– ¿Qué demonios…?
La puerta, cuya cerradura alguien había forzado con una palanca, se abrió de par en par en cuanto giró el pomo. Un instante después, un golpe de humo le dio en la cara y estuvo a punto de derribarlo. Digger, de quien Hunter ya había perdido el control, entró corriendo en el apartamento lleno de humo antes de que él pudiera detenerla.
– ¡Lilly! ¡Ty! -Hunter entró, pero el humo, que le hacía arder los ojos, lo obligó a retroceder. Tenía el corazón en la garganta y el pánico empezaba a apoderarse de él-. ¿Hay alguien ahí? -gritó antes de respirar hondo.
Nadie contestó. Golpeó la puerta con el codo. El humo era tan denso que le impedía entrar, pero estaba decidido a intentarlo. Antes de que pudiera dar un paso más, sin embargo, oyó ladridos y un estruendo, como si alguien se hubiera tropezado con algo.
– ¿Lilly? -gritó.
Un instante después, Digger apareció corriendo hacia él. Lilly iba detrás de ella, tambaleándose.
Hunter la agarró del brazo y la sacó del apartamento. Con Digger a su lado, corrieron afuera en busca de aire fresco, aporreando las puertas de los vecinos al pasar.
Lilly se dejó caer en la hierba, tosiendo, mientras Hunter llamaba a emergencias desde el móvil.
– ¿Estás bien? -preguntó él. Entre tanto, Digger lamía la cara de su dueña. Lilly luchó por levantarse, pero él la empujó suavemente para que se tumbara en el suelo-. Descansa -le ordenó. Miró hacia el edificio y vio con alivio que los demás inquilinos ya estaban en la acera.
– ¿Qué ha pasado? -preguntó Lilly.
Él se encogió de hombros.
– Ni idea. Te traía a la perra. He llamado a la puerta pero nadie contestaba, así que he entrado y todo estaba lleno de humo. Aunque me fastidie admitirlo, puede que Su Olorosidad te haya salvado la vida.
– Tú también me la has salvado. Has aparecido justo a tiempo -Lilly exhaló trabajosamente y volvió a toser. Agarró a su perra y la abrazó con fuerza, apretándose su cuerpo peludo contra el pecho.
A Hunter, la adrenalina le corría aún por el cuerpo enloquecidamente. Antes de que pudiera responder, sonaron las sirenas de los bomberos y el camión rojo apareció en la calle.
¿Qué demonios había pasado?, se preguntaba, y confiaba en que pronto tendrían la respuesta. Porque, si hubiera pasado un minuto más hablando con Molly, quizás no hubiera llegado a tiempo de encontrar viva a Lilly.
Capítulo 10
Ty dobló la esquina del Night Owl y al instante comprendió que ocurría algo. Delante del edificio había un camión de bomberos y de las ventanas de los apartamentos salía humo. El pánico se apoderó de él.
Olvidó la leche, los huevos y las demás cosas que había comprado, corrió hacia el edificio gritando el nombre de Lilly.
– ¡Ty! Espera, hombre. Lilly está aquí.
La voz de Hunter traspasó su miedo. Volvió la mirada y los vio bajo un árbol, lejos del edificio en el que trabajaban los bomberos.
El alivio lo inundó, pero el latido de su corazón no se frenó.
– ¿Qué ha pasado? -Ty repitió la pregunta de Lilly.
– De eso queríamos hablarte -dijo Tom, el jefe de bomberos. Se quitó el casco y se limpió la frente sudorosa con el dorso de la mano.
Ty sacudió la cabeza.
– Primero dime que no le ha pasado nada a nadie.
– Estamos todos bien -dijeron Hunter y Lilly al unísono.
Ty sintió que el alivio se apoderaba de él y, cuando Digger comenzó a arañarle los zapatos, le acarició la cabeza.
– El fuego empezó en tu apartamento, Ty, así que ¿por qué no repasamos juntos lo que hiciste esta mañana? -preguntó el jefe de bomberos.
Ty entornó la mirada.
– Me levanté temprano y fui a hacer el desayuno. No tenía huevos, así que salí a comprar algunas cosas y ahora, al volver a casa, me he encontrado con este caos.
– ¿Y tú, Lilly? -preguntó Tom.
– Anoche no dormí bien -dijo ella sin mirar a Ty-. Me quedé dormida muy tarde y estaba todavía como un tronco cuando Hunter llegó con mi perra. Me despertaron justo a tiempo.
Ty asintió con la cabeza mientras volvía a recordar lo que había hecho esa mañana.
– Puse un poco de aceite en la sartén, fui a buscar huevos y no había.
– ¿Quién usa aceite para hacer huevos? Se supone que hay que poner mantequilla o margarina en la sartén -dijo Lilly.
