– Eres un ángel -dijo suavemente Tanya-. Lo has sido desde el día en que te conocí.

Tanya le apretó la mano con fuerza y añadió:

– No quiero hacer nada que pueda estropear esto. Además, no creo que pudiera soportar estar cinco noches a la semana separada de ti.

A pesar de tantos años de matrimonio, Peter y Tanya tenían una activa vida sexual. Sus vidas estaban entrelazadas y dependían el uno del otro. Tanya no podía imaginar cómo funcionaría un matrimonio de fin de semana y le parecía que no merecía la pena sacrificar lo que compartían por una gran película de Hollywood, aunque fuese durante nueve meses. Así que Peter se mostraba más receptivo ante la oferta que ella misma.

– Tonta, no estropearás nada-dijo sonriéndole.

Después de la fantástica cena acompañada de un buen vino, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. Durante el trayecto hasta casa Tanya estuvo pensativa, imaginándose en Los Ángeles y sabiendo lo mucho que echaría de menos a Peter si la convencía para que aceptase, algo que todavía no podía ni siquiera imaginar. ¿Cómo iba a dejar a un hombre como Peter cinco días a la semana? Ningún guión cinematográfico merecía semejante sacrificio.

Al día siguiente, soltaron la bomba a los chicos. Sus reacciones, aunque previsibles, no fueron exactamente las que Tanya y Peter habían esperado. Molly consideró que era una maravillosa oportunidad para su madre y que no podía perdérsela; prometió que si Tanya se marchaba, se ocuparía de cuidar de su padre. Jason, por su parte, lo encontró simplemente genial y pidió a su madre si podría alojarse con ella en alguna ocasión y conocer a actrices famosas. Tanya le recordó que iba a empezar la universidad y que, por consiguiente, debía pasar la semana estudiando y que ella pasaría los fines de semana en Marin. Jason no parecía encontrar nada raro en que sus hermanas se quedaran solas con su padre durante el último año escolar. Le parecía que su padre podía hacerse cargo de todo y Tanya sabía que en caso de haber tenido que ausentarse ella durante el último año de Jason, su hijo mayor habría salido airoso y con nota de la situación.

En cuanto a Megan, estaba absolutamente pálida.

– ¿Cómo puedes siquiera pensar en hacer algo así? -le gritó a su madre con los ojos inyectados en sangre.

Todos, incluida Tanya, se quedaron atónitos ante su furiosa reacción.

– No lo había pensado, Megan. Mi intención era rechazarlo, pero tu padre creía que debía decíroslo y escuchar lo que tuvierais que decir.

En el caso de Megan, desde luego, se había expresado con fuerza y rotundidad.

– ¿Estáis los dos locos? ¡Es nuestro último año en casa! ¿Se supone que debemos hacer tu papel mientras tú te codeas con las estrellas de Hollywood?

Parecía que Tanya hubiera decidido irse a trabajar durante nueve meses a un burdel de Tijuana.

– No estaría codeándome con nadie -dijo Tanya despacio-. Estaría trabajando. Es una oportunidad que habría sido muy bonita si hubiera llegado el año próximo. Aun así, no me habría hecho feliz dejar a vuestro padre solo.

– ¿Es que no te importamos lo más mínimo? También te necesitamos aquí. Molly y yo tenemos que presentar las solicitudes de ingreso en la universidad. ¿Quién se supone que nos ayudará a hacerlo si tú no estás? ¿Acaso no te importa, mamá?

Megan estaba llorosa y los ojos de Tanya también se llenaron de lágrimas al escucharla. Era una conversación dolorosa y Peter intervino rápidamente.

– No sé si alguno de vosotros se da cuenta del honor que supone esta oferta. Douglas Wayne es uno de los productores más importantes de Hollywood.

Seguidamente, Peter enumeró las estrellas que formaban parte del reparto. Jason soltó un silbido e insistió en que quería que su madre se las presentase a todas.

– No les conozco, Jason -dijo su madre apesadumbrada-. No sé por qué estamos hablando de esto.

Tanya opinaba que no tenía sentido inquietar a los chicos con una reunión familiar que solo serviría para preocuparles. ¿Para qué? La decisión estaba tomada. Se quedaría en casa con ellos.

