Phil no la telefoneó en todo el día y Sarah, suponiendo que estaba ocupado, tampoco le llamó. Sabía que aparecería en su casa cuando hubiera terminado de encargarse de sus cosas. Finalmente llegó a las siete y media, vestido con vaqueros y un jersey de cuello alto negro. Estaba más atractivo que nunca. Sarah tenía la cena casi lista y le tendió una copa de vino en cuanto entró por la puerta. Phil sonrió, la besó y le dio las gracias.
– Caray, me mimas demasiado… Qué bien huele… ¿Qué hay de cena?
– Patatas asadas, ensalada César, filete y tarta de queso. -La comida favorita de Phil, aunque a ella también le gustaba. Y había comprado una buena botella de burdeos francés. Le gustaba más que el de Napa Valley.
– ¡Genial! -Phil dio un sorbo a su copa y dejó escapar un suspiro de satisfacción. Diez minutos después se sentaban a cenar en la destartalada mesa del comedor.
Phil nunca se quejaba de los viejos muebles de Sarah. De hecho, cuando estaba en su casa ni siquiera parecía reparar en ellos. La colmó de elogios por la cena. Sarah había hecho el filete exactamente como a él le gustaba, crudo, pero no en exceso. Phil cubrió su patata asada de crema agria con cebollinos picados. A veces Sarah disfrutaba mucho en la cocina, y hasta la ensalada César le había salido deliciosa.
– ¡Uau, menudo banquete!
Phil estaba encantado, y Sarah se alegró. Era muy generoso con sus elogios y cumplidos, y le gustaba eso de él. Su madre se había pasado la vida criticándola y su padre había estado demasiado ebrio para reparar en su existencia. Significaba mucho para ella que alguien apreciara las cosas agradables que hacía. Phil casi siempre lo hacía.
– ¿Qué has hecho hoy? -le preguntó animadamente mientras le servía un pedazo de tarta de queso. Aunque ella prefería el chocolate, siempre compraba tarta de queso porque sabía que a él le gustaba-. ¿Pudiste comprar los neumáticos y hacer todo lo demás? -Suponía que sí, puesto que no se habían visto en nueve horas. Seguro que Phil había tenido tiempo de hacerlo todo antes de volver para cenar.
– No te imaginas lo que me costó arrancar. Cuando llegué a casa, organicé las cosas pero acabé viendo una estúpida película de gladiadores que daban por la tele, una versión mala de Espartaco. Duró tres horas y luego me entró el sueño y dormí una siesta. Telefoneé a un par de amigos, fui a la tintorería y me encontré con Dave Mackerson. Hacía años que no nos veíamos, así que comimos juntos y luego fui a su casa y jugamos a los videojuegos. Acaba de mudarse a una casa espectacular en el puerto deportivo, con vistas a toda la bahía. Nos pulimos una botella de vino y luego vine aquí. Ya cambiaré los neumáticos la semana que viene. Hoy ha sido uno de esos días en que no consigues hacer nada provechoso pero que sientan de maravilla. Me ha encantado volver a ver a Dave. No sabía que se había divorciado hace un año. Ahora tiene una novia preciosa. -Phil rió despreocupadamente mientras Sarah evitaba mirarle-. Debe de tener la misma edad que su hija mayor. De hecho, creo que tiene un año menos. Dejó que Charlene se quedara con la casa de Tiburón, pero su vivienda de ahora está mucho mejor. Es más elegante, más moderna, y Charlene siempre fue una bruja.
Sarah escuchaba boquiabierta. Había dejado solo a Phil todo el día para que hiciera sus cosas y no se sintiera agobiado, y él se había dedicado a ver la tele, comer con un amigo y jugar a videojuegos. De haberlo querido, habría podido pasar la tarde con ella. Pero la dolorosa realidad era que no había querido. Había preferido pasar la tarde con su colega, hablando de lo bruja que era su ex mujer y admirando a su novia casi adolescente. Sarah había estado a punto de gritar mientras escuchaba, pero logró contenerse. Le dolía y decepcionaba que Phil hiciera esas cosas. Él no se daba cuenta de que estaba disgustada o no veía motivos para que lo estuviera. He ahí el problema. Todo lo que había hecho durante el día le parecía bien, incluso el hecho de excluir a Sarah aunque fuera fin de semana. Pero, en opinión de Phil, era su vida, no la vida de los dos. Ella llevaba cuatro años aceptando esa situación, pero ahora estaba furiosa. Las prioridades de Phil eran insultantes y herían sus sentimientos. Y las pocas veces que se lo decía, él la tachaba de bruja. Si algo detestaba Phil eran las quejas, y quería elegir con plena libertad en qué invertía su tiempo.
