Hubo un momento de silencio y luego todos se echaron a reír; bromearon con Jordan y le pidieron que confirmara las palabras de la joven.

Jordan le dio un beso en la mejilla haciéndola estremecerse.

– ¿Mentiría Kasey sobre algo tan serio? -preguntó con una sonrisa enigmática-. Incluso se puso de rodillas y me ofreció un ramo de violetas.

Kasey iba a replicar algo ingenioso, pero antes de que pudiera hacerlo, Jordan le dio un beso en la boca.

– Bien, exagero -dijo, mirándola fijamente a los ojos-. El ramo no era de violetas, sino de rosas.

Hubo más risas y comentarios jocosos, y luego Margaret Caine se acercó para pedirles que se sentaran a cenar.

Durante el transcurso de la cena, Kasey pudo darse cuenta de que a pesar de los intentos de los Caine por incluir a Desiree en el círculo familiar, ella se mantenía aparte, adoptando un aire de aburrimiento.

Kasey recordó otra de las escenas de aquella noche fatídica. David Caine observaba con recelo a su esposa mientras ella lanzaba constantes pullas a su cuñado. Y aunque, aparentemente, Jordan soportaba con prudente tolerancia el humor sarcástico de Desiree, Kasey advirtió la ira interior que lo mantenía en tensión.

Pero Kasey todavía no podía comprender la razón de la misma. Aquella revelación llegó más tarde, aquella misma noche.

Algunos invitados ya se habían ido y Kasey comenzaba a estar un poco cansada; no le resultaba fácil entablar conversación con extraños y salió a los enormes jardines de la mansión.

Se dirigió a la zona de la piscina y, con un suspiro, se sentó en el cemento, todavía caliente por el sol. A la sombra de un árbol frondoso, su vestido negro la volvía prácticamente invisible. La luz de un encendedor llamó su atención. Una alta figura aspiró el humo de un cigarrillo recién encendido y Kasey reconoció inmediatamente a Jordan. Estaba apoyado contra el tronco de una palmera.

Con una sonrisa, Kasey se levantó y atravesó el patio de baldosas y descendió por los escalones que llevaban al camino principal del jardín. Un leve temblor de deseo la hizo estremecerse y aceleró el paso.

– ¿Qué haces aquí? -la voz de Jordan rompió el silencio de la noche.

Kasey se detuvo en seco, con el corazón constreñido de temor. Por un breve segundo pensó que aquella áspera pregunta iba dirigida a ella, hasta que de pronto comprendió que era imposible que Jordan la hubiera visto a través del matorral que los separaba.

– Buscándote, querido.

Kasey contuvo el aliento al oír la voz grave, aterciopelada y sensual de Desiree. Jordan masculló una imprecación.

– ¡Vaya lenguaje, Jordan! Yo también podría preguntarte qué haces aquí solo, ¿no?

Kasey se quedó inmóvil, sabiendo que debía acercarse a ellos… o escapar de allí.

– Estaba disfrutando de la soledad -replicó Jordan-. Y me gustaría seguirla disfrutando.

– ¡No te pongas así, querido! -dijo Desiree con un puchero-. No he hablado contigo en toda la noche.

– He estado atendiendo a los invitados. Deberes de anfitrión -replicó Jordan con evidente sarcasmo.

– Muy admirable de tu parte. Tenías que ser un Caine para saber comportarte en sociedad.

– Se te nota el complejo, Desiree.

– Eres un canalla, Jordan Caine.

– Quizá. Pero será mejor que vuelvas adentro antes de que alguien advierta tu ausencia.

– Antes de que se den cuenta de que no estamos ninguno de los dos, ¿verdad?

– Está bien. Antes de que se den cuenta de la ausencia de ambos.

Desiree emitió una risa ronca y sensual, que dejó helada a Kasey. No era posible que Jordan y Desiree…

– Te veo muy bien -el tono de Desiree era seductor hasta la exageración.

– Gracias. Nunca me he sentido mejor. Ahora…

– ¡Oh, Jordan, no riñamos! Hace meses que no nos vemos.

– ¡Desiree!

– Tu padre está adentro elogiando otra vez la expansión de Computadoras Caine -Desiree pareció cambiar de táctica-. Pero tú siempre has sabido que tu negocio iba a ser un éxito, ¿no?

Jordan guardó silencio y Kasey intentó volver sobre sus pasos, pero algo la retuvo donde estaba.

– ¿Alguna vez piensas en nosotros, Jordan? ¿En lo que podía haber sido nuestra vida? -la voz suave, insinuante de Desiree fue como un dardo que se clavó en el corazón de Kasey.

