Dirigió una mirada de soslayo a su marido, que la estaba mirando con los ojos entrecerrados. ¿La habría visto mirando a Greg? ¿Y tendría alguna importancia que la hubiera visto? Jordan no tenía idea de cuáles eran los sentimientos que ella abrigaba por Greg, de modo que no podía sospechar… Kasey se irguió de repente con orgullo. Jordan era la última persona que podía acusarle de nada. Él tenía sus propias razones para estar allí, para haberse casado con una mujer a la que apenas conocía, y no eran mejores que las suyas.

Los discursos fueron breves y la comida exquisita, según comentaron después los invitados. Pero Kasey no recordó haber saboreado ni un bocado.

Después llegó el vals nupcial. El pánico volvió a apoderarse de ella mientras giraba en brazos de su esposo. No se atrevía a mirarlo. ¿Advertiría él su nerviosismo? Por supuesto, Jordan era un hombre de mundo y debía darse perfecta cuenta de todo.

Sin poderse contener, alzó la mirada hacia él y Jordan esbozó una sonrisa, provocando en ella un escalofrío que la sacudió por entero.

– Ah, por fin te acuerdas de que estoy aquí -Jordan posó la mejilla en la de ella y le susurró aquellas palabras al oído. Kasey se apartó de él.

– No entiendo a qué te refieres.

– ¿No? Es la tercera vez que me miras.

– Eso es ridículo.

– ¿De verdad, Kasey? -Jordan soltó una carcajada amarga-. Debo agradecer que al menos hayas comprobado que era yo el que esperaba ante el altar antes de avanzar por el pasillo. Habría sido terrible que te estuviera esperando el hombre equivocado, ¿no?

Kasey lo miró fijamente. ¿Qué había querido decir? ¿Acaso…? No, no podía saberlo. Intentó recobrar el aplomo.

– ¿Crees que estaba esperando encontrarme con Tom Selleck? -preguntó con humor. Sólo un leve temblor en la voz delató la tensión que la embargaba. Jordan hizo una mueca.

– ¿Ese niño bonito? ¡Kasey, no puedes hablar en serio!

¿Niño bonito? Quizá. Pero nadie podría considerar a Jordan Caine de esa manera. Sus rasgos eran demasiado masculinos y vigorosos. Jordan era más atractivo que cualquier estrella de cine.

Reprimió el impulso de buscar a Greg con la mirada. La volvió a embargar el remordimiento. ¿Cómo podía haber olvidado a Greg tan pronto? Lo había amado; todavía lo amaba… ¿o no? Volvió a mirar a Jordan.

– Pareces una princesa esperando que me convierta en sapo -dijo él y Kasey perdió el paso-. Pero en realidad nunca seré un sapo -continuó Jordan-. De hecho, soy un valiente príncipe que viene a llevarte a su reino.

– Estoy segura de que eres el sapo del estanque de lirios -comentó ella con ironía y fue recompensada por una sincera carcajada de su marido.

– Lo tomaré como un elogio, bella princesa.

Una leve sonrisa curvó los labios de Kasey y Jordan clavó la mirada en aquella boca carnosa y sensual durante lo que le pareció a la joven una eternidad.

– Y hablando de elogios -continuó Jordan-, está usted divina, señora Caine. Ese vestido es exquisito.

Un brillo sensual iluminó la mirada de Jordan y un leve rubor tiñó las mejillas de Kasey. Sintió frío y calor al mismo tiempo y una total confusión.

– Gracias -replicó, turbada.

– De cualquier manera, estoy deseando verte sin él -susurró Jordan y Kasey se sonrojó todavía más-. Guardo un recuerdo de ti que me está volviendo loco desde hace varias semanas. Me persigue día y noche… especialmente de noche. Veo una extensión de suave piel cremosa, piernas bien formadas, caderas redondas…

– ¡Jordan! -trató de interrumpirlo Kasey.

– Cada hermoso centímetro de tu cuerpo… -continuó él-. Y tu pelo, como una cascada de fuego sobre las sábanas.

Algo parecido al fuego comenzó a arder en su interior, y se extendió por todo el cuerpo de la joven. Todo aquello era ridículo, se regañó; la ceremonia, la recepción, el vals… Intentó restarle importancia a la situación.

– ¿Cascadas de fuego? Qué poético, Jordan -arqueó irónicamente las cejas-. Tengo que reconocer que eres todo un caballero.

– No sabes cuántas veces he maldecido mi caballerosidad -prosiguió Jordan en el mismo tono-, por no haberme aprovechado de ti cuando tuve la oportunidad.

– Si yo hubiera estado dispuesta, querrás decir -se apresuró a replicar Kasey y su esposa rió con suavidad contra su mejilla.

