Jennifer todavía esperaba que a Ryden le sobrase algún resquicio de escrúpulo y que no fuera al baño. Sin embargo, cuando se abrió la puerta, se dio cuenta que una vez más estaba engañada. Al principio se quedó paralizada, pero luego trató de levantarse rápidamente para recoger una toalla. Cuando sintió un dolor agudo en la rodilla, recordó, de la peor manera posible, que aún no podía hacer movimientos bruscos. Se vio obligada a sentarse de nuevo, furiosa.
– ¡Fuera! ¡Sal de aquí! – Gritó al verlo.
Estaba tan enojada que no se dio cuenta de que seguía desnuda por completo. Se puso más enojada aún cuando noto que no hacía caso de sus órdenes. Decidida ponerse frente a él, se volvió a un lado, se dio cuenta de que sería inútil porque él podía ver su reflejo en el espejo. Le podía ver desde ese ángulo, por lo que era obvio que Ryden también tenía una visión completa de su desnudez. La sangre se le subió a la cabeza y le dio la espalda.
– No me vas a decir que mi hermano es el único hombre que puede verte desnuda. Una escena hermosa, por cierto.
– ¿Quieres hacer el favor de salir? – Jennifer casi lloraba. – Supongo que tienes algo muy importante que decir, ya que no podías esperar a que saliera del baño. – Notando que su petición no se cumplió, trató de persuadirlo suavemente. – Por favor, te veré en el dormitorio…
Aliviada, vio que Ryden comenzó a moverse. Se apoyó en el borde de la tina, tratando de levantarse y cubrirse lo más pronto posible. Sólo que no era tan fácil.
Sus manos se resbalaron y se cayó sentada, dejando escapar un grito involuntario. Se sorprendió al sentir de nuevo sus fuertes brazos para levantarla. Antes de que ella pudiera protestar, estaba fuera del agua.
Se congeló cuando la colocó sobre la alfombra de baño, quedó completamente desnuda delante de Ryden. Perpleja, no podía pronunciar ni una palabra ante la insistente una mirada que fue de pies a cabeza, en seguida se limitó a los pechos, pon donde las gotas de agua escurrían obstinadamente.
El pulsar del bulto del pantalón de Ryden, quien tenía los ojos fijos en ella, la hizo salir del trance en que estaba. Al mencionarle que quería buscar una toalla, se adelantó y la cubrió, saliendo después para esperarla en la habitación.
Jennifer no se sorprendió al notar que temblaba, pero se apresuró a recobrar la compostura, por temor a que volviera. Pensando en ello, decidió que no tenía tiempo para vestirse, se puso la bata que había dejado colgada detrás de la puerta. En ese momento, recordó el movimiento del bulto del pantalón de Ryden.
Halagada, llegó a la conclusión de que tal espasmo inconsciente no podía tener otra causa, que su desnudez. Simplemente no entendió por qué. Estaba segura de no ser la primera mujer que había visto en ese estado, concluyó que había sido demasiado optimista y que probablemente era una manifestación de odio puro.
Penser en el sentimiento que él inspiraba a Ryden la dejó triste, pero verlo de forma tan clara la deprimía más.
Un sonido procedente del cuarto le recordó que necesitaba darse prisa si no quería que volviera al cuarto de baño. Desconsolada por el descubrimiento que acababa de hacer y todavía mojada, se abrochó la bata con el cinturón, cogió su bastón y salió del baño.
Al entrar en la habitación se dio cuenta de que tenía que hacer lo imposible para no mostrar el resultado de la avalancha de emociones que su presencia le causaba.
– Imagino que el sermón va a comenzar para que deje a su hermano en paz – bromeó.
– No hace falta decirlo. Ya le ha hecho bastante daño y no es necesario prolongar el sufrimiento, manteniendolo por más tiempo bajo su control, señorita Cavendish.
Jennifer se mantuvo firme a su agresividad, sin embargo, sabía que papel que se había comprometido a jugar con Noel exigía que fuese más dura.
– Tu hermano y yo tuvimos una discusión. Esto es muy común entre los novios… – Notó que Ryden casi estaba fuera de control. – Y a veces se dicen cosas sin pensar.
– Y a menudo, en el fragor de la discusión, con el estado de ánimo exaltado, dejamos escapar pensamientos que luchamos por esconder.
