Lilly puso una mano sobre su hombro.
– Se pondrá bien. El propio doctor lo ha dicho.
El miró sus ojos tranquilizadores.
– ¿Sí? Casi no recuerdo la conversación.
Ella sonrió.
– Por eso yo he escuchado atentamente cada palabra. La operación no durará más de una hora y enseguida la traerán a reanimación y podrás verla -Lilly le rodeó el cuello con los brazos y apretó la mejilla contra la suya-. Entonces la verás con tus propios ojos, ¿de acuerdo?
El tomó su mano.
– Me alegra que estés aquí.
– Yo sentí lo mismo cuando abriste la puerta de ese armario y me encontraste. ¿Cómo sabías dónde estaría?
El se echó hacia atrás y se apoyó contra ella.
– Porque yo mismo te enseñé ese escondite y no se me ocurría otro sitio donde hubieras podido meterte -y se había resistido a creer que le había ocurrido algo, pese a haber visto el cuerpo ensangrentado de su tío en la puerta de entrada.
El silencio los rodeó hasta que Ty no pudo soportarlo ni un minuto más. Necesitaba distraerse mientras esperaban a que comenzara la operación, y a que acabara.
Miró su reloj.
– Tenemos mucho tiempo por delante. Deberíamos ir a ver qué tal está tu tío y qué ha encontrado la policía, si es que ha encontrado algo.
Lilly se irguió.
– Parece un buen plan.
Pero la enfermera que montaba guardia en el mostrador de recepción no tenía noticias nuevas sobre Dumont. Ni siquiera el hecho de que Lilly fuera pariente consanguínea sirvió para que los informara. Así que se sentaron a esperar junto a Molly.
Capítulo 15
Veinticuatro horas después, Flo se recuperaba de la operación, que había salido bien, y el tío de Lilly seguía inconsciente. La bala le había perforado un pulmón. Los médicos esperaban que se recuperase, pero durante un tiempo no permitirían visitas.
Lilly, Ty, Hunter y Molly estaban en la sala de espera del hospital, a la que se habían trasladado desde el ala de urgencias. La policía iba de camino para hablar con ellos. Tenían noticias y el hospital era tan buen sitio como cualquier otro para reunir a todas las partes interesadas e informarlos.
Molly estaba pálida y apenas había hablado con Lacey o Ty desde su llegada. Hunter tenía a su ayudante haciendo averiguaciones y se había tomado el día libre para estar con Molly, pero a él tampoco le hablaba. Lacey no sabía si estaba disgustada por el estado de Marc o por el hecho de que, obviamente, su tío estuviera implicado en algo lo bastante turbio como para acabar herido de bala ante la puerta de la casa de la madre de Ty.
Lacey se alegró cuando Don Otter, el jefe de policía, entró en la habitación y rompió el tenso silencio.
– Me alegro de que estéis todos aquí -dijo.
– Hola, Don -Ty se levantó para saludarlo y le estrechó la mano. Otter inclinó la cabeza-. ¿Qué te ha hecho salir tan temprano? -preguntó Ty.
Don acomodó su corpachón en una silla y se inclinó hacia delante. Los botones de su camisa se tensaron.
– Mis hombres han registrado palmo a palmo el lugar del tiroteo. Las pisadas del exterior pertenecen sin duda alguna a un hombre. Algunas corresponden al zapato de Marc Dumont que confiscamos en el hospital. Las otras son desconocidas. No hay huellas dactilares, excepto las de Flo, Lilly, Ty, etc. La bala que le extrajeron a Dumont durante la operación ha sido enviada al laboratorio y pronto tendremos alguna respuesta.
Lacey sintió una náusea.
Molly la agarró de la mano.
Qué extraño que dos mujeres que sentían de formas tan distintas respecto a Marc Dumont hubieran formado un vínculo tan improbable, pensó Lacey.
– Luego empezamos a interrogar a los vecinos -dijo el jefe de policía.
– ¿Te ha dicho alguno algo más sobre el coche o el tipo que disparó, aparte de lo que vimos nosotros? -preguntó Ty
– Que no era nada útil -comentó Lacey, frustrada.
– Estabas huyendo para salvar tu vida. Nadie va a reprocharte que no te fijaras en los detalles -dijo Hunter-. Además, tenemos el color del coche. Yo diría que eso es algo -fijó la mirada en el jefe de policía.
El hombre asintió con la cabeza.
– Y uno de los vecinos informó de un coche del mismo color, y nos proporcionó algunos datos nuevos.
– ¿Qué vio? -preguntaron todos al mismo tiempo.
Don Otter se echó a reír.
