Sacudió la cabeza y le cayó un mechón por la frente.

– Ahora que lo veo desde la distancia, apenas puedo creer en mi arrogancia de entonces. Estaba tan seguro de lo que sentías por mí, que nunca se me ocurrió que podrías encontrar a otro. Creí que en un año o dos volvería y lo tomaríamos donde lo habíamos dejado. Nunca se me pasó por la imaginación que pudieras estar embarazada. Y lo que menos deseaba en el mundo era hacerte daño, Shea.

– Yo no podía y todavía no puedo entender por qué no discutiste conmigo tus planes para irte con Joe Rosten. Cuando me lo soltaste como un hecho consumado, creo que me produjo un shock.

– Al principio pensaba llevarte conmigo, pero mi padre y Joe dijeron que eso no sería justo para ti. Eso lo entendí y no es una excusa. Pensé que era pedirte que dejaras tu vida y tus aspiraciones para vivir la mía.

– Lo habría hecho, Alex.

– Ya lo sé, pero no creía tener derecho a pedírtelo -suspiró-. Ahora desearía con toda mi alma haberlo hecho.

Ninguno de los dos habló y el aire entre ellos se enrareció con el peso de la emoción.

– ¿Podrás perdonarme alguna vez? -preguntó por fin él.

– Hace once años juré que nunca lo haría -dijo Shea con suavidad-, pero hoy, cuando Niall me dijo que estabas en la ambulancia, comprendí, bueno… comprendí lo a punto que había estado de haberte dejado marchar sin haberte dicho lo que sentía. Otra vez. Entonces…

Shea tiró del dobladillo de su camiseta.

– Tenías razón, Alex. Dejé que la cólera contra ti por irte y mi culpabilidad por haber utilizado a Jamie fermentaran dentro de mí durante todos estos años. Cuando volviste a aparecer como caído del cielo, no pude superar el hecho de que con sólo verte volví a enamorarme de ti. Otra vez.

Entonces dio un paso vacilante hacia él.

– Te quiero, Alex -dijo simplemente-. Siempre te he querido. Desde el momento en que te vi por primera vez a los doce años.

– Shea.

El nombre le salió con una ternura infinita y extendió los brazos despacio hacia ella. La atrajo contra sí con suavidad y ella se derritió contra él mientras le oía suspirar.

– Yo también te quería. Más que a mi vida -la miró a los ojos-. Y eso tampoco ha cambiado. Sigo amándote.

Alex deslizó entonces las manos por sus brazos hacia arriba y enterró los dedos en su pelo, le mantuvo la cabeza ladeada y empezó a besarla con ternura en las cejas, los ojos, la nariz y después en los labios.

Con un ronco gemido, la apretó contra él y los dos quedaron abrazados. Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento.

– No sé tú, pero yo necesito sentarme -dijo Alex con suavidad mientras la conducía a través del patio.

Se sentó con suavidad en la mecedora acolchada y la atrajo hacia abajo hasta que casi la tuvo echada encima de él.

– ¡Dios mío! No puedo creer que te tenga aquí en mis brazos -dijo con voz rota antes de besarla de nuevo. Once largos y perdidos años -murmuró contra su boca. Si pudiera dar la vuelta al reloj -la miró a lo más hondo de los ojos-. Desde que te dejé, lo estropeé todo.

– Eso no es verdad. Quiero decir, esta casa, tus otras propiedades…

– Las cosas materiales no cuentan, Shea. Créeme. Quiero decir que si pudiera cambiar las cosas, al menos no habría hecho daño a nadie. A ti. A Patti. Parece que mi decisión de abandonar Byron Bay desató una reacción en cadena de daño para todos los que me rodeaban. Y cada vez que intentaba arreglar algo, lo estropeaba más. Estuve a punto de romperme en añicos cuando me enteré de que te habías casado con Jamie. Estuve como un sonámbulo durante muchos meses. Y cuando Jamie me escribió diciéndome que tenías un hijo, me sentí como si alguien me hubiera clavado un puñal en el corazón.

– Nunca supe que Jamie te había escrito. No me lo dijo, pero supongo que no podía.

– Decidí que si podías casarte con Jamie con tanta rapidez, no podías haberme amado mucho. Así que me casé con Patti porque te había perdido. Otro terrible error.

– Yo también pensé que una de las razones por las que me habías dejado era por Patti Rosten -le dijo Shea.

– Nunca ha habido nadie más que tú. Pero entonces creí con sinceridad que podría sacar adelante mi matrimonio con ella. Patti decía que me amaba y pensé que podría ayudarla con sus problemas, el alcohol y las drogas. Una vez más, empeoré los problemas. Nuestro matrimonio se había acabado antes del primer año. Así que cuando me enteré de la muerte de Jamie, pensé que ya era suficiente. Sabía que tenía que volver a casa a por ti. Eso fue cuando Patti tomó una sobredosis. Su padre estaba de viaje y ella estaba sola. Tenía que quedarme con ella. Me dijo que quería intentar de nuevo que nuestro matrimonio funcionara y Joe me suplicó que le diera otra oportunidad. Sabía que se lo debía a Patti -suspiró-. A Joe y a mí nos costó algún tiempo convencerla de que debía internarse en una clínica. Allí conoció a Nick, el hombre con el que se ha casado. Así que para ella todo terminó felizmente.

