– ¿ Por qué lo hacías? -inquirió una joven con una mueca de horror al pensar en una dosis doble de aceite de ricino.

– Porque la quiero -respondió Olivia. No siempre resultaba sencillo explicar lo que sería capaz de hacer por su hermana. El vínculo que las unía era tan inquebrantable como difícil de expresar-. Hacíamos muchas tonterías la una por la otra. Al final mi padre nos sacó del colegio porque causábamos demasiados problemas, pero nos divertimos mucho.

Todas estaban maravilladas con las historias de Olivia, que mientras hablaba había perdido la noción del tiempo. Llevaba una hora charlando cuando, al dirigir la mirada hacia la pista de baile, observó que Victoria y Toby seguían allí. No la habían dejado ni un segundo. Bailaban absortos el uno en el otro, ajenos a los que les rodeaban.

Olivia se excusó y fue en busca de Charles, al que encontró en la puerta, con el abrigo puesto.

– ¿ Me haría usted un favor? -rogó con una mirada suplicante difícil de resistir que al abogado le recordó el día en que le pidió que la acompañara a la comisaría.

– ¿ Ocurre algo? -preguntó. Le sorprendía lo a gusto que se sentía a su lado. Era como una hermana pequeña. Sin embargo no tenía la misma sensación cuando se hallaba con Victoria-. ¿ Se ha metido nuestra amiga en otro lío? -inquirió con preocupación.

Estaba claro que siempre era Victoria quien se buscaba problemas y Olivia quien la rescataba.

– Me temo que sí. ¿Le importaría concederme este baile, señor Dawson?

– Charles…por favor. Creo que ya hemos superado la etapa de «señor Dawson».

Charles se quitó el abrigo y lo devolvió al mayordomo. Aunque estaba ansioso por llegar a casa para ver a Geoffrey, acompañó a Olivia hasta la pista de baile y allí descubrió el motivo de su inquietud: Toby y Victoria estaban bailando muy juntos.

Charles la condujo hasta que se situaron cerca de la pareja, pero Toby les esquivaba con destreza, mientras que Victoria parecía ajena a las miradas y muecas de desaprobación de su hermana. Al final la joven susurró algo en el oído de Toby, y poco después abandonaron la pista para dirigirse al salón contiguo.

– Gracias -dijo Olivia con expresión sombría. Charles sonrió.

– No es tarea fácil la que te propones. -Todavía recordaba el enfado de Victoria cuando impidieron que la arrestaran-. Ése era Tobias Whitticomb, ¿verdad?

Charles estaba al corriente de los rumores que sobre él corrían en Nueva York, pero ahora adquirían un significado especial. Si Toby había escogido a Victoria como su próxima víctima, esperaba que se cansara de ella antes de que el daño fuera irreparable. Tal vez los Henderson intervinieran para evitar que las cosas fueran demasiado lejos. Al menos su hermana parecía dispuesta a intentarlo. Olivia le agradeció su ayuda una vez más.

– Lleva más de una hora dando el espectáculo -masculló con furia.

– No te preocupes. Es joven y guapa, tendrá muchos pretendientes hasta que encuentre marido. No puedes preocuparte por todos -dijo para tranquilizarla, aunque sabía que, dada la reputación de Whitticomb, era normal que se inquietara.

– Victoria dice que nunca se casará y que vivirá en Europa, donde luchará por los derechos de las mujeres.

– Seguro que no son más que ideas pasajeras que olvidará cuando encuentre al hombre de su vida. No te preocupes tanto por ella, tú también tienes derecho a divertirte.

Dicho esto, Charles se despidió y se marchó de la fiesta. Olivia fue al tocador de señoras y se miró al espejo. Tenía jaqueca. La noche había empezado con mal pie y ver a su hermana pegada a Toby durante la última hora no había ayudado a aliviar el dolor. Cuando se disponía a salir, vio a Evangeline Whitticomb reflejada en el espejo y dio media vuelta.

– Permita que le sugiera, señorita Henderson, que juegue con niños de su edad o, al menos, que limite su territorio a los caballeros solteros. No debería coquetear con hombres casados y con tres hijos.

Olivia notó que le ardían las mejillas. La esposa de Toby la había confundido con Victoria y estaba lívida de rabia, lo que era lógico.

– Lo siento mucho -se disculpó Olivia haciéndose pasar por Victoria con objeto de tranquilizar las aguas. Era una oportunidad única. Esperaba convencer a Evangeline de que sólo mantenía una buena amistad con su marido-. Su esposo ha hecho varios negocios con mi padre y estábamos charlando sobre nuestras familias; no ha dejado de hablar de usted y sus hijos mientras bailábamos.

