– Mira a mamá -dijo Tess-. Hace sólo seis meses probablemente me hubiera disculpado con Alan, pero ahora sé que ella es así, y la amo.
Se lo dijo a Mary un poco después, cuando fueron a despedirse de ella, y después se escaparon sin que la multitud que asistía a la fiesta se diera cuenta.
– Ya lo saben muchachos, vengan a casa en cuanto puedan -les recomendó Mary.
– Así lo haremos, mamá -le aseguró Tess al tiempo que le daba un tierno beso.
– Gracias, mamá -dijo Kenny, y conmovió mucho a Mary al llamarla así por primera vez.
Encontraron a Casey y le dijeron que se marchaban. Ella se llevaría el auto de Kenny a Nashville, de modo que él le entregó las llaves y dijo:
– Cuida bien mi Mercedes nuevo.
Ella le dio un beso en la mejilla y respondió:
– Cuida bien a mi nueva madre -luego añadió-: Adiós, mamá Mac. Que tengan una linda luna de miel.
El avión privado de Tess los aguardaba en el aeropuerto para llevarlos a Nashville, donde los esperaba el Nissan.
Tess le dirigió a Kenny una sonrisa tonta y preguntó:
– ¿Quieres conducir a casa?
– ¡Vaya! -exclamó burlón, al tiempo que tomaba las llaves-. Es amor verdadero después de todo, ¿eh?
Hubiera podido pensarse que una estrella millonaria, como Tess McPhail Kronek, elegiría pasar su luna de miel en la más elegante suite nupcial de la ciudad más exótica del mundo, pero ya había pasado demasiado tiempo en hoteles. Su idea del lujo era quedarse en casa.
Cuando llegaron a la casa, él la llevó en brazos hasta el interior. Se detuvieron para besarse en la entrada, antes de que él la bajara. María les había dejado pechugas de pollo con nueces en salsa de brandy, listas para que las calentaran en el horno. La elegante mesa estaba puesta para dos, con velas y una sola rosa blanca. En la sala encontraron algunos regalos de bodas apilados sobre la banca del piano, y en el piso de arriba, las puertas dobles del dormitorio principal estaban abiertas.
Kenny se detuvo un momento en el umbral, sosteniendo la mano de Tess.
– No puedo creer que viviré aquí contigo.
– A veces yo tampoco puedo creerlo.
– Que seamos tan afortunados, que tengamos todo esto.
– Y también amor. Parece mucho, ¿no lo crees?
Sin embargo, así era; sólo tenían que aceptarlo, así que entraron para iniciar su vida juntos.
Más tarde, después de comer, nadar en la piscina y abrir los regalos, estaban sentados en el suelo, rodeados de envolturas y con un pequeño paquete todavía sin abrir.
– Mamá dijo que lo abriéramos al final -comentó Tess.
– Bueno, pues hazlo.
Ella comenzó a quitar la cinta. Cuando terminó de abrirlo, levantó la tapa de una pequeña caja de cartón y la inclinó hasta que algo se deslizó en la mano: un marco con la foto de Tess y Kenny cuando tenían alrededor de dos y cuatro años de edad, comiendo sandía en los escalones traseros de la casa de Mary, con las rodillas juntas, los pies descalzos y los dedos de los pies sujetos al borde del escalón; tenían el rostro sucio y muy quemado por el Sol, como si hubieran estado muy entretenidos jugando poco antes de que les tomaran la fotografía.
– ¡Oh! -exclamó Tess; se llevó una mano a los labios y sintió cómo las lágrimas se le acumulaban en los ojos mientras volvía la foto para que él la viera-. ¡Oh, mira!
Kenny la miró y también se le hizo un nudo en la garganta.
Tess limpió el cristal, con cariño.
– ¿Crees que hayan planeado este día desde entonces, cuando nos veían jugar juntos?
– Tal vez sabían algo que nosotros ignorábamos.
Se besaron, sintiendo que en cierta forma mágica estaban predestinados a terminar unidos.
– Llamemos a mamá.
Kenny sonrió y se levantó de un salto.
– Sí, vamos.
Tomaron la foto y fueron juntos al teléfono a despertar a Mary para agradecerle y decirle lo felices que eran. Luego pensaron que también tenían que llamar a Casey, sólo para darle las buenas noches y recordarle que la amaban.
Cuando por fin subieron a la habitación, se llevaron la fotografía y la colocaron en la mesa de noche, donde estaría cuando despertaran por la mañana.
Y la mañana siguiente, y todas las demás.
Y a menudo, cuando la contemplaran en el futuro, uno de ellos diría lo mismo que dijo Casey aquella mañana en el hotel:
– Parece como si hubiera sido algo predestinado.
Y el otro sonreiría.
Porque no era necesaria ninguna otra explicación.
LAVYRLE SPENCER
LaVyrle Spencer obtuvo la inspiración para su última novela de su eterno amor por la música: toca el bajo. Para que todos los detalles fueran correctos, se entrevistó con la estrella de música country Reba McEntire, e incluso asistió a una sesión de grabación. Una vez que la historia tomó forma, Spencer tuvo otra idea: "Pensé que sería divertido tener un tema musical que fuera con el libro." Así que compuso una melodía y la cantará en la versión en casete de Una chica de pueblo. ¿Se estará iniciando una nueva carrera?
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