– No puedo, Lockie, lo siento.

– Morgan, convéncela -Lockie acudió a su hermana menor-. Hazle comprender.

– No me metas en esto, Lockie. Ella es quien tiene que ponerse delante de toda esa gente y cantar.

– Muchas gracias -dijo Lockie, desesperado.

Georgia dejó escapar un suspiro de impaciencia.

– No tengo tiempo, Lockie. Y tengo que hacer turnos de tarde en la librería.

– Georgia, no es más que viernes y sábado. Sólo trabajas por la tarde el jueves.

– Seguro que no es legal llevar una cantante suplente y… -Georgia comenzó a argumentar.

– Lo diré en el club. Será oficial -Lockie se precipitó a responder-. Y Mandy estará de vuelta para el concierto del fin de semana siguiente. Sólo son dos noches, Georgia.

– Lockie, por favor -Georgia se pasó la mano por la frente.

– Sí, Lockie, ya la has presionado suficiente -intervino Morgan con un interés extraño en ella-. ¿Por qué no lo consultas con la almohada, Georgia? Y si mañana piensas lo mismo, Lockie tendrá que buscar otra sustituta, ¿de acuerdo?

Georgia accedió con un movimiento de cabeza.

– De acuerdo -dijo Lockie-. Necesito tomar un café y marcharme. Tengo que poner al día a los chicos -tras dirigir una mirada implorante a su hermana, se fue a la a cocina.

– ¿Qué vas a hacer? -preguntó Morgan.

– Siempre he discutido con Lockie sobre este asunto -dijo Georgia, abatida-. Desde que formó su primer grupo, quiso que cantara con ellos. Lo pasé bien durante un tiempo, pero…

Calló. Pero Jarrod había aparecido y estar con él se había convertido en lo más importante en su vida, abrazarse a él, hacer el amor…

– Si actuar ante público te pone tan nerviosa… -Morgan se encogió de hombros-, no tiene sentido que lo pases mal. Pero comprendo el punto de vista de Lockie. Es una lástima que Mandy esté en Nueva Zelanda en el preciso momento en que Lockie tiene un golpe de suerte.

Georgia asintió y fue a la cocina a preparar la cena. Lockie estaba sentado en la mesa, con la mirada fija en el café. Al oír entrar a Georgia, alzó la vista.

– Georgia, necesitamos el dinero de la actuación -dijo, en voz baja.

– Vamos, Lockie, sé que no somos ricos, pero tampoco es para tanto.

Lockie frunció el ceño.

– Yo sí necesito ese dinero, Georgia -hizo una pausa en la que Georgia lo contempló, sorprendida por la gravedad de su tono-. Sabes que tengo que pagar la furgoneta y llevo varios pagos retrasados.

– Pero Lockie -Georgia sacudió la cabeza-. ¿Cómo no me lo has dicho antes? Podría haberte ayudado.

Lockie levantó una mano.

– No, Georgia. Es mi responsabilidad -suspiró-. Y por otro lado está Mandy, ¿crees que me alegra retrasar la boda? No merece que la trate así.

Georgia podía sentir la crispación que iba creciendo en Lockie.

– Este concierto es fundamental, Georgia y se paga muy bien -insistió-. Si sale bien no tendremos que seguir contado cada centavo: ni Mandy y yo, ni los chicos, ni tú. Si actúas, podrás añadir una buena suma al dinero que estás ahorrando para el coche.

– Lockie…

– Y papá. Podríamos invitarlo a unas vacaciones. No ha disfrutado de unas desde la muerte de mamá. Y también tenemos que pensar en Morgan. Podríamos contribuir a su curso de secretariado. ¿No lo comprendes?

– Lo que comprendo es que estás usando el chantaje emocional -dijo Georgia.

– Sólo son dos actuaciones, Georgia. Es lo único que te pido. Por favor, Georgia.

– ¡Oh, Lockie! -Georgia suspirón. De acuerdo -aceptó a regañadientes-. Pero sólo dos actuaciones.

El rostro de Lockie se iluminó con una sonrisa.

– Gracias, Georgia. No sabes cuánto significa para mí -se puso en pie y le dio un gran abrazo-. Voy a hablar con los chicos. Guárdame la cena en el horno. Hasta luego.

Más tarde, después de fregar, Georgia volvió al salón a acabar su trabajo. Era particularmente difícil y decidió aprovechar la calma de la noche y la paz de la casa vacía para terminarlo. Morgan había salido con unos amigos y Lockie todavía no había vuelto.

Estaba concentrada leyendo cuando la sobresaltó una llamada a la puerta. Al comprobar que se trataba de Jarrod, el corazón le dio un vuelco.

– Hola, Georgia -saludó él.

– Lockie no está -dijo ella. Y notó que Jarrod se tensaba al instante.