– ¿La has conocido? -preguntó, bajando la vista hacia el plato. Sabía que si miraba a Phil diría algo que no debía y que más tarde podría lamentar, como empezar una discusión que se alargaría toda la noche. En esta ocasión, más que herida estaba enfadada. Tenía la sensación de que Phil le había robado el día.
– ¿A Charlene? Naturalmente. Fuimos juntos a la universidad. ¿No te acuerdas? Salí con ella en mi primer año, fue así como Dave la conoció. La dejó embarazada y se casaron. Me alegro de que le ocurriera a él y no a mí. Caray, no puedo creer que estuvieran casados veintitrés años. Pobre tipo. Charlene lo ha desplumado. Todas lo hacen. -Se llevó el último bocado de tarta a la boca con cara de satisfacción y alabó de nuevo la cena.
Pensó que Sarah estaba poco habladora, pero supuso que era porque se sentía llena o cansada de tanto cocinar. Para ella, cuanto Phil acababa de decir era una falta de respeto hacia Charlene, hacia su matrimonio y hacia las mujeres en general. Como si todas las mujeres estuvieran haciendo cola para cazar a un hombre y luego divorciarse y chuparles la sangre. Era cierto que algunas lo hacían, pero se trataba de una minoría.
– No me refería a Charlene -dijo Sarah con voz queda-, sino a la novia. La que es más joven que su hija mayor.
Sabía que eso significaba que la chica tenía veintidós años. Sabía sumar. Detestaba, no obstante, lo que eso decía del viejo compañero de universidad de Phil. ¿Qué les pasaba a todos esos hombres que iban detrás de muchachas que casi parecían niñas? ¿Alguno de ellos estaba interesado en una mujer adulta con cerebro? ¿O con experiencia? ¿O madura? Sarah se sintió como una reliquia. Con treinta y ocho años, esas chicas casi podían ser sus hijas. La idea la aterró.
– ¿Has conocido a la novia? -insistió, y Phil la miró extrañado, preguntándose si estaba celosa.
En su opinión, eso habría sido una estupidez, pero con las mujeres nunca se sabía. Se enfadaban por las cosas más tontas. Estaba casi convencido de que Sarah no era lo bastante mayor para ser consciente de su edad o de la de otras personas. Pero lo era, y más consciente aún de la forma en que él había pasado el día sin contar con ella. Ella lo había pasado sola mientras él holgazaneaba en su apartamento y luego le daba a los videojuegos con su amigo. Estaba profundamente dolida.
– Claro que la he conocido. Estaba en casa de Dave. Jugó un rato a billar con nosotros. Es un bombón. Con poco cerebro, pero parece una conejita de Playboy. Ya conoces a Dave. -Phil lo dijo casi con admiración. Era evidente que la chica constituía una especie de trofeo incluso para él-. Sus compañeras de piso la echaron y creo que ahora vive con él.
– Qué suerte para Dave… o para ella -comentó Sarah en un tono mordaz, sintiéndose como una bruja mientras lo decía.
– ¿Estás cabreada por algo?
Lo llevaba escrito en la cara. Helen Keller lo habría captado enseguida. Phil la estaba observando detenidamente, empezando a comprender.
– La verdad es que sí -confesó Sarah-. Sé que necesitas tu espacio para hacer tus cosas y por eso no te he llamado en todo el día. Supuse que me llamarías cuando hubieras terminado, pero en lugar de eso has estado en tu casa viendo la tele y luego con Dave y su estúpida amiguita jugando a los videojuegos y al billar, en lugar de estar conmigo. Ya nos vemos lo bastante poco sin necesidad de eso. -Detestaba su tono de voz, pero no podía evitarlo. Estaba furiosa.
– ¿Qué tiene eso de malo? A veces necesito estar con mis amigos. Ni que hubiéramos montado una orgía. Esa chica es una cría, Sarah. Puede que a Dave le vaya ese rollo, pero a mí no. A mí me gustas tú. -Phil se inclinó para besarla pero Sarah giró la cara. Estaba empezando a impacientarse-. ¡Por Dios, Sarah! ¿Qué te pasa? ¿Estás celosa? Estoy aquí, ¿no? Acabamos de disfrutar de una cena agradable. No lo estropees.
– ¿Con qué? ¿Con lo que siento? Estoy decepcionada. Me habría gustado pasar ese tiempo contigo. -Sarah sonaba triste y tensa, además de enfadada.
– Me encontré a Dave por casualidad. No me parece que sea para tanto. -Phil sonaba resentido y a la defensiva.
– Tal vez para ti no, pero para mí sí. Podríamos haber hecho algo juntos. Te he echado de menos toda la tarde. Me paso la semana esperando estos fines de semana.
– Pues en lugar de cargártelos, disfruta de ellos. Muy bien, la próxima vez que tropiece con un viejo amigo un sábado por la tarde te llamaré. Aunque dudo mucho que te hubiera apetecido entretener a la chica mientras yo hablaba con Dave.