– Un soltero ignorante usa aceite -masculló Ty.
Tom se rascó la cabeza.
– Entonces, no encendiste la placa.
– No -a Ty se le erizó el vello de la nuca. Sintió un escalofrío-. No llegué a encenderla.
– Tenía que preguntártelo, aunque te conozco de toda la vida. Supongo que tampoco forzaste la cerradura de tu puerta.
– ¿Alguien ha forzado la cerradura? ¿Quieres decir que han entrado por la fuerza? -preguntó Ty. La ira y el temor alimentaban su voz crispada.
– Ty… -Lilly le puso una mano en el brazo para calmarlo.
El jefe de bomberos asintió.
– Hay evidencias de que alguien forzó la entrada.
– ¿Hay huellas? -preguntó Ty, cuyo pensamiento voló de inmediato hacia el tío de Lilly.
Tom negó con la cabeza.
– Aún no lo sabemos.
– ¿Falta algo? -preguntó Ty.
– Nada que se vea a simple vista, pero tendrás que decírmelo tú.
Ty asintió con la cabeza. Su instinto le decía que no faltaría nada. Quien hubiera forzado la cerradura quería algo, pero no podía llevárselo consigo, se dijo mirando a Lilly.
En cuanto la policía y los bomberos se marcharan, llamaría a Derek, aunque sabía que Dumont no se habría acercado por allí. Si lo hubiera hecho, Derek no habría estado muy lejos. Y no habría dejado que Dumont se acercara a la puerta de su apartamento.
– ¿Por qué no saltó la alarma contra incendios y me despertó? -preguntó Lilly.
– Ésa fue una de las primeras cosas que comprobamos. Estaba desconectada. Así que pudieron pasar dos cosas. O Ty hizo otra idiotez propia de un soltero y quitó las pilas la última vez que saltó la alarma cuando estabais cocinando, o la desconectó quien forzó la cerradura. ¿Cuál de las dos cosas es? -Tom levantó una ceja inquisitivamente.
– Yo no fui -dijo Ty entre dientes.
– Tenía la corazonada de que dirías eso -Tom sonrió agriamente-. La policía hará su trabajo en cuanto nosotros acabemos aquí. Ahora tengo que ir a hablar con algunos de los demás inquilinos. No os vayáis muy lejos y decidnos dónde podemos encontraros -les dijo-. Lilly, no olvides pasarte por la ambulancia para que los sanitarios te echen un vistazo -añadió antes de alejarse-. Estaremos en contacto.
Ty inclinó la cabeza y esperó a que el jefe de bomberos se marchara para hablar con Hunter y Lilly.
– Lilly, ¿oíste a alguien dentro del apartamento?
Ella movió la cabeza negativamente.
– Ni siquiera te oí salir. Le he dicho la verdad al jefe de bomberos. Me costó quedarme dormida y cuando me di cuenta Digger estaba ladrando y lamiéndome la cara. Me desperté tosiendo, vi el humo y eché a correr -se abrazó las rodillas contra el pecho, visiblemente impresionada aún.
Ty también lo estaba. Al ver el humo y el camión de bomberos y darse cuenta de que Lilly podía estar todavía dentro, casi se le había parado el corazón. El sol brillaba en el cielo y, sin embargo, él seguía sin sentir su calor.
– Ha sido el tío Marc, ¿verdad? -preguntó Lilly suavemente mientras acariciaba a Digger, que continuaba sobre su regazo.
– Es posible -contestó Hunter.
Ty levantó un dedo para indicarles que debían esperar. Sacó su teléfono móvil y marcó el número de Derek. Una rápida conversación con éste confirmó su corazonada. Dumont no había salido de casa en toda la noche. Gracias a sus prismáticos y a la posición que ocupaba en la carretera, Derek podía verlo en la cocina mientras hablaba con Ty.
– Gracias -Ty cerró el teléfono y miró a sus amigos-. Derek está siguiendo a tu tío desde el día en que se presentó en mi apartamento para verte. Tenía una coartada para el incidente en el centro comercial y ha estado en casa toda la mañana y también anoche -sacudió la cabeza, irritado-. Podría haber contratado a alguien, pero no vamos a encontrar ninguna prueba. No está siendo descuidado.
– Pero tampoco está consiguiendo hacerle daño -dijo Hunter.
– No, sólo me está dando unos sustos de muerte -repuso Ty.
Lilly tembló y Ty la abrazó con fuerza.
– Aguanta -susurró contra su pelo-. Necesito que pienses en esa noche en el centro comercial. Cuando estuvieron a punto de atropellaros a Molly y a ti. ¿Es posible que el coche se dirigiera directamente hacia vosotras?
Ella levantó la cabeza.