– Es cierto – ella estuvo de acuerdo, pensando que era probable que ese fuese el caso de los Gypsys, pero siguió actuando. – Resulta que Noel sabe…
– El pobre hombre está tan enamorado que ya ni siquiera sabe su nombre. – Ryden interrumpido. – En tan sólo cinco minutos de conversación no sólo lo convenciste de que no hablabas en serio acerca de casarse con alguien de un estatus más alto si no que también le diste esperanzas para de corresponder a sus sentimientos. Esto es sordido, muchacha!
Jennifer no quería cotillear conversaciones ajenas. Lo qué ocurrió entre Gypsys y Noel no le interesaba, sin embargo, le gustaría saber lo que ocurrió en la biblioteca no incurrir en un error y entregar al amigo en la primera oportunidad. Por lo tanto, trató de evitar el asunto.
– ¿Cómo puedes estar tan seguro de que no me gusta tu hermano? Por otra parte, he notado personalmente que individuo insoportable eres, caí del guindo y me di cuenta de que amo a Noel.
Jennifer pensó que había ido demasiado lejos cuando Ryden explotó.
– ¡Mientes! Sólo hay dos cosas que te gustan! dinero y posición. No importa si el hombre que estás buscando te agrada, siempre y cuando te proporcione una existencia pacífica.
A pesar de que pensó que se refería a la novia de codiciosa de su hermano, se sintió golpeada por estas palabras. En este momento era necesario desviarse del ataque de Ryden, quien se acercó amenazadoramente. Pensaba que no saldría de allí con vida.
Su orgullo herido había dado lugar a su agresividad y decidió tomar represalias.
– Tienes que darme mucho más que eso para que aceptara casarme contigo. – Por su expresión, se dio cuenta Jennifer que la había malinterpretado, un instante después, supo cuál es el mensaje que había interpretado.
– ¿Estás insinuando que harías cualquier cosa por dinero? Esto significa que si hago una buena propuesta dejarías a mi hermano en paz?
Se sentía como si la hubiera apuñalado. El dolor sólo disminuyó al constatar que en caso de que Ryden tuviese el menor conocimiento de quién era, nunca haría tal oferta. Sin embargo, ya no quería soportar tal humillación.
– Lo único que estoy sugiriendo es que tu y tu sucio dinero se alejen de mí. De hecho, no quiero verle nunca más. Ah, hay una cosa más: no me esperen a cenar esta noche!
– No me creas que soy tan tonto como mi hermano, que cree todo lo que dices. Sé cómo funciona tu mente diabólica.
Jennifer no tenía ni idea de lo que Ryden podía pensar. Pero no le importaba, no tenía la intención de averiguarlo.
– No me molesta, Sr. Ryden Kilbane – dijo con enojo. – No bajaré a cenar, ¡entendido!
– Una cosa es cierta que no va a hacer ninguna comida en este cuarto. Yo no dejaría que Noel fuese atrapado en esa trampa y permaneciera a solas contigo cuando viniese a preguntarte la razón de tu ausencia.
– Mi intención no era esa.
– Por supuesto que no. Ni por un minuto has considerado la oportunidad de pasar unas horas agradables con él, aquí en este cuarto, ¿verdad?
– Este es un absur… – De repente, Jennifer se dio cuenta de que este comportamiento no conduciría a nada y decidió cambiar de táctica. Cuando volvió a hablar, su voz adoptó un tono dulce e insinuante. – Muy gracioso oír eso de ti. ¿Cómo puedes culpar a Noel, sabiendo que si no fuera por mi rodilla habrías disfrutado tantas horas agradables en tu apartamento. ¿Te acuerdas?
– Si no recuerdo mal, tu también lo querías…
– Es que yo no podía resistir tu encanto fatal – le replicó con ironía.
– Con o sin encanto, querida – la ironía no sólo pertenecía a Jennifer – tu querías más, mucho más…
Ahora, conscientes de los verdaderos sentimientos que tenía por él, tenía que admitir que Ryden tenía toda la razón. Sin embargo, no cedió su posición. Tomó la defensiva y concluyó categóricamente:
– Yo no respondía por mí en ese momento.
– Y ahora respondes?
En realidad no sabía a ciencia cierta quién era. Incluso habiendo eliminado la posibilidad de que ella lo amaba, no parecía una explicación suficiente para la persona en que se estaba transformando. No reconocía su manera de actuar o pensar.
Pero no le gustó la insinuación desagradable y se sintió obligada a mostrarle, mientras se recuperaba del accidente, se volvió más segura de sí misma. Nunca mas vacilaría ni caería en sus brazos como esa noche!