– Sería una pérdida de tiempo, ¿no te parece?

– Pienso mucho en ti, Jordan. En nosotros.

– ¡Ya basta, Desiree! Este no es el momento ni el lugar para una conversación como esta.

– ¿Dónde y cuándo, entonces? -susurró la mujer-. ¡Oh, Jordan, no sabes cuánto te he echado de menos estos años! No sabes cuántas veces he cogido el teléfono con la intención de llamarte. Necesito que me abraces, me hacen falta tus caricias.

– Por todos los santos, Desiree -repuso Jordan, exasperado-. ¿Estás loca?

– Sólo por ti, Jordan, por favor, bésame.

– Desiree, sabes que no puedo hacerlo.

– ¿Por qué no?

– ¿No tienes escrúpulos? ¡Eres la mujer de mi hermano!

– David no me hace ningún caso -su voz sonaba como si estuviera al borde de las lágrimas-. Sólo le intereso como ama de casa y madre.

– Entonces piensa en tus hijas, Desiree.

– Pero no estoy hecha para la maternidad. Claro, quiero a Shelley y a Lisa, son unas niñas encantadoras; pero ya te lo dije antes de que saliéramos de viaje, estoy harta de todo.

– No es problema mío, Desiree -Jordan suspiró-. Y como también te dije antes de que te fueras, no me interesa ser la diversión de un ama de casa aburrida.

– No puedes estar hablando en serio, Jordan. Podríamos ser discretos; nadie se enteraría. Oh, querido, nunca he dejado de amarte.

Jordan volvió a maldecir.

– ¿No se te olvida nada, Desiree? Dentro de dos semanas me caso.

Desiree se echó a reír.

– Ah, claro. Con la Doncella de Hielo.

Kasey oyó el suspiro de resignación de Jordan.

– ¿Te he sorprendido? ¿No me crees capaz de hacer algunas pesquisas? Además, el dinero abre las puertas incluso de una pobretona como yo -Desiree volvió a reír-. No ha sido difícil. Todo el mundo habla sobre la pareja de la temporada… sobre la unión de la fortuna Caine con la fortuna Beazleigh.

– El dinero no tiene nada que ver con esto.

– Eso dices. Pero me ha decepcionado tu elección, Jordan. Ah, sí, es atractiva, pero es tan alta… Si unes eso a su imagen de frigidez, será como acostarte con una…

– ¡Ya basta, Desiree! -replicó él-. Voy a casarme con ella.

– ¿Por qué, Jordan? ¿Por qué vas a casarte con ella? Apenas la conoces.

– A lo mejor ha sido amor a primera vista.

Jordan hirió a Kasey en lo más vivo.

– Hubo una época en que decías lo mismo de mí.

– Eso fue hace mucho tiempo, antes de que descubriera la clase de hipócrita mercenaria que eras.

– Para ti es fácil juzgarme, ¿verdad? Nunca me has entendido, Jordan. Yo necesitaba seguridad financiera. A ti nunca te ha faltado nada, no has conocido la miseria, si no, me comprenderías. El futuro de David estaba ya definido y tú estabas empezando a meterte en el mundo de los negocios. No podía arriesgarme. Pero te sigo amando; siempre te amaré.

– ¿Amarme? -preguntó Jordan, burlón-. No sabes lo que significa esa palabra. Me repugnas, Desiree. ¡Apártate de mi vista! Vuelve con tu marido, que es donde tienes que estar.

– Bien, puedo esperar.

– Pues espera sentada.

– Durante el tiempo que sea necesario -afirmó la mujer-. Porque sé que todavía me amas.

– No te amo -declaró Jordan y Desiree emitió un bufido desdeñoso.

– Nos pertenecemos… siempre ha sido así. Y hablando de amor, querido, esa chica te ama tan poco como tú a ella.

– No me interesa tu opinión, así que déjame en paz.

– Oh, no digo que no la atraigas sexualmente. Es indudable que desea tu cuerpo -Desiree lanzó una risa gutural-. No la culpo. ¿No somos muchas las que te deseamos? Siempre has sido el mejor en la cama…

– Desiree, nunca he pegado a una mujer, pero para todo hay una primera vez -gruñó Jordan.

– No me importa, tigre. Pégame si quieres.

El silencio de Jordan fue más doloroso que una bofetada.

– Este matrimonio es pura apariencia, ¿verdad? -continuó Desiree-. Te casas con ella para tender una cortina de humo por si alguien se da cuenta de que sigues loco por mí, la esposa de tu propio hermano.