A pesar de todo, Peter consideraba que tenían que saber lo que estaba ocurriendo. Pero ¿por qué? Megan acababa de decir todo lo que Tanya temía escuchar y que ella misma pensaba. Si aceptaba la oferta, uno de sus tres hijos iba a odiarla. Y tal vez, con el tiempo, todos acabarían odiándola. A decir verdad, Jason parecía cualquier cosa menos preocupado y Molly era una chica emocional y cabalmente generosa. Por el contrario, Megan acababa de expresar sin rodeos que jamás perdonaría a su madre que se marchara. Y Tanya la creía. Pero Peter pensaba que se le acabaría pasando y que él estaría allí para ayudar y para cuidarlas mientras Tanya estuviese lejos.

– No puedo perturbar a la familia de este modo -dijo con gravedad y preocupación cuando los chicos abandonaron la habitación-. Nunca me lo perdonarían y quizá, al cabo de un tiempo, tú también me odiarías.

Jason le había deseado suerte y le había dicho que confiaba en que aceptara. Molly le había dado un fuerte abrazo y le había dicho que estaba orgullosa de ella, y Megan había salido furiosa dando un portazo. Camino de su habitación, dio tres portazos más.

– Nadie va a odiarte, cariño -dijo Peter pasándole el brazo alrededor de los hombros-. Pero es probable que si dices que no, te odies a ti misma. Me parece que no puedes confiar en que vuelva a sucederte algo así, especialmente si rechazas esta oportunidad.

– Lo sé, estoy segura de ello -dijo Tanya con calma-. No necesito hacer un guión cinematográfico. Hace tiempo era un sueño, pero ahora estoy contenta con mis telenovelas y mis cuentos.

Con ello ganaba suficiente dinero para ayudar a Peter, y disfrutaba de su trabajo. No quería ni necesitaba más. Y la reacción de Megan le había dado toda la información que necesitaba tener.

– Eres capaz de hacer cosas mejores que simples telenovelas, Tan. ¿Por qué no hacerlo ahora que todavía estás a tiempo?

– Ya has oído a Megan. No puedo sacrificarla por una película. No está bien.

– No tiene ningún derecho a impedirte hacer algo que es importante para ti. Y yo estaré aquí con ella. Lo superará. Ni siquiera se dará cuenta de que no estás. Siempre está con sus amigos. Y puedes ayudarla los fines de semana con las solicitudes para la universidad.

– Peter… -dijo Tanya mirándole fijamente-. No. No me presiones. Agradezco de veras tus intenciones, pero aunque todos pensarais que es maravilloso, no podría hacerlo. No puedo dejarles y no voy a dejarte.

Se levantó y rodeándole el cuello le dijo:

– Te amo. Gracias.

– Después de esto, aborrecerás ser un ama de casa de Marin -replicó Peter devolviéndole el abrazo a su mujer-. Te pasarás el día pensando que podrías haber estado allí, trabajando en una película que seguramente ganará algún Oscar. No puedes permitir que los chicos tomen esta decisión, Tanya. Eres tú quien debe tomarla.

– Ya lo he hecho. Mi decisión es quedarme en casa y seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora, junto a las personas a las que amo.

– Seguiremos queriéndote aunque te vayas a Los Ángeles. Yo te seguiré queriendo. Megan te perdonará y estará muy orgullosa de ti. Todos lo estaremos.

– No -dijo Tanya de nuevo.

Y hablaba en serio. Peter y ella se aguantaron la mirada durante un momento.

– En ocasiones hay que rechazar las cosas que deseamos por las personas que amamos.

– Quiero que lo hagas -continuó Peter con serenidad-. Sé lo importante que sería para ti. No quiero que abandones algo así por mí o por los niños. Podría ser un error, un error garrafal. Nunca me perdonaría haberte impedido hacerlo.

Tanya le lanzó una mirada temerosa.

– ¿Y si echa a perder nuestro matrimonio? A lo mejor es más duro de lo que creemos.

Ella consideraba que iba a ser muy duro.

– No veo que nada pueda echar a perder lo que hay entre nosotros, Tan, a no ser que te enamores de alguna estrella de cine. ¿No estás de acuerdo? Yo me quedaré aquí sentado esperándote.

– Te echaría tanto de menos que sería insoportable -dijo Tanya al tiempo que una lágrima resbalaba por su mejilla.

Se sentía como un niño al que mandan al colegio alegando que es por su bien. No quería dejarle. Le encantaba la idea de escribir el guión, pero estaba asustada. Hacía veinte años que no estaba sola en el mundo.

– Yo también te echaría de menos -dijo Peter con sinceridad-. Pero hay veces, Tan, en las que hay que ser valiente para crecer. Tienes derecho a hacer algo así sin pagar nada a cambio. Yo no voy a amarte menos por hacerlo. Estaría muy, muy orgulloso de ti y te amaría aún más.