– Lo dudo -espetó Evangeline indignada-. Me sorprende que se acuerde de nosotros, pero usted no nos olvide, o se arrepentirá. No significa nada para él, jugará con usted un tiempo y, cuando se canse, la arrojará como a una muñeca usada. Al final siempre vuelve conmigo… no tiene más remedio. -Tras estas palabras dio media vuelta y se marchó.

Olivia contuvo la respiración. Por fortuna nadie había oído su conversación. Estaba tan mareada que tuvo que sentarse. Evangeline Whitticomb tenía razón, conocía bien a su marido y le había visto actuar docenas de veces. Al final siempre volvía a su lado por ser ella quien era, por lo que representaba, y porque él era menos tonto que las mujeres a las que seducía…

La mayoría de sus conquistas eran jóvenes sin experiencia, muchas todavía vírgenes. Se sentían atraídas por su físico, sus modales y sus bonitas palabras, pero también se dejaban engañar por sus propios sueños juveniles e incluso por sus ambiciones. Sin embargo, pensaran lo que pensaran, al final Toby acababa dejándolas a todas, como Olivia había intentado advertir a su hermana. Al menos esperaba haber convencido a su esposa de su respetabilidad, o más bien de la de Victoria, pero lo dudaba. Cuando salió del tocador, su hermana bailaba de nuevo con Toby, esta vez en actitud mucho más íntima, con los cuerpos pegados y los labios casi rozándose. Al verles deseó gritar con todas sus fuerzas, pero en lugar de ello hizo lo único que se le ocurrió: acudió a su padre y le dijo que sufría un terrible dolor de cabeza. Solícito, Edward Henderson pidió que le trajeran el abrigo y él mismo fue en busca de Victoria, a la que encontró en brazos del joven Whitticomb. El anciano no parecía contento, pero tampoco lo consideró algo malo. Sabía que se habían conocido la noche anterior en su casa y era la primera vez que les veía juntos. No obstante, de camino a casa comentó que le extrañaba que Olivia hubiera sentado a Victoria junto a Toby en la cena después de lo que habían oído sobre él. No obstante, estaba seguro de que no había pasado nada malo y Victoria era lo bastante responsable para no dejarse cortejar por él. Edward Henderson no había visto cómo Toby observaba a su hija mientras se marchaban ni la mirada que la pareja había intercambiado y que ponía de manifiesto todo lo que había ocurrido entre ellos esa noche. Toby y Victoria habían encontrado al fondo del jardín una deliciosa estancia en uno de los pabellones, donde se habían besado y abrazado con pasión.

– Lo siento, hija -dijo Edward a Olivia-, este baile ha sido demasiado para ti después del trabajo que implicó la cena de anoche. No sé en qué estaría pensando cuando acepté la invitación. Creí que os divertiríais, pero debéis de estar agotadas.

Victoria no tenía aspecto de cansada y, cuando su padre se volvió hacia la ventanilla, lanzó una mirada airada a su hermana. La conocía demasiado bien y sospechaba que lo del dolor de cabeza era una artimaña para apartarla de Toby.Sin embargo calló hasta que por fin estuvieron solas en su dormitorio.

– Muy inteligente por tu parte -comentó con frialdad.

– No sé de qué me hablas. Lo siento, tengo jaqueca -repuso Olivia mientras se quitaba el odiado vestido.

Quería quemarlo y, después del comportamiento de Victoria esa noche, se había sentido como una prostituta.

– Sabes muy bien a qué me refiero. Tu pequeño ardid no te servirá de nada. No sabes lo que haces.

Victoria estaba convencida de que Toby era sincero y se había enamorado de ella. No le escandalizaba que quisiera divorciarse ni le importaba si no lo hacía. Era una mujer moderna, no necesitaba casarse. Podrían ser amantes para siempre. Incluso le había propuesto que se marcharan para vivir en Europa. Toby lo tenía todo, era atrevido, valiente, audaz, honrado y estaba dispuesto a pagar cualquier precio por defender aquello en lo que creía. Era su príncipe azul, preparado para rescatarla de su insignificante vida mundana en la aburrida casa de Hudson. Había vivido en París, Londres y Argentina, y la mera mención de esos lugares era como música para sus oídos. Cada vez que pensaba en él, un escalofrio sacudía su cuerpo.

– Su esposa me abordó esta noche en el tocador. Me confundió contigo -explicó Olivia mientras se ponía el camisón.

