De pronto, las facciones de su cara se relajaron. El dolor y la rabia que Julien había acumulado desaparecieron y, a cambio, renació el brillo de sus ojos negros.

Tracey sonrió con toda su alma y los ojos se le iluminaron en una llamarada de fuego verde. Ambos se miraron para disfrutar de esos segundos inolvidables que prometían una vida de futura felicidad.

Entonces, con la confianza de una mujer que se sabe amada, consciente de que ella y sólo ella tenía el derecho y el privilegio de reclamar a ese maravilloso hombre como su marido, se dio la vuelta y se dirigió a los allí presentes.

– Queridos amigos, os ruego que me perdonéis, pero tengo que hablar con mi marido en privado -empezó a hablar-. A mí se debe que haya estado tan tenso y preocupado este último año. Sé que habéis sido muy comprensivos y pacientes con él y os agradezco que lo hayáis ayudado a superar los malos momentos… A cambio, quiero prometeros que, de ahora en adelante, todo será diferente. Si nos dais unos pocos días para que disfrutemos de una segunda luna de miel, cuando vuelva, os encontraréis con un hombre completamente nuevo.

Al principio sólo se escuchó un enorme silencio, pero Paul empezó a aplaudir y, poco a poco, todas las personas que llenaban el salón estaban de pie aplaudiendo también.

– Quien dice unos días -corrigió Julien con picardía-, dice unas semanas, ¿de acuerdo? -Julien agarró a Tracey por la mano y la guió hacia la salida. Todos los allí presentes sonrieron con complicidad y se alegraron de que, sin duda, Julien no pensaría en ese tiempo en nada relacionado con asuntos de negocios.

Tracey suponía que Julien se dirigía hacia el aparcamiento y por eso no entendió que se parara en el recibidor de la residencia, que en verdad era también un lujoso hotel.

– Queríamos una habitación, por favor. A ser posible, la suite nupcial.

– Por supuesto, señor Chapelle. ¡Enhorabuena! -los felicitó el recepcionista.

– Sólo estamos a unos pocos minutos de casa -susurró Tracey al oído de su marido-. No hace falta que…

– Ya lo creo que hace falta -la interrumpió. Luego besó sus seductores labios-. Llevo tantos meses esperando este momento que no soy capaz de esperar un sólo segundo más. ¿Me entiendes, amor mío?

– Su ascensor es el que está justo a su derecha -indicó el recepcionista para que no perdieran más tiempo-. ¿Necesita algo, señor Chapelle?

– Solamente a mi mujer -bromeó Julien, que seguía abrazándola conmovido. Atravesaron el pasillo hasta llegar a su ascensor privado y, una vez dentro, nada más se cerraron las puertas de éste, Julien empezó a cubrir de besos el pelo, los ojos, la nariz, las mejillas y el cuello de Tracey, su legítima y adorable mujer-. Es como si estuviera soñando. Dime, preciosa, ¿te llamó el doctor dándote los resultados de las pruebas?

– No. Me he enterado por una fuente infalible.

– ¿Quieres decir que monseñor Louvel acabó diciéndote lo que mi padre le confesó? -preguntó entre beso y beso.

– No, cariño. Tía Rose: ella me confirmó que tu padre y mi madre tuvieron una aventura. Pero es Isabelle la que es tu hermana.

– ¿Isabelle? -preguntó mientras se abrían las puertas del ascensor.

– Sí, cariño. Ahora que sé la verdad, entiendo por que siempre has sido capaz de ayudar a Isabelle cuando nadie podía.

Julien estaba aturdido. Entraron lentamente en la suite y se sentó en un sofá con Tracey sobre las piernas. Se abrazaron como antaño, escondiendo Julián la cabeza en el cabello de su querida mujer. Era como ver la luz después de años y años de oscuridad y confusión.

– Monseñor Louvel nos advirtió que podía haber otra explicación -recordó Julien.

– Sí -afirmó Tracey con lágrimas en los ojos-. Tenías razón. A su manera, intentó darnos esperanzas.

– Cuéntamelo todo, amor mío. No te saltes ningún detalle -le pidió mientras la estrechaba con fuerza contra el pecho.

Tracey no necesitó que insistiera. Deseaba compartir el secreto de sus padres, así que no tuvo ningún problema en relatarle las tristes circunstancias del embarazo de Isabelle.

– Cuando pienso en lo duro que he sido con Jacques… -murmuró Julien en tono atormentado, que de pronto sintió un gran deseó de recuperar el afecto de su hermano.