Sus dedos jugaron con un mechón de pelo de ella.

– Entonces pensé que ya era hora de intentar buscar mi propia felicidad. Joe me descargó del trabajo, dejé las cosas arregladas en el negocio y me vine.

Alex sonrió con timidez.

– Y cuando por fin llegué aquí y comprobé que no estabas precisamente extasiada de verme, pensé que había llegado tarde.

– Oh, Alex. Lo siento -Shea enterró la cara entre la mata de vello de su pecho y aspiró su aroma-. Debería haber…

Alex le puso un dedo en los labios.

– No te culpes -sacudió la cabeza-. Si yo hubiera sabido que te dejaba sola con un hijo mío… -se pasó un dedo por la mandíbula-. Pensé que habíamos tenido cuidado.

– Yo tampoco podía creerlo. Estaba aterrorizada y exaltada a la vez. Supongo que ni siquiera se me ocurrió nunca que no nos casaríamos. Era tan ingenua entonces. Iba a decírtelo la noche en que me contaste que te ibas. Parecías tan distante… tan frío…

– Oh, Shea. Era todo fachada. Sabía que te disgustaría, pero pensé que era lo único que podía hacer. Dios, Shea, cómo he podido organizar tal desastre.

– Lo hicimos los dos -le corrigió ella con suavidad-, pero al menos salió una cosa muy buena de todo ello. Niall. Nunca me he arrepentido de haberlo tenido, ni por un solo instante. Él me mantuvo cuerda en los primeros tiempos. Y Jamie. El pobre Jamie. Supongo que siempre sentía que lo había utilizado. Él sabía que no lo amaba, no de la forma en que te amaba a ti, y se merecía alguien que lo amara de esa manera. Yo se lo dije, pero quiso casarse conmigo de todas formas -Shea alzó la vista hacia él-. ¿Crees que podremos dejar todo esto atrás, Alex?

– Yo sé que sí -dijo Alex con toda su alma.

– Tendremos que explicarle todo esto a Niall y…

– Lo haremos juntos cuando llegue el momento oportuno -la miró-. ¿Sabes? Niall tiene tus mismos ojos. Cuando me miró la primera vez, casi me rompió el corazón.

– Dijiste que podría haber sido hijo tuyo.

– Ni en mis sueños más salvajes pude imaginar que lo fuera.

Shea se secó una lágrima de la mejilla.

– Se parece mucho a ti. Cuando me sonríe, te veo a ti.

Alex le acarició la mejilla con un dedo, le quitó una lágrima y se la llevó a los labios.

– No voy a cometer el mismo error contigo dos veces. Pienso llevarte al altar antes de que cambies de idea.

Shea se rió con suavidad.

– ¿Eso es lo que tú llamas una proposición?

– Propongo intentar ser tan buen padre para Niall como lo fue Jamie. Y propongo amarte para el resto de mi vida. ¿Un poco mejor?

– Un poco.

Ella deslizó los dedos por su pecho, hacia su vientre, trajinó un poco con el ojal abierto de sus pantalones cortos y él emitió un sonido ronco desde lo más profundo de la garganta.

Entonces Alex se movió, la tendió sobre los cojines y se arrodilló a su lado.

– ¿Te casarás conmigo, Shea?

– Sí -contestó ella con seriedad mientras él bajaba la cabeza y la besaba de la forma en que sólo él sabía hacerlo.

Los dedos de ella volvieron sobre sus pasos y el sonido de la cremallera se elevó de repente por encima del de las olas y del suave susurro de las palmeras sobre sus cabezas.

Los labios de Alex dejaron los de ella, bajaron por su barbilla y se posaron de forma seductora sobre su escote, la lengua saboreando su piel. Sus manos se deslizaron por debajo de su camiseta, se la alzaron por la cabeza y le desabrochó el sujetador. Con un suave gemido, sus labios continuaron su viaje hasta que ella se retorció bajo el cuerpo de él.

Alex se levantó con rapidez y se quitó los pantalones cortos. La mortecina luz recortó su dura silueta y el cuerpo de Shea ardió de deseo.

El mundo volvió en silencio a ocupar su sitio.

– Alex -susurró ella con voz ronca-, hazme el amor.

Entonces su fuerte cuerpo bronceado descendió sobre el de ella ensombreciendo la luz de luna que había estado danzando entre las hojas agitadas por encima de ellos, la ligera brisa salada jugando sobre sus cuerpos desnudos…

Lynsey Stevens

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