– Desiree…

– Eso es, ¿verdad? Lo detecto en tu voz y lo veo en tus ojos. Todavía me deseas, querido. Tu cuerpo te delata -volvió a reír con su risa profunda, sensual-. Bien, tengo paciencia y siempre consigo lo que quiero. Cuando te canses de intentar derretir a la Doncella de Hielo, ya sabes en dónde me puedes encontrar. Te estaré esperando.

Cuando Jordan se movió, Kasey retrocedió con presteza. Luego la asaltó una oleada de náuseas. El aroma del perfume de Desiree asaltó su olfato cuando la mujer pasó majestuosamente cerca de donde estaba ella.

Y en cuestión de horas, Kasey se iba a casar con Jordan. Un hombre que había amado y seguía amando a la esposa de su hermano.

Capítulo 4

La mañana del día de la boda, Kasey tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para levantarse de la cama y desayunar.

Después del desayuno, la mañana pareció acelerarse. Kasey fue a la peluquería, recogió los ramos de flores y realizó la infinidad de tareas que podría haber delegado a otra persona, pero que había decidido hacer ella misma para conservar la cordura. Se habría desmoronado si hubiera tenido que quedarse en su apartamento esperando que llegara la hora de la boda.

A su debido tiempo comenzó a vestirse. Kasey había elegido un vestido elegante y sencillo que se ajustaba a su estrecha cintura, y caía en cascada sobre las caderas.

Para su propio asombro, una vez que estuvo vestida, se tranquilizó. Era como si estuviera a punto de salir a la pasarela para hacer una exhibición de modas. Le costaba asimilar la trascendencia de lo que estaba a punto de hacer.

Dentro del coche nupcial, se sentó con porte sosegado, sin creer en realidad que estaba tan cerca la hora de la verdad.

Su padre estaba a su lado, removiéndose en el asiento, incómodo con el traje de etiqueta y nervioso por la boda de su hija.

Luego aguardaron en el umbral de la iglesia; los asistentes esperaban con expectación que empezara la ceremonia.

Había dos hombres al final del pasillo alfombrado, ambos vestidos con inmaculados trajes grises. La joven miró al prematuramente envejecido David Caine y después se fijó en el hombre más alto.

Jordan se volvió ligeramente cuando el organista comenzó a tocar las primeras notas de la marcha nupcial. Posó la mirada en la novia y un repentino vértigo azotó a Kasey al darse cuenta por vez primera de la enormidad de lo que estaba a punto de hacer. Se estremeció y su padre al darse cuenta, le acarició la mano para darle ánimo.

– Todo saldrá bien, mi nena. Jordan es un buen hombre -dijo con suavidad.

El pasillo le pareció infinito mientras avanzaba. Cuando llegaron por fin al altar, Jordan se puso al lado de la novia y ella lo miró con los ojos abiertos de par en par.

Jordan estaba más atractivo que nunca con su elegante traje gris claro. En el ojal de la chaqueta llevaba una rosa roja.

La ceremonia, según comentó todo el mundo después, fue sencilla pero hermosa; sin embargo, Kasey apenas se dio cuenta. Sin duda debía haber dado las respuestas adecuadas, pero se sentía envuelta en una especie de somnolencia que le impedía ser consciente de lo que hacía.

Cuando el oficiante pronunció las palabras rituales: «os declaro marido y mujer…», Jordan alzó el velo de la joven y la besó. El beso fue bien, pero el efecto la hizo temblar de tal manera que le costó firmar su nombre en el registro. David, el padrino de Jordan, se inclinó para palmearle el brazo y decirle que no se pusiera nerviosa, que no era el fin del mundo.

¡Cómo hubiera deseado que sí lo fuera!

Kasey permaneció tensa y temblorosa durante la interminable sesión de fotografía de los periodistas. Jordan había conseguido que aparecieran sólo después de la ceremonia.

Sin embargo, Kasey recobró en la recepción parte de su estoica serenidad. Quizá la bebida que Jordan le puso en las manos tuviera algo que ver con ello.

Hasta que no llegaron a la recepción, Kasey no pensó en Greg Parker. Con azoro se dio cuenta de que no lo había visto en la iglesia. Sin embargo, debía haber estado allí. Por lo menos, él y Paula estaban sentados a la mesa al lado de Peter, el hermano de Kasey.

Greg estaba pálido y parecía cansado; Paula le dirigía constantes miradas de adoración. En cierto momento, los ojos de Greg se encontraron con los de Kasey y la joven advirtió el dolor que se reflejaba en ellos y se asombró al darse cuenta de que el único sentimiento que nacía en ella era remordimiento.