– Sí. Quiero decir que iba a por nosotras. Yo me lancé sobre Molly para apartarnos. Pero pensé que era una broma pesada. Algún chico que conducía a lo loco. Algo así.
Cualquier cosa, menos la verdad. Que su tío no había cambiado en absoluto. Sólo que esta vez no quería únicamente su dinero. La quería muerta para apoderarse de él.
Marc tenía sed y el agua no podía saciar sus ansias. Ni tampoco un refresco, ni un zumo, ni un café, ni nada tan suave. Necesitaba una buena copa, pero luchaba contra el deseo que amenazaba con apoderarse de él y hundirlo de nuevo.
Nadie le había dicho que la abstinencia se haría cada vez más dura con el paso de los años. Nadie decía nunca que jamás olvidaría el sabor del alcohol, de cualquier clase de alcohol, o que pudiera ansiarlo en sueños. Y lo peor de todo era que nadie lo entendía. Justo cuando su vida empezaba a cambiar de rumbo, todo a su alrededor se desmoronaba de pronto.
De pie en su despacho, miraba fijamente, con rabia, el contestador automático. Apretó el botón de encendido para escuchar los mensajes una vez más.
– Tenemos que hablar y tiene que ser pronto. No me desafíes en esto, ni en cualquier otra cosa -ordenó con voz pomposa Paul Dunne, el fideicomisario y administrador del dinero de Lilly en los años transcurridos desde la muerte de su hermano.
Su tono venía a decir claramente: «Yo estoy al mando y tú no». La arrogancia de Marc, y el hecho de que fuera él quien manejara el dinero, habían empujado a Marc a la botella más de una vez cuando Lilly vivía todavía allí. Ahora Marc se limitó a apretar con fuerza el vaso de agua tónica que tenía en la mano.
– Hola, soy Robert -dijo su hermano-. Vivían se ha puesto peor. Necesita cuidados las veinticuatro horas del día en la residencia. No puedo hipotecar otra vez mi casa. Necesito el dinero. Dijiste que lo tendríamos, pero eso fue antes de que Lilly apareciera viva. Estoy desesperado. Mi bufete está en las últimas y no puedo permitirme el seguro contra negligencias profesionales que haría falta para mantenerlo a flote, así que… -un fuerte pitido cortó a Robert en medio de la frase.
Marc sintió un nudo en la garganta. Sabía cómo se sentía su hermano. Conocía la desesperación. El siguiente mensaje lo llenó de ella.
– Marc, cariño, soy Francie. Estoy en Nueva York. He venido a mirar trajes de novia. Hay uno exquisito. Dijiste que podía comprarme el que me apeteciera, costase lo que costase. Espero que eso no haya cambiado -hizo una pausa intencionada y el silencio dio escalofríos a Marc-. Luego te llamo, amor.
El contestador enmudeció, dejándolo solo en el despacho. Estaría eternamente así, solo y en aquel estado de ánimo, si no conseguía el dinero. Lo triste era que ya no lo quería ni lo necesitaba para sí mismo. Junto con el alcohol, había aprendido a deshacerse de la avaricia y la envidia que lo habían impulsado casi toda su vida. Ojalá las demás personas que formaban parte de su universo sintieran lo mismo.
Lacey aguantó mientras los sanitarios le hacían un chequeo innecesario, y se alegró cuando la dejaron marcharse sin hacer otra cosa que darle oxígeno. Hunter se marchó a su oficina y prometió llamarlos más tarde. El departamento de bomberos permitió que Ty y Lacey volvieran al apartamento a recoger sus cosas, pero, tal como imaginaba, todo olía a humo. No había nada salvable que pudieran llevarse consigo, y a Lacey la afectó profundamente que tuvieran que dejarlo todo atrás. Tuvo que recordarse que todas sus cosas seguían a salvo en casa.
Pero ¿dónde estaba su casa?, se preguntaba ahora. ¿Dónde quería que estuviera? ¿Allí, con Ty? ¿En el único lugar en el que tenía seres queridos, personas que le importaban de todo corazón? ¿Donde casi su único pariente la quería muerta?
¿O en Nueva York, donde se había establecido y había fundado el negocio que tanto amaba? De lo que empezaba a darse cuenta era de que se mantenía apartada de todo el mundo y de todas las cosas que formaban parte de su vida.
Sólo al regresar a Hawken's Cove había empezado a sentir. Sentía cosas buenas (como el haber hecho el amor con Ty o el reencontrarse con viejos amigos y hacer otros nuevos) y malas (como el miedo a su tío y el recuerdo de la pérdida de su padres). Pero al menos se sentía viva, por más fuera de sí que estuviera en ese momento.
"Volver a ti" отзывы
Отзывы читателей о книге "Volver a ti". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Volver a ti" друзьям в соцсетях.