– Habrías estado dispuesta -dijo él.

– No estés tan seguro -murmuró.

Sus ojos se encontraron y una leve sonrisa se dibujó en los labios de Jordan.

– Eso nunca lo sabremos, ¿verdad? -la miró sin pestañear-. Pero esta noche sí -añadió con toda intención.

¡Aquella noche! ¿Qué haría cuando estuvieran solos?, se preguntó Kasey. No podía imaginarse compartiendo la intimidad de la habitación nupcial con un hombre al que no amaba. ¿Cómo iba a permitir que aquel hombre…? Todas sus fantasías de adolescente habían estado centradas en un amor romántico y cuando pensaba en el amor físico, siempre lo relacionaba con Greg.

Sin embargo, Jordan Caine, aquel perfecto desconocido, tenía derecho a besarla, tocarla y conocer cada fragmento de su cuerpo como ningún otro hombre lo había hecho. Ni siquiera Greg.

Greg debía ser el hombre con el que hiciera el amor aquella noche, susurró una vocecilla interior. Pero él nunca sería de ella.

Y era evidente que Jordan esperaría una esposa complaciente en su noche de bodas.

¡No, no podría! Debía terminar de alguna forma con aquella absurda farsa. Si Jordan y ella hacían el amor aquella noche, los dos se estarían usando como sustituto de otra persona. Kasey no podía aceptar de ninguna manera una relación bajo tales condiciones.

Abrió la boca para decirle lo que pensaba, pero antes de que hubiera dicho nada, su padre se acercó para bailar con ella y Jordan se retiró. Pero antes de alejarse de ella, le miró con expresión burlona advirtiéndole que estaba cercano el momento de la verdad. Kasey se estremeció y su padre la miró con extrañeza.

– ¿Qué te pasa, cariño? No tendrás frío, ¿verdad?

– No. Lo que pasa es que… estoy un poco cansada, supongo. Ha sido un día muy largo.

Y se extendía ante ella una noche todavía más larga. Una noche aterradora y, sin embargo, extrañamente tentadora.

Las horas se le pasaron volando mientras bailaba con todos los invitados, tanto los de ella como los de Jordan. En la atestada pista casi no vio a Jordan mientras él bailaba con las invitadas. Sin embargo, el remolino de gente pareció abrirse cuando Jordan empezó a bailar con su cuñada. O al menos así le pareció a Kasey.

Observándolos bailar, Kasey tuvo que admitir que hacían una hermosa pareja. Jordan, alto y moreno, y Desiree, rubia y con un encantador aspecto de fragilidad.

Y sólo parecían tener ojos el uno para el otro. Jordan apenas movía los labios mientras hablaba con su pareja. Desiree le rodeaba el cuello con los brazos.

Luego la pareja de Kasey dio un giro, de modo que ella ya no pudo seguir mirando a Desiree y a Jordan. Se dio cuenta de que sólo los había visto durante algunos segundos y, sin embargo, el tiempo parecía haberse detenido, permitiendo que la imagen de la pareja quedara marcada de forma indeleble en su memoria.

– Kasey… ¿Kasey? -Greg tuvo que repetir su nombre para que se diera cuenta de que estaba a su lado.

– Oh, Greg… lo siento, no sé en qué estaba pensando -pero una vocecilla interior se burló de ella; sabía muy bien en qué estaba pensando.

– ¿Me concede este baile? -pidió Greg con voz grave y al verlo tan tenso y demacrado, ella se ablandó y aceptó.

Greg bailaba con menos gracia que Jordan, y Kasey tuvo que concentrarse en los pasos para dejar de hacer comparaciones.

– Ha sido una bonita ceremonia -comentó Greg con voz dura.

– Sí -Kasey sufrió otro acceso de remordimiento. Pero, ¿por qué tenía que sentirse culpable?-. ¿Cómo van tus planes de matrimonio?

– Bien. No será tan impresionante como esta boda, claro. El padre de Paula no está bien de salud, de modo que ella ha pensado que una fiesta por todo lo alto sería demasiado para él -dirigió su melancólica mirada a Kasey-. ¿Vendrás? -la miró fijamente y se detuvo, como si hubiera olvidado que estaban bailando.

– Sí -respondió ella, vacilante.

La boda de Greg. ¿No era ésa la única razón de aquella farsa? Por supuesto. Sólo por eso se había casado con Jordan.

– Iremos Jordan y yo -añadió con firmeza y Greg se sobresaltó.

– Kasey, esta boda debería haber sido la nuestra.

– ¡Greg, por favor!

– Pues sí, debería haber sido… Debería haber hecho el amor contigo la otra noche en tu apartamento -se detuvo y apretó los labios con rabia-. ¡Dios mío! Sólo de pensar que te va a poner las manos encima me entran ganas de pegarle.

