– Hola, Bill. ¿Hay algún problema?
– No, no. Le dije a Vance que vendría aquí a tranquilizar a los voluntarios. De paso les he hablado a los chicos sobre las medidas de seguridad del parque y he contestado a todas sus preguntas.
– ¿Ha habido muchas?
– Sí. La verdad es que ha sido una jornada interesante.
– Espero que hayan apreciado el privilegio de poder hablar cara a cara con el «superintendón», como a Nicky Rossiter le gusta llamarle -dijo ella con una sonrisa.
– Es muy gracioso. El parque no sería el mismo sin ese niño -replicó Telford.
– Con un padre como Vance, probablemente, será un buen ranger cuando sea mayor.
– Dalo por seguro.
Telford la miró fijamente y su expresión risueña pareció tornarse de pronto más grave.
– Esperaba haberte encontrado antes por aquí, pero parece que el ranger Hollis y tú estáis muy ocupados.
– Le pedí a Alex que me ayudara -dijo Cal, avanzando un par de pasos.
– Sergei se hizo un corte muy profundo en una pata con un trozo de vidrio -dijo Alex.
– Sí, me lo dijeron los chicos. ¡Qué mala suerte!
Ella creyó advertir una extraña tensión entre Cal y él que la hacía sentirse incómoda entre los dos hombres.
– Si me disculpan, voy a ver a los chicos y a telefonear a sus padres. Deben de estar intranquilos tras la noticia del terremoto.
– Creo que Lonan ya se ha encargado de eso, Alex. Antes de irme, quiero que sepas que me gustaría hablar contigo en mi despacho el próximo viernes. Digamos, a mediodía. Tendremos un almuerzo de trabajo mientras hablamos.
Telford la había estado mirando mientras hablaba, como si Cal no estuviera presente. Ella no sabía qué pensar, pero no podía rechazar una invitación del superintendente.
– Allí estaré. Buenas noches, Bill.
Dirigió una rápida mirada a los dos hombres y se apresuró a entrar en el albergue, deseosa de alejarse de Cal. Después de lo que le había dicho en su casa no quería quedarse a solas otra vez con él.
– Espera, Alex… -la voz de Ralph, acercándose a ella, la sacó de sus amargos pensamientos-. ¿Dónde te habías metido? No sabes lo emocionante que ha estado esto…
Tras su charla con Vance, tenía que ser muy comedida para que Ralph no se diera cuenta de que había elevado al jefe una queja sobre él. Después de todo, tenían que convivir en el albergue el resto del verano.
Aunque parecía sentir un interés personal por ella, Alex estaba convencida de no se trataba de atracción física sino de alguna otra razón misteriosa. Tuvo la sensación de que la había visto llegar con Cal hacía unos minutos y andaba buscando saber cosas de él. ¿Por qué? Quizá consiguiese descubrir sus intenciones si obraba con habilidad.
– ¿Sabías que Sergei se ha herido una pata?
– Alguien lo mencionó -dijo él apretando los dientes.
– Por eso estuve allí, tratando de tranquilizar al perro mientras Hollis le suturaba la herida. Durante la operación, sentimos el temblor. ¿Están bien tus chicos?
– Algunos se pusieron nerviosos, pero están todos bien.
– Me alegro. Yo aún tengo que ir a ver a los míos.
– Me gustaría decirte una cosa antes. ¿Qué te parece si preparáramos otra excursión para el próximo sábado? Creo que la experiencia de ayer fue muy positiva para los chicos.
– No para todos -le recordó ella.
– Le dije a Steve que tenía que pedir perdón a esos chicos y ya lo ha hecho. Así que cabe esperar que, en adelante, no tengamos más contratiempos.
– Me alegra oírlo. ¿Y en qué lugar has pensado para la excursión?
– En el Hetch Hetchy Valley. Podríamos ir al mirador desde el que se domina todo el valle.
Alex había estado allí muchas veces. El lugar parecía una réplica del Yosemite Valley. Estaba poblado de osos y serpientes de cascabel.
– Es uno de mis lugares favoritos. Ya hablaremos de ello durante la semana -dijo ella.
– ¿Qué te parece si jugamos de nuevo a las cartas mañana por la tarde?
– De acuerdo. Nos veremos por la mañana en el desayuno.
Ralph resultaba simpático, pero ella sabía que no podía confiar en él.
Tras dejarle, se fue a buscar a Lonan. Tal vez él quisiera ir también a esa excursión. Lo necesitaba a su lado por si ocurría algo inesperado.