– No más que yo con tu padre. Antes de que tía Rose dijera nada, siempre tuve la sensación de que yo no le gustaba. Me dolió muchísimo que sólo permitiera a Isabelle visitaros en Lausana.

– Ninguno de nosotros sabíamos que tu padre era el único responsable -dijo Julien acariciándole el pelo-. Siempre pareció distante conmigo. Por eso nunca me atrevía a entablar relaciones sexuales contigo.

– ¿Me estás diciendo que no querías besarme para no disgustar a mi padre? -preguntó divertida.

– Eso es, pequeña. Quería casarme contigo y me negaba a hacer nada que pudiera poner en peligro mis planes. Cuando me preguntó por qué iba a recogerte todos los días a la salida del instituto y por qué te contraté en mi empresa, le dije que era para protegerte de Jacques, lo que era verdad, aunque no toda la verdad. Le di mi palabra de que podía confiar en mí y de que te trataría como a una hermana.

– Julien…

– ¿Te sorprende? No creo que ningún hombre haya tenido nunca que aguantar tanto.

– Cariño, cuando pienso en como me entregué a ti…

– Lo recuerdo -le besó el cuello-. Eras inocente y yo te adoraba. Y a medida que tu amor crecía y tus ojos verdes me miraban y me hacían comprender que sólo por verlos merecía la pena vivir, juré que tendría paciencia hasta que tu padre me concediera tu mano. Por desgracia, murió antes de que pudiera hablar con él; pero ahora que sé la verdad, no sé si, siendo yo hijo de Henri, me habría dado su bendición.

– Sí lo habría hecho -replicó Tracey-. Él era consciente de que eras, de que eres, mi razón de ser. Sabía lo maravilloso que eras; si no, no te habría dejado que me cuidaras. Papá y yo estábamos muy unidos. Sé que nunca habría supuesto un obstáculo a mi felicidad.

– Supongo que tendrás razón -la abrazó con más fuerza-, aunque imagino que le costaría fiarse de mí, después de que mi padre lo traicionara. Esa noche de debilidad debió de martirizar a mi padre durante el resto de su vida.

– Seguro que a mi madre también. Pero todo eso ya se ha acabado.

– No del todo. Isabelle aún no lo sabe.

– Rose se lo contará cuando lo considere oportuno. Creo que ella es la indicada para decírselo. Ella estaba muy unida a mi madre y conseguirá que comprenda y acepte la verdad -Tracey paseó un dedo por los labios de Julien-. Cuando descubra que eres su hermano, te querrá todavía más. Siempre has sido su favorito.

– En cuanto lleguemos a la residencia -le dijo a la vez que le besaba la palma de la mano-, telefonearé a Jacques a Bruselas y le diré que vuelva a casa. También invitaré a Angelique y les diré que por fin todo se ha solucionado entre tú yo. Quiero que estén cerca de nosotros y que seamos una gran familia unida.

– Me haría muy feliz que estuviéramos todos juntos. El dolor que hemos sufrido por culpa de la aventura que tuvieron nuestros padres debería haberse ido a la tumba con ellos. Gracias a Dios, al final podemos seguir viviendo juntos, como un auténtico matrimonio.

– Y gracias a Dios también, sobreviviste a tu terrible accidente -dijo Julien con voz temblorosa-. Cuando pienso lo cerca que estuve de perderte…

– Eso era imposible -afirmó Tracey mientras secaba las lágrimas de Julien beso a beso-, estando tú para cuidar de mí y de los bebés. Soy la mujer más afortunada del mundo, Julien Chapelle. Gracias por no darte nunca por vencido. Gracias por ser como eres, por hacer de padre y de madre durante un periodo de nuestras vidas tan traumático. Ahora me toca a mí cuidar de ti. A partir de ahora, y durante el resto de nuestras vidas, pienso pasar cada minuto, cada segundo a tu lado, para demostrarte lo mucho que significas para mí. Te quiero tanto que no puedo expresarlo con palabras.

Julien le dio un beso profundo que se alargó durante varios deliciosos minutos.

– Julien -prosiguió Tracey-, ¿tú crees que alguien podría morirse por sentir demasiado amor?

– Sólo hay una manera de averiguarlo -respondió con aparente serenidad mientras la colocaba sobre la cama-. Pero si esta noche nos abrasamos en nuestra pasión, vida mía, al menos arderemos juntos eternamente. Una cosa te puedo prometer, nos lleven donde nos lleven los pasos de nuestro amor, nuestro camino no ha hecho más que comenzar.

REBECCA WINTERS

  • 1
  • 15
  • 16
  • 17
  • 18
  • 19