Kasey lo miró sorprendida ante la vehemencia de su tono. Sacudió la cabeza.

– No te entiendo, Greg, de verdad no te entiendo. Pensaba que te conocía, pero no es así. ¿Cómo puedes…? -sacudió la cabeza-. Esta situación es obra tuya -concluyó con serena amargura.

Greg volvió a apretar los labios y masculló algo ininteligible.

– No puedo soportar esta situación, eso es todo. No me gusta verte con ese vestido y casada con ese pedante.

– Ya es suficiente, Greg.

– ¿Por qué te has casado con un hombre así?

Kasey endureció su corazón herido.

– Porque me he enamorado de él.

Greg entrecerró los ojos y negó con la cabeza.

– No. No, Kasey, no te creo. Lo has hecho por despecho, ¿verdad? Para hacerme sufrir. Para presentarlo ante mí como lo que yo nunca he podido ser…

– Greg…

– Dinero… ésa es la verdadera razón, ¿verdad? Y posición. Pues bien, no creo que tu matrimonio dure. No puedes ser feliz con un matrimonio de este tipo.

– ¿Y qué tipo de matrimonio es? -preguntó Kasey en tono glacial.

Greg sonrió con cinismo.

– Un matrimonio de alta sociedad. Nunca te será fiel, Kasey. ¿Crees que va a renunciar al tipo de vida que ha llevado hasta ahora? Dentro de unos cuatro meses, te preguntarás por qué llega siempre tan tarde del trabajo. Estoy seguro de que las mujeres le acosan día y noche.

Kasey sintió que le flaqueaban las piernas. Pero en algo se equivocaba Greg, no se trataba de «mujeres» en plural, sino sólo de una.

– No eres su tipo -continuó Greg-. Tú buscas algo para toda la vida. Y te has entregado a un playboy.

– ¿No presupones demasiado? -le preguntó con frialdad y se separó de él-. Creo que ya es hora de que me vaya. Por allí veo a Paula deseando bailar contigo. Adiós, Greg -se apartó de él, con el corazón contrito, sabiendo que en ese momento soltaba amarras a todo un pasado, a sus sueños de infancia y adolescencia.


– Pareces una princesa de cuento, mi amor -suspiró Jessie, enjugándose una lágrima.

Kasey se miró al espejo mientras se quitaba el vestido de novia. Pero la imagen que le devolvió el espejo podía haber sido la de una extraña. No podía ser ella misma.

Y no lo era. Ya no existía Katherine Claire Beazleigh. Aquel día se había casado con Jordan Forsythe Caine, para bien o para mal. Se estremeció. Desde aquel día, sería Katherine Claire Caine. Reprimió una risa histérica. Su día de bodas todavía no había terminado. Tenía que seguir representando el papel de la novia feliz y radiante.

– Oh, mi niña -Jessie abrazó a la joven-. ¡Si tu madre pudiera verte ahora, estaría tan orgullosa!

Kasey devolvió con ternura el abrazo de la buena mujer. Intentó contener las lágrimas que acudían a sus ojos.

– Es un hombre muy guapo, mi niña -los ojos de Jessie también tenían un brillo sospechoso-. Tienes mucha suerte.

– ¿Tú crees? -preguntó Kasey-. Supongo que sí.

– Muchas mujeres te envidiarán por haberte casado con él -la anciana le palmeó el brazo.

– Lo sé -asintió Kasey con voz inexpresiva.

Jessie continuó:

– Cuando nos llamaste para decirnos que te casabas, temí que hubieras tomado una decisión apresurada, por despecho.

– Jessie, eso es una…

– Lo sé, mi niña, lo sé -Jessie levantó la mano-. Era una idea ridícula. Greg sólo fue parte de una fantasía infantil. Cuando abriste las alas y te encontraste con Jordan, te diste cuenta de que el verdadero amor es muy diferente de un capricho de adolescente. Y ahora que he conocido a tu marido… comprendo que es la pareja perfecta para ti.

Kasey miró a Jessie sin saber qué decir.

– No hay comparación posible, ¿verdad? Jordan es todo lo que Greg nunca habría podido ser.

– Pues, yo… Jordan… -Kasey sintió otra punzada de remordimiento cuando Jessie repitió casi literalmente las palabras que antes le había dicho Greg.

– Jordan parece tan dueño de sí mismo, tan viril, tan… ¡tan sensual! -Jessie rió de buena gana ante el estupor de Kasey-. No hay por qué avergonzarse de la verdad, Kasey. Pero no se trata sólo de su aspecto físico. A Greg le hace falta madurar, mientras que Jordan… ¿Qué puedo decir? Tú lo sabes mejor que yo: es todo un hombre.