– En eso tienes razón. Todo es una cuestión, como siempre, de prioridades. Tú eres mi prioridad, pero no siento que yo sea la tuya. -Sarah llevaba meses sintiendo eso, ahora más que nunca. En su opinión, Phil acababa de demostrar, una vez más, lo poco que ella le importaba.
– Tú también eres mi prioridad. Dave me invitó a cenar y le dije que no podía. Por Dios, no puedes tenerme atado con una correa. Necesito tiempo para mí, para relajarme y divertirme. Trabajo toda la semana como un burro.
– Yo también, y así y todo me apetece estar contigo. Lamento que a ti no te parezca tan divertido como a mí que pasemos tiempo juntos. -Sarah detestaba el tono de su voz, pero no podía ocultar su enojo.
– Yo no he dicho eso. Necesito ambas cosas en mi vida. Tiempo con mis colegas y tiempo contigo.
Sarah sabía que la discusión no iría a ningún lado. Phil no la entendía y probablemente nunca llegaría a entenderla. No quería. Se había enamorado del Ray Charles de las relaciones. La música que interpretaba era maravillosa y a veces romántica, pero no podía ver. Al menos, no podía ver su punto de vista. Deseosa de zanjar la discusión antes de que fuera demasiado lejos, se levantó y llevó los platos al fregadero. Phil la ayudó unos instantes y luego se sentó en el sofá y puso la tele. Estaba harto de defenderse y tampoco quería seguir discutiendo. No la vio llorar mientras fregaba. Sarah había tenido una semana horrible. Primero Stanley y ahora esto. Para ella sí era para tanto. Y más aún teniendo en cuenta que su madre no dejaba de pincharla con respecto a Phil. Y este siempre conseguía demostrar que su madre tenía razón. En su cabeza se mezclaban las palabras de Stanley, las de su madre y las suyas propias. La vida tenía que ser algo más que eso.
Media hora más tarde, cuando se sentó en el sofá con Phil, parecía más tranquila. No volvió a mencionar a Dave ni a su nueva amiguita de Playboy. Sabía que no serviría de nada, pero así y todo estaba triste. Se sentía impotente ante la actitud defensiva de Phil. Y la sensación de impotencia siempre la deprimía.
– ¿Estás cansada? -le preguntó él con dulzura. Le parecía absurdo que Sarah se hubiera enfadado, pero quería compensarla. No estaba cansada y negó con la cabeza-. Vamos a la cama, nena. Los dos hemos tenido una semana y día largos.
Sarah sabía que no la estaba invitando a dormir y no supo qué pensar. No era la primera vez que se sentía así, pero esa noche le parecía peor.
Phil estuvo un rato recorriendo los canales y al final encontraron una película a gusto de los dos. Se quedaron viéndola hasta medianoche, se ducharon y se acostaron. Como era de esperar, ocurrió lo inevitable. Como siempre, fue sensacional, lo que hacía aún más difícil seguir enfadada. A veces Sarah detestaba responder al contacto de Phil cuando no le gustaba lo que estaba sucediendo en la relación, pero era humana. Y el sexo entre ellos muy bueno. Casi demasiado bueno. A veces pensaba que el sexo le impedía ver todo lo demás. Se durmió en sus brazos, relajada y físicamente saciada. Seguía disgustada por cómo había pasado el sábado, pero los sentimientos heridos eran algo natural en su relación, como el sexo sensacional. A veces temía que se tratara de una adicción. Pero antes de que pudiera reflexionar sobre ello, se durmió.
5
El domingo por la mañana Phil y Sarah se despertaron tarde. El sol estaba alto e inundaba el dormitorio. Él se levantó y fue a darse una ducha mientras ella se desperezaba en la cama y pensaba en lo sucedido la noche antes. En el día que Phil había pasado con su amigo sin dignarse llamarla siquiera, en cómo había hablado de la ex mujer y la novia de Dave, y en el fantástico sexo que habían tenido. Todo ello formaba un puzzle donde las piezas no encajaban. Sarah tenía la sensación de estar uniendo piezas que mostraban un pedazo de bosque, un trozo de cielo, medio gato y una parte de la puerta de un granero. Juntas, no formaban una escena. Sarah conocía las imágenes, pero ninguna estaba completa, y tampoco ella se sentía completa. Se dijo una vez más que no necesitaba un hombre para sentirse bien. Y en su relación con Phil había muchas cosas insatisfactorias. Quizá eso fuera cuanto necesitaba saber para actuar. Entre ellos nunca parecía existir una conexión real, por la sencilla razón de que Phil no quería conectar de verdad con nadie.
"La casa" отзывы
Отзывы читателей о книге "La casa". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "La casa" друзьям в соцсетях.