Melissa. ¿Por qué no te decides a pasarlo bien? Sólo tenemos una vida, Sophie. ¿Y qué si esta boda no es de cuento de hadas? Lo que tienes que hacer es fabricar tu propio cuento de hadas, cariño. ¡Y mientras lo haces, pásalo lo mejor posible!
Por un lado le gustaría seguir el consejo de su amiga, pero no le resultaba fácil sacar el tema. Bram había vuelto a ser su amigo, como ella quería. Y los besos…estaba deseando olvidarlos y volver a ser la de siempre, pero ahora, perversamente, encontraba frustrante que Bram se mostrase tan cómodo con ella.
Quizá para él estaba siendo más difícil de lo que había pensado, especulaba Sophie. Pero fuera cual fuera la razón, lo de acostarse juntos parecía haber quedado aparcado por el momento.
Dormían en camas separadas, se veían a la hora del desayuno y todo iba bien. Sophie se había lanzado de cabeza al trabajo de la granja, ayudando a Bram en todo lo posible y cocinando para los dos. Aquel día lo había pasado limpiando el granero porque él había prometido regalarle un torno. Era un regalo muy generoso pero, según Bram, si le iba bien con la cerámica ganaría dinero y eso sería bueno para los dos.
– Ya sabes que a tu madre le encanta hablar de di versificación. Ésta es mi oportunidad de quedar bien con ella -bromeaba.
Pues allí estaba su madre, exasperada porque, según ella, Sophie no aportaba idea alguna para la boda.
– Deberías olvidarte del granero por el momento y dedicarte a organizar tu boda, hija. ¿No te das cuenta del poco tiempo que tenemos?
– Pero pensé que tú lo tenías todo pensado -protestó Sophie.
– Hay que tomar muchas decisiones y yo no puedo tomarlas todas.
Su madre empezó a hablar de la lista de invitados, de cómo debían ser fas invitaciones… y luego, tranquilamente, siguió con las ventajas de ofrecer champán y canapés en lugar de un buffet al uso, mientas Sophie asentía con la cabeza mirando por la ventana.
Había nevado por primera vez esa noche y el valle se había convertido en un paisaje de cuento. Hacía frío, pero era agradable y Sophie pensaba lo divertido que sería estar jugando en la nieve con Bram y Bess…
– ¡Sophie, no me estás escuchando!
– Ah, perdona, mamá… sí, sí, champán y canapés, me parece muy bien.
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