– Sólo nosotros cenaremos a las siete y media. ¿Quién sabe si Noel llegara?

Jennifer pensó que el momento sería propicio para dar a Ryden la impresión de que aquella sonrisa de bienvenida había sido dirigida por consideración absoluta a su madre. Ella lo miró con frialdad.

– Habida cuenta de que Noel no advirtió que venía, puede ser que tenga una reunión con cualquier persona en cualquier otro lugar. – Dijo Ryden.

La cena no fue muy agradable para Jennifer. Cada vez se hizo más difícil de disimular la decepción de constatar que Ryden, aun tomándola por otra persona, ni siquiera la había aceptado como una cuñada. Después de todo, él había tenido tiempo suficiente para conocerla y descubrir por si mismo que no pertenecía a la misma categoría de las mujeres, como los Gypsy.

Hizo su mejor sonrisa y charla durante la comida para que nadie se diera cuenta de los tiempos difíciles que pasaba. Sin embargo, una vez que la cena terminó, se sintió impotente para seguir representando, como lo había hecho la noche anterior.

Antes de que pudiera comunicar la decisión de retirarse, oyó a la dueña de la casa diciendo que ella y su marido estaban siguiendo una serie en la televisión y que, para no molestar a los demás la verían en la sala de la chimenea.

Al darse cuenta de la intención de la gentil dama, de jugar a cupido, pues era obvio que no sería tan desconsiderada como para imponerles su compañía, Jennifer estaba agradecida. Sin embargo, sabía que no iba a ser un buen intento.

Sonrió avergonzada y les deseó un buen programa. Estaba convencida que Ryden también se había dado cuenta del propósito de su madre, trató de no pasar demasiado tiempo a solas con él, esperando apenas que saliesen para levantarse.

Se dirigió a la puerta sin decir buenas noches. Pero como caminaba muy lentamente, cuando llegó a la puerta, Ryden ya la había abierto. Cojeando por delante de él y continuó hacia la escalera, al darse cuenta de que estaba siendo seguida.

Trató de hacerle morder el anzuelo:

– Mi hermano no llegó a tiempo para la cena.

– Me di cuenta.

La mirada de Ryden fue la única pista de Jennifer para entender cómo se había decepcionado con su lacónica respuesta.

– Eso significa que estás segura.

– ¿Cómo es eso?

Aunque decepcionado con la reacción pasiva de ella, Ryden dijo:

– Podría haber ido a buscar a alguien.

– Entonces, buena suerte para él. – Como sabía exactamente dónde y con quién estaba Noel, Jennifer sonrió.

Ryden estaba molesto con esta actitud indiferente, demostrada por la forma en presionaba los maxilares. Jennifer notaba que en cualquier momento se enervaría otra vez, y decidió subir a su cuarto. Sin embargo, él la sujetó por el brazo.

Viéndose obligada a detenerse, se volvió impaciente.

– Parece que no tienes suerte, ¿verdad? – Comenzó él. – El plan para ganarte al accionista mayoritario, se fue cuesta abajo… – Jennifer intentó soltarse y la mantuvo con más fuerza. – Y perdió la oportunidad de contentarse con el gerente de ventas.

Jennifer hizo lo posible para mantener la calma y respondió con cinismo:

– En ese caso, será mejor irme a casa. ¿No crees?

Al oír estas palabras, Ryden se puso furioso, la lanzó con brutalidad y se volvió. Antes de salir, sin embargo, agregó:

– No vas a ningún lugar sin mi permiso, señorita Cavendish.

En el silencio de la noche mientras todos dormían, Jennifer rodó en la cama, tratando de entender la reacción de Ryden al afirmar que ella no iría a ninguna parte sin permiso. Concluyó que no estaba muy seguro de que había perdido la oportunidad de arreglarse con Noel. De lo contrario, teniendo en cuenta que estaba visiblemente recuperada y ya no necesitaba a alguien para llevarla, ¿qué otro motivo tenía para mantenerla en Broadhurst Hall? Sólo podía ser para vigilar la relación con su hermano.

Desesperada por darse cuenta de que el odio por Ryden pronto desapareció, Jennifer decidió que necesitaba encontrar una salida de esta casa tan pronto como fuera posible. De lo contrario, aquel amor le traería aún más problemas.

Cuando, una hora y media más tarde, oyó el sonido de un coche, pensó que había encontrado la respuesta. Era Noel – dedujo. Ella le oyó entrar y subir las escaleras. Cuando pasó por la puerta del dormitorio, ya había planeado todo en su mente.