– Tengo miedo -susurró ella colgándose de él y con el rostro bañado en lágrimas-. ¿Y si no puedo hacerlo? Esto no es una telenovela de tarde, esto es jugar en primera. ¿Y si yo solo soy una jugadora de segunda?

– No lo eres, preciosa. Eso lo sé. Y confío en que tú también. Por eso quiero que lo hagas. Tienes que extender las alas y volar. Te has estado preparando para esto durante muchos años. No te prives de ello por mí o por los chicos. Ve a por ello -dijo besándola con fuerza.

Aquel era el mayor regalo que podía hacerle. Miró a su marido con los ojos llenos de lágrimas y vio que los suyos también estaban húmedos.

– Te amo -le susurró mientras él la sujetaba con fuerza- tanto… tanto, Peter… ¡Oh! ¡Tengo tanto miedo!

– No lo tengas, cariño. Piensa que estaré esperándote aquí, y también los chicos… incluso Megan. Iremos todos a visitarte y tú vendrás a casa los fines de semana. Si no puedes, iremos nosotros. Al menos yo, desde luego. Antes de que te des cuenta, ya habrá pasado y estarás encantada de haberlo hecho.

– Eres el hombre más extraordinario del mundo, Peter Harris. Te amo tanto… -le susurró Tanya sabiendo que el gesto de su esposo era tremendamente generoso.

– Acuérdate de esto cuando las estrellas empiecen a llamar a tu puerta.

– No lo harán -dijo Tanya sin dejar de llorar-, y no me importará si lo hacen. Nunca podría amar a nadie en el mundo como te amo a ti.

– Yo tampoco -dijo abrazándola con tanta fuerza que Tanya casi no podía respirar-. ¿Lo harás, Tan? ¿Ganar el partido por el equipo?

Peter la apartó un momento para mirarla a los ojos y vio que los de Tanya mostraban auténtico pánico.

Tanya no contestó. Solo asintió, lloró con más fuerza y se aferró a él como un niño asustado que teme irse de casa.

Capítulo 3

Durante las vacaciones de verano en el lago Tahoe, Tanya y Peter comunicaron la noticia a sus hijos. Las reacciones fueron muy similares a las del día de la primera conversación: Molly se mostró comprensiva y orgullosa de su madre; Jason insistió en sus deseos de visitarla en Los Ángeles, y Megan optó por no hablar a Tanya durante tres semanas, después de decirle con agresividad que no la perdonaría nunca. Cada vez que Tanya se cruzaba con Megan, la veía llorando; se pasaba el día lamentándose, diciendo que era lo peor que le había pasado en la vida y que su madre la estaba abandonando. En las cuatro semanas que pasaron en Tahoe, Tanya intentó en innumerables ocasiones llamar a Walt para decirle que había cambiado de opinión, pero Peter se lo impidió. En su opinión, Megan tendría que superarlo y era positivo que se desahogara. Pero, cada vez que la miraba, Tanya se sentía como una madre desnaturalizada y lloraba casi tanto como su hija.

Fue una época dulce y amarga a un tiempo. Era el último verano de Jason antes de ir a la universidad y sus amigos iban y venían constantemente para visitarle. Los minutos que Tanya pasaba junto a Jason y Peter, le parecían de un valor incalculable y solía dar largos paseos con Molly durante los cuales tenían conversaciones maravillosas. Megan evitaba pasear con su madre y solo volvió a hablarle, por pura necesidad, unos días antes de volver a casa.

La última noche antes de marcharse, hicieron una gran barbacoa familiar junto a algunos amigos. Mientras recogían, Peter y Tanya estuvieron discutiendo los planes inmediatos. Faltaban solo diez días para que viajara a Los Ángeles. No se había marchado antes porque le había explicado a Douglas Wayne que antes de empezar a trabajar tenía que acompañar a su hijo a la universidad. El plan era ir todos juntos y que Tanya ayudara a Jason a instalarse en la residencia. Después, Peter y las mellizas volverían a casa y a Tanya la recogería una limusina en el hotel Santa Barbara Biltmore que la llevaría hasta Los Ángeles. Ese sería el lugar de su triste despedida, siempre que Megan no hubiera matado antes a su madre.

Los últimos días de Tanya y Jason en Marin fueron difíciles. Ella le ayudó a hacer las maletas y a preparar todo lo que tenía que llevarse a la universidad: ordenador portátil, bicicleta, equipo de música, sábanas, mantas, almohadas, cubrecama, fotos de la familia, equipo de deporte, cuadros o pósters para colgar en las paredes, una lámpara de mesa y una alfombra.