– La mejor amiga de tu madre, Ty, una señora que vive enfrente…
– ¿La señora Donelly? -preguntó Ty.
El otro asintió con la cabeza.
– Viola Donelly dice que estaba sentada en su estudio, que da a la calle, leyendo la última novela de John Grisham, cuando un coche de color tostado paró delante de su casa.
– ¿Vio al hombre que salió de él? ¿Vio quién disparó a Marc? -preguntó Molly.
– Por desgracia, no -contestó el jefe de policía-. Pero consiguió ver los primeros números de la matrícula -añadió, visiblemente complacido-. Y nos ha conducido hasta Anna Marie Constanza, nada menos.
Molly miró rápidamente a Hunter.
Lacey sabía que lo que estaba pensando. Hunter creía que Anna Marie le había hablado a su hermano del caso de Hunter en el juzgado, y que su hermano, el fideicomisario de su herencia, había convencido al juez para que cambiara la fecha de la vista con el fin de mantener a Hunter demasiado ocupado para encargarse de sus asuntos. Luego el hermano de Anna Marie, Paul Dunne, había hecho una visita a Dumont poco después de encontrarse con Lilly. Y no mucho después de eso, Marc Dumont había recibido un disparo mientras hacía a Lacey una visita inesperada.
Lacey dudaba de poder explicárselo todo a la policía, pero Ty consiguió de algún modo resumírselo al jefe de policía de manera concisa y clara.
Otter se rascó la cabeza.
– ¿Estás diciendo que creéis que Paul Dunne está implicado en el tiroteo? -preguntó, sorprendido.
– Y en los intentos contra la vida de Lilly -añadió Ty.
Molly se levantó de su asiento, más animada de lo que había estado en toda la mañana.
– ¿Os ha dicho Anna Marie si le prestó su coche a su hermano Paul?
El jefe de policía se metió las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.
– ¿Por qué?
– Porque lo hace a menudo. Anna Marie casi nunca conduce, menos para ir al trabajo. Dice que le gusta que el motor funcione como la seda, así que hace que Paul conduzca el coche una vez a la semana.
Lo que significaba que Paul podía haber seguido a Marc Dumont hasta casa de Lacey. Pero ¿por qué iba a querer Dunne matar a su tío?, se preguntaba Lacey.
Otter sacudió la cabeza.
– Dijo que le habían robado el coche.
Hunter entornó la mirada.
– ¿Lo había denunciado?
– No.
– ¿Y no os pareció sospechoso? -preguntó Ty.
– Sí, claro. Pero no tenemos el coche, así que no podemos extraer las huellas dactilares. Y, aunque pudiéramos, ahora sabemos que encontrar las de Paul Dunne no serviría de nada. Hay una buena razón para que estén ahí -Otter se encogió de hombros-. Mirad, chicos, sé que tenéis vuestras teorías y confío en tu criterio, Ty, de verdad. Pero, en este caso, estás acusando a un ciudadano prominente del pueblo sin una sola prueba sólida. Y eso significa que debemos tener cuidado.
– Entonces registrad su casa o su despacho. Estoy segura de que encontraréis algo -Lacey se dio un puñetazo en el muslo-. No sé cuál es el vínculo entre el tío Marc y Paul Dunne, pero hay alguno. Estoy segura -se le quebró la voz y volvió la cabeza, avergonzada.
Ty se puso detrás de su silla y le rodeó los hombros con los brazos.
– Lo siento, no hay indicios suficientes para justificar un registro. Seguiremos investigando y el hospital sabe que debe avisarnos inmediatamente cuando Dumont recupere la consciencia. Puede que él nos revele algo de interés.
– Yo no pienso contener el aliento esperando a que así sea -masculló Lacey.
Ty la apretó con fuerza. Sabía desde el principio que pedir una orden de registro era imposible.
El jefe de policía se disculpó y fue a preguntar por el estado de su tío, dejándolos solos.
Lacey se levantó y comenzó a alejarse, incapaz de hablar sin ponerse a gritar. No podía creer que hubieran dado contra una pared de ladrillo. De nuevo. Tres incidentes y no se hallaban más cerca de averiguar quién quería matarles a su tío y a ella.
– Tengo una idea -dijo Molly, y Lacey se detuvo en seco y se dio la vuelta.
– Te escucho.
– Anna Marie no hablaría con la policía, pero puede que hable con nosotras -Molly señaló a Lacey y luego a sí misma-. Es una buena mujer. Puede que esté protegiendo a su hermano, pero es imposible que sepa que con ello está perjudicando a alguien. Creo de veras que, si hablamos con ella, tal vez se derrumbe y nos dé algo con lo que seguir adelante.