Sabía que los hermanos que saldrían temprano a la mañana siguiente y que irían a Londres. Cuando amaneció un mal día, ya estaba vestida y atenta al sonido de cada paso.

Escuchó pasar a Ryden, pero él no era a quien esperaba. Diez minutos más tarde, otra persona, de quien no reconocía los pasos con tanta facilidad, se dirigió a las escaleras. Cuando por fin llegó a la conclusión de que era Noel, salió de la habitación, pero tenía que apoyarse en la barandilla porque ya estaba casi abajo.

– Noel! – Y le susurró, al ver que el no se volvía, trató de bajar tan rápido como pudo.

Dio gracias a Dios cuando la segunda vez que lo llamó, lo vio subir a su encuentro.

Pensando que la razón de la llamada urgente era otra, comenzó a disculparse.

– Traté de estar a solas contigo el domingo, pero Ry no me dio un minuto libre. No es que él tubiera mucho que contar acerca de la conversación en la biblioteca. No me dejó que me alabara las cualidades de Gypsy y no creía que ella había hablado sin pensar en la discusión de ese día.

Jennifer, molesta, quiso explicar la verdadera razón, pero él estaba tan embalado en la narración que no se daba cuenta.

– Cómo no quería empeorar la situación aún más, insistiendo en el tema, no dije mucho, sólo le conté que todavía estaba enamorado y no des…

– Escucha a Noel, no es de lo que quiero hablar.

Por último, la atendió. Sin embargo, Jennifer se dio cuenta del aspecto abatido y concluyó que no era el único en pasar una noche de insomnio. Pensó que era egoísta y se mostró interesada en el problema del muchacho.

– ¿Cómo fue la reunión con Gypsy?

– No quieras saber, no podía haber sido peor. A pesar de que parecía contento de verme cuando nos fuimos a cenar y le pregunté… – Noel hizo una pausa para armarse de valor, se dio cuenta que Jennifer estaba inquieta. – Si empiezo a hablar, voy a estar aquí todo el día. ¿Qué es lo que querías preguntarme? Si puedes dejar de fingir que eres Gypsy?

– Sí, eso también. Antes me gustaría pedirte que me llevaras a Stanton Verney. Hablé con Ryden y se negó a llevarme.

Al enterarse de que su hermano no había permitido que se fuera, Noel llegó a la conclusión de que iba a seguir vigilándola.

– ¡Oh, Dios! Así que necesitamos continuar nuestro trato. Si sigue queriendo seguir sus pasos cuando camina también me estará vigilando. Se arruinará todo entre Gypsy y estoy seguro…

– Creo que exageras, Noel.

Hizo un movimiento de cabeza, demostrando con cansancio que no estaba seguro de nada más. Sin embargo, al ver la expresión triste de Jennifer, dejó a un lado sus propias preocupaciones.

– ¿Por eso eres tan infeliz? ¿Echas de menos tu casa?

– ¿Me llevas? – Desvió el asunto, no quería que nadie supiese la verdadera razón.

Después de comprobar mentalmente sus compromisos, Noel le propuso:

– Tengo alguna reunión urgente esta mañana, pero no puedo estar aquí a las dos. ¿Te parece bien?

Fue como si a Jennifer le quitaran un peso de encima. Una sonrisa agradecida iluminó su rostro.

– Muy bien, te espero.

– ¿Sabes que eres un amor? – Le dio un beso de despedida. – No lo digo no sólo por lo que has hecho por mí. ¿Por qué no me habré enamorado de ti en vez de enamorarme de Gypsy?

– Supongo que todavía quieres trabajar hoy. – Una voz ruda procedente de la sala cortó la alegría del momento. – Por favor date prisa.

Jennifer miró a tiempo de ver la cara de preocupación de Ryden, antes de que saliese bufando. Le oyó golpear la puerta del coche y estaba triste por ser testigo de aquella escena. Incluso dejando de lado sus propias razones, descubrió que tenía que irse pronto a casa porque su presencia en Broadhurst Hall estaba causando malentendidos entre los hermanos que siempre había estado tan unidos.

Pasó momentos terribles decidiendo cómo iba a decir a la señora Kilbane que partiría. Después de todo el amor y la atención que había recibido de la dueña de casa, era una ingrata al insistir en volver a casa.