– Ahora es diferente. En su apartamento, me…
El resto de la frase quedó por decir. Las palabras que había preparado murieron en sus labios cuando vio acercarse a Ryden. Cuando Jennifer leyó en los ojos grises, que había renunciado a tratar de extraer la verdad por medio de palabras.
Con cuidado, Ryden le quitó el bastón de las manos y la abrazó.
Ella tragó saliva, incapaz de protestar. Al ver su cara tan cerca, llegó a la conclusión de que la arrogancia con que le había tratado cuando se insultaban a distancia, le hizo decidir que sólo había una manera de obtener la información que quería.
Los labios de Ryden estaban pegados a los de ella antes de que pudiera detenerlo, lo cual no le impidió tratar de empujarlo. Pero con la falta de equilibrio debido a su pierna lesionada, no tuvo mucho éxito.
– ¡Basta! – ordenó inutilmente, cuando comenzó a besar su cuello. Nunca mas lo dejaría, no perdería el control como aquella noche.
– Solo cuando yo lo decida – Ryden dijo con voz ronca, demostrando que nada lo detendría.
Jennifer lo empujó con fuerza y casi se cayó.
– Déjame tomarte – bromeó, mientras sostenía su brazo. No esperó a oír el permiso, la recogió y la llevó a la cama.
– Quieres hacer el favor de… – Ella no completó la frase porque Ryden nuevamente la besó.
– Con mucho gusto. – Él se apartó para responder y una vez más, la besó mientras le acariciaba el hombro bajo su bata.
Cuando sintió las audaces manos hacia los pechos, la determinación de Jennifer creció.
– Eres un estúpido.
– Bésame, cariño.
– ¡Nunca! No es que…
Como aquella negación lo desafiaba, Ryden invistió con más codicia en los labios temblorosos que vía frente a los suyos.
Jennifer no pudo precisar el tiempo que pasó concentrada en no ceder. Con cada beso, cada caricia, pensó en dejar de seguir luchando, sin embargo, esperaba que pronto se cansaría, admitiendo su derrota. Sin embargo, Ryden no se detuvo. Las emociones empezaron a confundirse y Jennifer sintió brotar en su corazón el mismo fuego que la había invadido una vez.
No podía negarse a sí misma que ardía de deseo por Ryden, perdió las fuerzas, dejó de luchar. Después de todo, era un ser humano…
Al sentir de nuevo el contacto de sus labios, no los rechazó. Más bien al contrario, voluntariamente los recibió, en sumisión e invitación. Perdió todo sentido de la realidad, olvidándose de todo, excepto de las caricias y los besos interminables y sedientos que tanto deseaba.
Sorprendido, Ryden apartó su rostro por un segundo y Jennifer se sobresaltó, pensando que la iba a castigar, abandonándola. En un impulso, lo abrazó, hundiendo los dedos en su suave pelo, ofreciéndole la boca para que la besara de nuevo.
Ryden correspondió, tan descontrolado como ella. Deslizó su mano hacia sus pechos firmes, acariciándolos.
– ¡Oh, Ryden – susurró Jennifer, sintiendo todo el cuerpo palpitar a medida que las caricias se volvieron más y más exigentes.
Había perdido casi la razón, entregándose a las emociones, cuando, con cuidado, él levantó su bata y empezó a recorrer su cuerpo con sus labios, besándolo suavemente.
Estaba a punto de pedir que la poseyese, cuando la mano de Ryden comenzó a tocar su vientre, el sexo y los muslos suaves.
– ¡Oh, Ry… – Susurró, su respiración entrecortada, sin darse cuenta de que había pronunciado el nombre de la forma en que sólo le llamaba Noel.
No tardó mucho en darse cuenta de que había cometido un terrible error. Las caricias cesaron casi de inmediato, Ryden estaba de pie junto a la cama.
Jennifer tardó en darse cuenta de los hechos, todavía tenía un brillo de pasión en sus ojos cuando se volvió hacia él. Para su sorpresa, no vio el mismo deseo reflejado en los de él. Aquella constatación la llevó de regreso a la realidad.
No había ninguna emoción impresa en su rostro, no había nada, sólo frío. La misma expresión distante que estaba acostumbrada. No quería creer lo que los ojos de Ryden le decián, no se conformaba.
Sin embargo, se vio obligada a escuchar las palabras pronunciadas con desprecio.
– Tú eres la misma persona que casi fue mía en mi apartamento en Londres, querida. Acabo de probarlo. Como también está claro que Noel no es el único hombre para ti, como insistes en afirmar.
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