Lacey asintió con la cabeza mientras sopesaba lentamente la idea.
– Me gusta cómo piensas.
– A mí no -dijo Ty-. No quiero que vayáis a interrogar a Anna Marie. Si su hermano está implicado, os pondríais en la línea de fuego.
– Entonces ven con nosotras, si quieres. Pero la idea de Molly es buena y vamos a ir a hablar con Anna Marie -repuso Lacey, cuyo tono no dejaba lugar a discusiones.
No podía consentir que el miedo de Ty, o incluso el suyo, la detuviera. Tenían que acabar con aquello de una vez por todas.
Antes de reunirse con Anna Marie, Ty quería pasar algún tiempo con su madre. Dado que Anna Marie tardaría aún en volver del juzgado, podía pasar la tarde en el hospital. Hunter había vuelto al trabajo, aunque había prometido encontrarse con Molly para cenar. Molly había intentado evitar volver a verlo ese día, pero Hunter había insistido. Las cosas no presentaban buen cariz para ellos, a juzgar por la reserva de Molly. Ty se sentía fatal por su amigo. Y confiaba en no encontrarse en una situación parecida poco tiempo después.
Había convencido al jefe de policía para que destinara a un agente de paisano al hospital para vigilar a Lilly, que podía muy bien haber sido el objetivo del tiroteo de ese día. El individuo que había disparado podía pensar que Lilly sería capaz de identificarlo y quizá fuera tras ella para protegerse. Ty no quería correr riesgos con su seguridad.
Las mujeres se fueron a la cafetería a tomar un café, pero llevaban escolta. Entre tanto, él asaltó el carrito del servicio de comidas, que estaba en el pasillo, y tomó la bandeja de su madre. Llamó una vez a la puerta y entró.
Para su alivio, Flo se incorporó sobre las almohadas. Aunque tenía una vía conectada al brazo, el color había vuelto a sus mejillas y tenía una sonrisa en los labios. Una rápida mirada a la silla de las visitas desveló el motivo.
– Hola, doctor Sanford -dijo Ty mientras ponía la bandeja en el carrito móvil, junto a la cama.
– Llámame Andrew, por favor -Sanford se levantó y le tendió la mano.
Ty se la estrechó. Se alegraba de que su madre no estuviera sola y tuviera a alguien que obviamente la hacía feliz. Llevaba demasiado tiempo sola, pensó Ty.
– Andrew, me gustaría hablar un momento a solas con mi hijo -dijo su madre.
El doctor se acercó a la cama, se inclinó y la besó en la mejilla.
– Voy a ir a visitar a unos pacientes y enseguida vuelvo.
Ty esperó hasta que estuvieron solos para acercar una silla a la cama.
– Me has dado un buen susto -admitió.
– Yo también me he asustado -ella se recostó en las almohadas-. Pero los médicos dicen que puedo hacer vida normal. Esto no tendrá repercusiones.
Él asintió con la cabeza y luego se detuvo a pensar. Tenían que hablar de la relación de su madre con el doctor Sanford, entre otras cosas, se dijo.
– Me gusta -dijo al fin.
– ¿Andrew?
Ty asintió con la cabeza.
– Me cae bien porque parece preocuparse sinceramente por ti -y lo había demostrado siendo respetuoso con su vínculo maternofilial.
Flo volvió a sonreír con una sonrisa que iluminaba su cara. Se merecía ser tan feliz.
– Hay otra cosa que tengo que decirte -Ty se levantó y se acercó a la ventana que daba al aparcamiento-. Bonita vista -masculló.
Su madre se rió.
– Me cuesta un extra.
El sonrió. Flo había recuperado su sentido del humor, otra buena señal.
– Mamá…
– Lo que tiene querer a alguien es que no hace falta repetir las cosas -dijo su madre para ponérselo fácil.
Él no se lo merecía.
– Eso sería cierto si hubiéramos hablado de ello. Y no es así. Yo no te lo permití. Sí, me explicaste que aceptaste el dinero de Dumont y dijiste que lo habías hecho por mí, pero la ira me impidió escuchar nada más.
Se pasó una mano por el pelo. El recuerdo del día en que descubrió que su madre había aceptado dinero a cambio de acoger a Lilly en su casa permanecía fresco en su memoria.
– Todos los hijos creen que sus padres son unos santos. Es doloroso descubrir que somos humanos -dijo Flo.
"Volver a ti" отзывы
Отзывы читателей о книге "Volver a ti". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Volver a ti" друзьям в соцсетях.