Alex había preguntado a Vance si podía dar su autorización para que el jefe Sam Dick les hablara a los chicos en el mítico enclave del Hetch Hetchy Valley.
Teniendo en cuenta su ascendencia zuni, podría deleitarles con sus historias sobre la herencia paiute. La mezcla de las dos culturas sería una experiencia enriquecedora.
Alex llamó a la puerta de Lonan y él contestó al primer toque.
– Bienvenida a casa.
– Ha sido una noche muy larga y ajetreada. ¿Estás bien?
– Sí, claro. Todo está bien.
– Lamento no haber estado aquí.
– Los chicos estaban de acuerdo en que el perro era más importante.
– Sergei es muy especial para el ranger Hollis.
– Y el ranger Hollis es muy especial para ti.
Era verdad. Entre Lonan y ella no había apenas secretos. Lo sabían casi todo el uno del otro.
– ¿Has telefoneado a Mankanita?
Alex tenía pensado pagar ese verano a Lonan un salario suficiente para permitirle, con ese dinero y los ahorros que él tenía en el banco, casarse con Mankanita en el otoño.
– Sí.
– Apuesto a que se alegró de oírte.
Los ojos negros de Lonan brillaron con luz propia.
– Ella ha sido la que ha estado informando a todas las familias de la evolución del terremoto.
– Muy bien. Me preocupaba que algunos padres pudieran estar angustiados por sus hijos. La próxima vez que hables con ella, ¿por qué no la invitas a venir el próximo fin de semana y estáis juntos mientras nosotros vamos a Hetch Hetchy Valley? Le pagaré el avión y un coche de alquiler. Puede alojarse en mi habitación. Te estará añorando mucho.
Lonan sonrió, feliz.
– Sí, quizá pueda venir. Se lo preguntaré.
– Bien.
– Una cosa más. Lusio y Mika llamaron por teléfono a sus padres y les dijeron que querían hacerse rangers del parque.
– ¿Qué? ¡Pero si sólo llevan aquí diez días y ayer mismo querían volverse a casa!
– Las personas cambian.
Sí, y Cal seguramente tenía algo que ver en ese cambio.
– Hasta mañana, Lonan, que descanses.
– Igualmente, Alex.
CAPÍTULO 08
A SERGEI le habían quitado la venda el viernes y tenía ya la pata mucho mejor. La doctora Gretchen le dijo a Cal que en una semana estaría curado del todo y hasta entonces no podría rastrear a los osos por las sendas más inhóspitas del parque. Eso no suponía ningún problema para Cal. Esa semana iba a haber una batida general para erradicar la maleza del parque y pensaba llevar a Mika y a Lusio.
Pero no podía continuar engañándose más tiempo. Ese día Alex iba a ir a reunirse con Telford y sentía unos celos terribles. Alguien del personal del superintendente le había dicho que Telford estaba interesado por ella.
Después de cuatro días sin verla, tenía tantas ganas de estar con ella que se dirigió en la camioneta a Sugar Pines a las seis y media de la mañana. La otra noche, ella se había negado a seguir escuchando sus explicaciones, pero ahora tendría que escucharle hasta el final.
Esperó en el camión hasta que vio salir a Alex acompañada de otros monitores. Se dirigía al microbús. Llevaba unos vaqueros ajustados que realzaban sus caderas y sus piernas largas y bien formadas y una blusa de color caqui metida por dentro de los pantalones.
Cal se bajó de la camioneta y se dirigió a ella.
– Cal… -dijo Alex, sorprendida de verle por allí tan temprano.
– Buenos días. Me alegro de verte.
– ¿Hay algún problema?
– ¿Por qué tienes siempre que imaginarte lo peor?
– Es una mala costumbre, supongo.
– Tengo que ir a Wawona esta mañana y pensé que podría llevar a Mika y a Lusio conmigo. Desde allí podrán ir sin dificultad a Meadows.
Como por arte de magia, nada más pronunciar sus nombres los dos muchachos salieron del albergue.
– Después de lo que dijeron de ti a Lonan, estarán encantados de ir en tu camioneta.
– ¿Si? ¿Y qué fue?
– Que de mayores querían ser rangers como tú.
– Me alegra saber que hay alguien que me aprecia.
– Dijeron también que se llevaban muy bien con los nuevos voluntarios con los que les habías puesto a trabajar.
– ¿Y el trabajo en sí?
– En eso no tienen ningún problema. Lo han hecho muchas veces en el poblado.
– Bueno, las cosas pueden cambiar. Van a subir las temperaturas a lo largo del día. La previsión es que esta tarde va a ser especialmente calurosa.