– Muy oportuna. ¿ Le dijiste que lo sentías mucho y que todo había sido un error?

– Algo así. -Victoria se echó a reír, pero Olivia continuó con tono sombrío.

– Me contó que Toby tiene la costumbre de abandonar a todas las mujeres con las que flirtea. No quiero que sufras por su culpa. -La voz se le quebró. Era la primera vez que estaban tan distantes, y Olivia no veía la manera de cambiar la situación hasta que Victoria dejara de estar bajo el hechizo de Toby. En esos momentos deseaba más que nunca estar de vuelta en Croton-on- Hudson.

– Victoria, por favor, entra en razón…no te acerques a él…es peligroso. Quiero que me prometas que no le verás más.

– Te lo prometo -afirmó Victoria, que no obstante no pensaba cumplir su palabra.

– Hablo en serio. Olivia estaba a punto de llorar. Odiaba a T oby.Nada ni ladie tenía derecho a interponerse entre ellas, su vínculo era sagrado.

– Estás celosa -replicó Victoria con frialdad.

– No es cierto -protestó Olivia, desesperada por convencerla.

– Sí lo estás. Se ha enamorado de mí, y eso te asusta, tienes miedo de que me aleje de ti -dijo Victoria.

– Eso ya ha sucedido. ¿No ves el riesgo que corres si caes,en las redes de ese hombre? No me cansaré de repetirte que es peligroso. Tienes que darte cuenta.

– Tendré cuidado, te lo prometo -aseguró ablandándose un poco.

No le gustaba discutir con su hermana, la quería demasiado, pero también amaba a Toby. Se había enamorado de él y era demasiado tarde para echarse atrás. Cuando esa noche la había besado, pensó que se derretía en sus brazos y, cuando introdujo la mano en el corpiño de su vestido y le acarició un seno, habría hecho cualquier cosa por él. Jamás había deseado tanto a nadie, ¿cómo podía explicárselo a su hermana?

– Prométeme que no le verás -suplicó Olivia ahora que su hermana la escuchaba-. Por favor.

– No me pidas eso. Te prometo que no haré ninguna tontería.

– Verle es una tontería, hasta su mujer lo sabe.

– Está furiosa porque quiere divorciarse de ella.

– Piensa en el escándalo, sobre todo para una Astor. ¿Por qué no esperas al menos hasta que se divorcie y se calmen las aguas? Entonces podrás verle sin temor al qué dirán y explicar la situación a nuestro padre.

En esos momentos Victoria sólo podía ver a Toby a escondidas.

– Podría tardar una eternidad, Ollie.

– ¿Qué sucederá cuando regresemos a casa? ¿Te visitará allí? ¿ Qué dirá la gente, Victoria? ¿ y nuestro padre?

– No lo sé. Toby dice que, si le quiero de verdad, podremos superar cualquier obstáculo, y yo le quiero, Olivia. -Cerró los ojos. El corazón le latía deprisa al pensar en él-. ¿ Cómo puedo explicártelo? Moriría por él si me lo pidiera.

Al menos Victoria era sincera, pero eso no servía de consuelo a Olivia.

– Eso es lo que me asusta, no quiero que nadie te haga daño.

– No lo hará, te lo juro. Tienes que venir con nosotros algún día. Quiero que le conozcas, que le aprecies. Ollie, por favor, no puedo seguir sin ti.

Pedirle que se convirtiera en su cómplice era también demasiado.

– Victoria, no puedo ayudarte esta vez -afirmó con tono sombrío-. Tu comportamiento es indecoroso, y tengo miedo de que te lastimen. Quizá no pueda detenerte, pero no pienso ayudarte; esta vez no.

– Entonces júrame que no dirás nada…júramelo -rogó Victoria, que se arrodilló ante ella. Olivia rompió a llorar y la abrazó.

– ¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Cómo puedo dejar que te haga daño?

– No lo hará, créeme. Debes confiar en mí.

– No es de ti de quien desconfío. -Olivia suspiró y se enjugó las lágrimas-. Por ahora no diré nada…pero si te hace daño…no sé cómo reaccionaré.

– No lo hará, lo conozco mejor que nadie en este mundo, excepto a ti. -Victoria se había tendido en la cama y sonreía. Parecía una niña.

– ¿En sólo dos días, Victoria Henderson? Lo dudo mucho. Eres una soñadora. Para tener ideas tan radicales, no eres más que una tonta romántica. ¿ Cómo puedes confiar en él, si apenas le has visto dos veces?