– No importa. ¿Puedo pasar?

Georgia dejó la puerta abierta y precedió a Jarrod al salón. Sin mirarlo, recogió los papeles y los libros y los dejó sobre la mesa del café.

Jarrod tomó uno de los libros y al leer el título, arqueó las cejas.

– Una lectura muy densa.

– Es parte de mi curso -respondió Georgia, sin dar más explicaciones.

– ¿Estás estudiando empresariales?

Georgia asintió con la cabeza.

– Espero acabar el año que viene. ¿Querías hablar con Lockie sobre algo en particular? No sé cuándo volverá -dijo en alto, pensando para sí que, con su suerte, Lockie elegiría esa noche para llegar tarde.

– Prefiero hablarlo contigo -Jarrod dejó el libro y se sentó frente a Georgia.

Ella se preguntó si podría escuchar los latidos de su corazón golpeándole con fuerza el pecho. ¿Qué querría discutir Jarrod con ella?

– Se trata de Morgan -continuó Jarrod-. ¿Ha encontrado trabajo?

Georgia sacudió la cabeza y Jarrod siguió adelante:

– Puede que quede una plaza libre en las oficinas de Ipswich dentro de unas semanas y he pensado que tal vez le interese. ¿Ha hecho algún curso de secretariado o sabe usar el ordenador?

– Sólo lo que aprendió en el colegio.

– Si está dispuesta a hacer un curso, el trabajo es suyo.

– Gracias -dijo Georgia, con calma-, pero no tenías que haberte…

– Ya lo sé, Georgia -la interrumpió Jarrod-, pero la oferta está abierta. Depende de Morgan. Si le interesa, dile que pase a verme.

– Está bien, se lo diré.

– También he hecho algunas averiguaciones sobre su novio, Steve Gordon.

– Ah -Georgia miró a Jarrod con atención.

– Parece un muchacho equilibrado. Su jefe dice que es uno de los mejores aprendices que ha tenido.

– Me cae bien -Georgia intentó relajarse. Se apoyó en el respaldo y se metió las manos en los bolsillos para dejar de abrirlas y cerrarlas nerviosamente. Pero en cuanto sintió la mirada de Jarrod sobre la curva de sus senos, se puso en pie y removió unos papeles para ocultar su turbación.

– ¿Os ha explicado Morgan qué ocurrió aquella noche? -preguntó Jarrod en cuanto al tensión se disolvió un poco.

– No, y nadie es capaz de encontrar una explicación razonable. Lo hemos intentado tanto Lockie como yo -Georgia suspiró-. Me temo que es una chica difícil.

– ¿Ha hablado Lockie con Steve?

– Claro que sí -replicó, cortante-. Steve mantiene que no pegó a Morgan intencionadamente. Se pelearon. Él se dio la vuelta con el brazo levantado y, sin querer, le dio en la cara. Jura que se siente horriblemente culpable, pero Morgan no está dispuesta a aceptar sus disculpas.

Georgia suspiró de nuevo y se alejó de Jarrod para distanciarse de su poder magnético y del deseo que encendía en ella.

– Si quieren estar juntos, tendrán que resolver sus problemas ellos solos -dijo, en tono mate.

– ¿Quieres que hable con Steve?

– No -Georgia alzó la barbilla y lo miró con arrogancia-. No hace falta que te impliques. Podemos resolverlo nosotros y, en realidad, es Morgan la que tiene que decidir qué quiere hacer.

– Supongo que tienes razón -Jarrod frunció el ceño-. Pero parece tan joven…

Tan joven como era ella, Georgia, al enamorarse de él. Y dos años más tarde, había sido él quien la hirió. Entonces no había mostrado ninguna preocupación por ella, por el caos en que había sumido su vida. ¿Qué derecho tenía a ser tan solícito con Morgan?

El silencio se prolongó durante unos segundos interminables. Unos segundos que eran una tortura para Georgia. Despreciaba a Jarrod, pero al mismo tiempo ansiaba refugiarse en él, dejarse rodear por sus brazos como solía hacer en el pasado.

Y por un instante sintió el impulso de compartir sus penas con él, contarle lo rebelde que era Morgan y los problemas económicos de Lockie, el chantaje al que la había sometido hasta convencerla para tocar con Country Blues. Pero por encima de todo hubiera querido compartir con él el dolor que sentía, la sensación de abandono que padecía.

«¡Jamás!», estuvo a punto de gritarse a sí misma. No podía confiar en él. Jarrod volvería a traicionarla y a decepcionarla.

Un suspiro de Jarrod la volvió a la realidad. Al levantar la vista lo vio contemplando la oscuridad por la ventana.

– Había olvidado la calma que se respira aquí. Después de vivir en una gran ciudad, el silencio resulta ensordecedor.