– Están acostumbrados al calor, no te preocupes. ¿Cómo está Sergei?
– Bien. Recuperándose. ¿Por qué no vengo a recogerte esta noche, después de que los chicos hayan cenado? Prepararé algo de comer en casa. Sergei te ha echado mucho de menos, tu visita le haría mucho bien.
– Me gustaría ir, pero uno de los botánicos va a dar una charla a los muchachos y tengo que estar con ellos.
– Entonces vendré a recogerte después de la charla.
Alex pareció dudar y eso le inquietó. Podía ser porque ya no significase nada para ella, pero también podía ser porque estuviese luchando consigo misma para no romper la promesa que le había hecho de dejarle en paz.
– Tendré que consultarlo con Lonan. No sé qué planes tendrá.
«Alex, Alex. ¿Cuánto daño te he hecho?», pensó él con tristeza.
– Ya me dirás -dijo Cal, mientras Lusio y Mika se acercaban a ellos-. ¡Eh, chicos! Esta mañana os llevaré en mi camioneta. ¡Venga! ¡Arriba!
Los dos muchachos sonrieron. Al menos había alguien que se sentía feliz de verlo.
– ¿Señor Telford? -dijo Alex llamando a la puerta del despacho del superintendente.
Bill Telford se levantó de la silla y salió a recibirla.
– ¿Qué es eso de señor Telford? Quedamos en que me llamarías por mi nombre, ¿no?
– Bueno, pensé que no sería muy correcto hacerlo delante de las personas de su departamento.
– Venga, pasa y siéntate -dijo señalando una mesita con dos butacas pequeñas.
– Gracias.
Telford se sentó frente a ella.
– No te he pedido que vinieras para hablarte de tu proyecto. Vance me dijo que era mejor que te dejase llevar la iniciativa con tu grupo de voluntarios y lo comprendo perfectamente. Disculpa si he podido inmiscuirme en tus asuntos.
– No hay nada que perdonar -replicó ella con mucha cordialidad.
– Gracias, Alex -dijo Bill mirándola fijamente-. Como ves, no hay mucha gente en mi departamento. De hecho, la única persona en la que realmente confío es en mi ayudante, Melanie Sharp, a quien me traje de Washington, D.C. Lleva conmigo ya ocho años. Sin embargo, ahora parece que la voy a perder porque se va a casar y se va a ir a vivir a Virginia.
– Lo siento. Cuando mi padre perdió a su ayudante tardó mucho en encontrar otra persona que la reemplazara.
– Sabía que lo entenderías. Cuando has llegado a confiar en alguien, es un trastorno verte privado de esa persona. Y ponerte a buscar a otra digna de ese puesto es un engorro. Es como salir en tu primera cita con una mujer.
– Sé por experiencia a lo que se refiere -dijo Alex sin poder evitar una sonrisa.
– He tenido un par de citas desde que se murió mi esposa y sé muy bien lo que digo.
Alex comenzó a ver a Telford con mejores ojos, con más simpatía.
– Siento lo de su esposa. Debe de haber sido muy duro para usted superar su pérdida.
– Ciertamente. Por suerte, tengo dos hijos y un trabajo que adoro. Mi único problema es encontrar a la persona adecuada que ocupe ese pequeño despacho que hay pegado al mío. ¿Qué planes tienes para cuando acabes el verano y tus chicos regresen a Nuevo México?
– Seguir con lo que he venido haciendo hasta ahora: trabajar en Hearth & Home en mi tiempo libre.
– ¿Hay algún hombre esperándote en Albuquerque?
– No.
– Te lo pregunto porque me gustaría saber si estarías dispuesta a trabajar para mí. Eres la clase de mujer que ando buscando: independiente y con iniciativa.
Un año antes habría dado saltos de alegría al oír una proposición como ésa, pero desde entonces había habido un cambio muy importante en su vida y la respuesta tenía que ser no. No podía estar cerca de Cal.
– Me siento muy halagada de que haya pensado en mí para ese puesto. Es un verdadero honor.
– Pero… -dijo él con una triste sonrisa.
– Me temo que la respuesta tiene que ser no. Estoy tratando aún de poner en orden mi vida. Aceptar ese trabajo supondría tener que dedicarle todo mi tiempo.
– Entiendo -dijo él, asintiendo con la cabeza-. Pero me siento decepcionado. De nada me sirvió todo lo que hice para tratar de que te quedaras la otra noche en el Ahwahnee y poder hablar contigo.
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