La reacción de la Sra. Kilbane había demostrado que no sólo era una abuela dulce y cariñosa, sino también una mujer muy sabia y perspicaz. Jennifer no se extendió mucho en explicaciones, sólo le dijo que su rodilla estaba casi curada, Noel se iría a llevarla esa tarde a Stanton Verney. – Noel? – Le preguntó, perpleja. Pero a continuación, disfrazando su curiosidad, contó que su marido de vez en cuando fumaba un cigarrillo a escondidas y ella se había acostumbrado a todas las noches cuando él estaba dormido, comprobar si no había dejado ninguna colilla encendida. Pero entonces, no se resistió y agregó: – Ayer, cuando llegué a la biblioteca sin hacer ruido, sorprendí a Ryden con un vaso de whisky en la mano y un aire indignado, como si algo le atormentara el corazón.

– EI… que… – Confusa, Jennifer la miró sin saber qué decir.

– Muy bien, cariño. No hace falta explicar nada. Creo que cuando Clifton y yo estuvimos viendo la serie, tuvieron una pequeña discusión. Esto es normal.

Jennifer comenzó a sentirse peor por mentir a la señora Kilbane, al pensar de que las pocas palabras que intercambió con Ryden esa noche no pudieran considerarse como una discusión.

– Si piensas que te debes ir, no voy a tratar de convencerte de lo contrario. Pero espero verte pronto, cuando Ryden y tú hayan resuelto sus diferencias, ¿no?

Una vez que Noel llegó con el coche, Jennifer vio una caja llena de provisiones en el maletero. Verónica lo pensado había pensado en todo! Emocionada, pensó que nunca podría agradecerles lo suficiente la atención que había recibido de los padres de Ryden.

Fueron juntas al coche, la gentil dama insistió en que se quedara con su bastón. Jennifer podía leer en los ojos de la señora Kilbane que sabía su secreto, pero que no lo revelará a nadie. Con un aire sombrío, la dueña de la casa le dio un abrazo y un beso de despedida. Luego le susurró una frase llena de sentido.

– ¡Regresa tan pronto como puedas, cariño. Voy a estar esperando que todo se resuelva rápidamente.

Con la certeza de que nunca más volvería a poner pie en Broadhurst Hall, Jennifer no podía encontrar palabras para responder.

Afortunadamente, durante el viaje, como se esperaba, Noel la distrajo contándole la una cena con Gypsy. Cuando, en un momento, parecía confundido acerca de qué dirección tomar, Jennifer comenzó a explicar el camino de la casa.

– Admito que no estaba muy bien la última vez que estuve en tu casa. – Sonrió. – Pero creo que puedo recordar cómo llegar allí.

Ya en frente de la casa, el hermano de Ryden demostrado ser un perfecto caballero, llevándola adentro y poniendo los alimentos en la cocina.

– ¿Te puedo preparar un té? – Ofreció.

– No para mí, gracias. Pero si quieres…

Noel negó con la cabeza.

– Tengo que volver al trabajo.

– Estoy haciéndote peder el tiempo, ¿no?

– Es lo menos que podía hacer. – Entonces, como si recordara lo que realmente le preocupaba, le comentó: – Ya sabes, Gypsy está trabajando en una exposición electrodomésticos en la ciudad, desde hoy hasta el sábado.

– ¿La vas a ver esta noche?

– Creo que sí. A veces pienso que sería mejor aprender a ser más duro como Ryden. Las mujeres hacen todo lo que quiere.

Jennifer no quería saber los casos de Ryden. Ya había pasado por malos momentos en los últimos días y no era necesario tener celos para empeorar las cosas.

– Tu y su hermano son muy diferentes, lo que funciona para uno puede no funcionar para otro, Noel.

– Sí, creo que tienes razón. Además, ni siquiera podía pasar un día sin verla. Aunque no siempre es posible. – Dio un profundo suspiro. – La próxima semana, vuelvo a Francia.

– Sr. Ducret ya está curado?

– Está mejor, no ve la hora de empezar a trabajar.

Jennifer sabía muy bien lo que se sentía al estar en la cama con un enfermo, por lo que podía entender al pobre hombre.

La conversación fue breve y, mirando su reloj, se despidió de Noel apresurado. En la puerta, la saludó con una sonrisa. – Te llamaré.

Era poco probable. Jennifer sabía como Gypsy ocupaba su mente, fuera del trabajo del, no tendría tiempo para otra cosa.

A las nueve de la noche, sintiéndose miserable por el amor no correspondido que al girar la pierna que le impedía caminar, Jennifer decidió irse a la cama. Creyó que en principio, se recuperaría de la noche anterior, pasada en el claro. Dulce ilusión. Una hora más tarde, no había podido pegar ojo.