Georgia estudió su perfil. Era exactamente como lo recordaba. En todo lo relacionado con Jarrod, parecía tener una memoria fotográfica. A pesar de lo que le había hecho.

– Es curioso el tipo de detalles cotidianos que recuerdas cuando estás fuera -Jarrod rió con amargura-. ¿Sabes qué es lo que recuerdo con más nitidez?

Georgia, incapaz de hablar, se limitó a sacudir la cabeza aunque hubiera querido gritar: «No, no sé qué es lo que recuerdas, pero sí lo que olvidas».

– El sonido de los pájaros antes de la tormenta.

¿Ése era su recuerdo más querido? Georgia frunció los labios en una mueca de amargura. Claro que, ¿por qué iba a recordar una relación apasionada con una joven inocente y entregada que lo adoraba?

– Gracias por ir a visitar a Peter anoche -dijo Jarrod cuando Georgia no dio señales de continuar la conversación.

Ella se encogió de hombros al tiempo que se sentaba.

– Lo encontré muy bien. La tía Isabel me dijo que había pasado un buen día. Imagino que no hay ninguna posibilidad de que… -Georgia dejó la pregunta en el aire y Jarrod sacudió la cabeza.

– El médico dice que es cuestión de tiempo. Han pasado veinticinco años desde su terrible accidente y según él, ha sido muy afortunado.

– Lo siento, Jarrod -dijo Georgia, deseando que las palabras no resultaran tan huecas.

– Así es la vida.

Ambos alzaron la cabeza cuando el sonido de un coche irrumpió en sus respectivas preocupaciones. El silencio se prolongó mientras se oyó unas pisadas aproximarse.

– ¡Hola, Jarrod! ¿Has llegado hace mucho tiempo? -Lockie preguntó, animado.

– No demasiado -Jarrod se metió las manos en los bolsillos-. Supongo que has estado ensayando. ¿Qué tal el grupo?

– Fenomenal -los ojos de Lockie se iluminaron-. He conseguido un concierto fantástico en el Country Music Club. ¿Te acuerdas de él? -Jarrod asintió-. Puede significar nuestro lanzamiento. El cielo es el límite -Lockie se frotó las manos-. ¿Qué te parece, Georgia?

– Que Nashville debía echarse a temblar -comentó Georgia, ácida, recibiendo una mueca de Lockie.

– Muy graciosa. No nos respetas nada. Pero no te preocupes, no te guardaré rencor.

– Y seguro que no olvidarás a tus humildes amigos, ¿verdad? -Jarrod sonrió, recordando los viejos tiempos-. ¿Cuándo es el acontecimiento?

– El viernes por la noche -Lockie se sentó en el brazo del sillón-. ¿Por qué no vienes a darnos apoyo moral?

– Claro que iré.

– Estupendo. Así estaremos seguros de que al menos una persona nos aplaudirá, ¿verdad, Georgia?

– ¿Una? -una sonrisa seguía bailando en los labios de Jarrod y Georgia tragó saliva-. Con Morgan y Georgia seremos tres por lo menos. Supongo que irá a verte toda la familia.

– Yo no… -Georgia se detuvo bruscamente al darse cuneta de que Jarrod estaría entre el público. ¿Qué pensaría cuando la viera sobre el escenario?

Jarrod la observó atentamente.

– Sería una pena que te perdieras el concierto de Lockie -insistió.

– Perdérmelo -repitió Georgia, como un autómata. Jarrod iba a llevarse una desagradable sorpresa al conocer la verdad-. Desde luego que sí.

Lockie frunció el ceño y Georgia adivinó que temía que hubiera cambiado de idea.

– Pero Georgia…

Georgia suspiró y le hizo una señal con la mano.

– Claro que iré, Lockie.

Lockie se relajó y Jarrod los miró alternativamente, mientras los pensamientos de Georgia volvían al pasado, a otras ocasiones en que había cantado con el grupo en público y Jarrod le había dicho, enfurruñado, que no quería compartirla con el público. Pero era una broma y tras besarse, habían reído juntos.

Sacudió la cabeza para ahuyentar aquellos recuerdos.

– Los chicos están encantados de que… -comenzó Lockie.

– De que les hayan seleccionado -intervino Georgia, apresuradamente-. Y no me extraña. Ha sido una gran suerte.

– ¿Es el mismo grupo que cuando… -Georgia notó la pausa imperceptible que hacía Jarrod y se tensó- me fui a los Estados Unidos?

– No. Andy Dyne, el batería, lleva conmigo más tiempo que los demás. Es un tipo espectacular, pelirrojo y con una gran barba. Los demás están con nosotros desde hace dos años -dijo Lockie-. Son muy buenos músicos y todos nos llevamos muy bien. Aparte de que hemos trabajado muy duro y nos merecemos esta oportunidad. Puede que nos contraten para el nuevo programa de televisión.